ABC CORDOBA 11-11-2015 página 68

68 CULTURA MIÉRCOLES, 11 DE NOVIEMBRE DE 2015 abc. es cultura ABC VALERIO MERINO A la izquierda, los distintos decorados sobre el escenario. Arriba, las pelucas son tratadas antes de la actuación. Abajo, el interior del armario donde se guarda el vestuario de Sister Act Más de una veintena de telares y mil piezas de vestuario componen la escenografía del musical Sister Act Manual práctico para convertir un teatro en convento POR I. C. CÓRDOBA a hermandad del Convento de Los Ángeles está en Córdoba. Se ha instalado en el Gran Teatro y ha prometido no abandonarlo hasta el próximo domingo, cuando finalizará el paso del musical Sister Act por la ciudad. Y aunque podría pensarse que hace falta algo más de un día para convertir el Gran Teatro en un convento, lo cierto es que así fue: el viernes, el principal escenario de la ciudad amaneció colonizado por un equipo técnico que acarreó hasta su interior las 17 toneladas de material de escenografía que viajan en los siete camiones que componen la gira de Sister Act La historia que cuenta este musical, inspirado en la película homónima protagonizada por Whoopi Goldberg y ambientada en los años 70, tiene por protagonista a la joven Deloris, una cantante aspirante a diva, L que tras presenciar un asesinato es escondida por la policía en el último lugar al que ella hubiera querido ir: un convento. Deloris revolucionará, música mediante, la tranquila vida de aquella comunidad religiosa. Hasta tal punto que el convento, que al inicio del musical se presenta sobrio y pobre, acabará brillando con luz propia. Incluso las propias monjas que lo habitan sufrirán una transformación que las vestirá de brillos y lentejuelas. ¿Cómo cabe todo eso en el Gran Teatro? A base de maniobras de escenografía y trucos sólo al alcance de expertos. Entre bambalinas El convento tiene suelo propio, de quita y pon un escenario que se monta y desmonta en cada teatro. Más de una veintena de telares permiten a los especialistas realizar los 35 cambios de escenario que se suceden a lo largo de la obra. A base de juegos de iluminación se consigue dotar de mayor o menor profundidad a los espacios. Más de mil piezas de ropa, que conforman unos 200 trajes, visten no sólo a las dieciséis monjas que se suben diariamente a las tablas, sino también al resto de personajes de la obra. Un nutrido equipo de sastrería se encarga de revisar y arreglar todos los vestidos de lentejuelas que aparecen en el escenario diariamente, con el objetivo de que estén listos para la próxima función. Lo mismo sucede con las pelucas: en la función aparecen más de 30, hechas a medida de la cabeza de los actores, a las que se suman bigotes y patillas. Como si de una cabeza humana se tratase, el equipo de peluquería las trata con mimo, lavándolas, peinándolas y tratándolas con la misma atención que se presta al cabello natural. Aunque quizás el dato más sorprendente es el que atañe a la impresionante imagen de la Virgen que aparece en la función: pesa 350 kilos- -contiene más de 4.000 brillantes- -y tiene cinco metros de altura. Salta a la vista que una función teatral es algo más que lo que el espectador puede ver sobre las tablas. Existe todo un esqueleto técnico entre bambalinas, cuya contemplación podría resultar casi tan impresionante como el propio musical. Sin embargo, el objetivo de este equipo técnico es que, una vez se alce el telón, el público se olvide de lo que hay detrás y sea la magia del teatro la que convierta el escenario en el modesto convento de Whoopi Goldberg. Eso sí: una comunidad en la que se reza al ritmo de góspel.