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ABC CORDOBA 25-10-2015 página 17
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ABC CORDOBA 25-10-2015 página 17

  • EdiciónABC, CORDOBA
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ABC DOMINGO, 25 DE OCTUBRE DE 2015 abc. es opinion OPINIÓN 17 VIC EL ESTILITA JAVIER TAFUR EL PICUDO ROJO Como en San Agustín, la palmera acompaña al campanario y hace el saludo que convierte en amiga a la voz E PRETÉRITO IMPERFECTO tó la Iglesia hace siglos con las collaciones extramuros. A es... María Isabel No tardó en hacer acto de contrición como buena discípula. Y tal que Saulo cuando cayó del caballo persiguiendo a Jesús, convirtiose en Pablo, su fiel apóstol; cogió lápiz y papel, y dictó carta evangelizadora desde el púlpito de las bien pagadas vanidades. En verdad os digo, cordobeses y cordobesas, que cuando decía no, en realidad quería deciros que sí, pero no me entendíais... sostuvo que matizaba (sic) María Isabel. Será San Rafael quien culmine la conversión estratégica de nuestra alcaldesa. Nunca sabrá estar lo suficientemente agradecida al Custodio de Córdoba, medicina de Dios en su etimología, y a este periódico (permitan la inmodestia) cuando avanzó su éxodo de la planta noble de Capitulares, lugar al que ayer volvió con arreglo de chapa y pintura, y magna para su alma pictórica: Antonio del Castillo. San Rafael, al principio y al final de todas las cosas de los cordobeses. La luz. La alcaldesa quiere buscar la centralidad, y eso sólo se consigue peleando a diario con sus socios de dentro y fuera del gobierno municipal. Los que acogotan su inseguridad y los que beben los vientos por entrar en la casta oficial. Mejor ser rehén impostado, que no ferviente devoto de ideas alejadas del sentido común por una malentendida asepsia ideológica, muy propia de los tiempos que vivimos. Sabedora de su debilidad en la aritmética plenaria, no debe cerrar las puertas al acuerdo con el PP cordobés que salga del culebrón del 20- D. Llegarán tiempos a cuchillo. Consciente del nivel de su equipo, configurado para permanecer cuatro años en la oposición, debe dirigir y rentabilizar la buena gestión que pudiera resultar del otro ala del equipo de gobierno. Es ahí donde más le susurran los viejos socialistas camaleónicos que sobreactúe con su destreza en la cercanía. El Ayuntamiento de Córdoba no es la Delegación del Gobierno de la Junta, una especie de embajada de un paquidérmico sistema burócrata y a la par oficina de contraespionaje del régimen. Esos viejos socialistas, a los que acude con frecuencia en la noche cerrada o las tinieblas del teléfono conspicuo, también le han aconsejado que no sea sectaria, defecto que se multiplica si además se administra desde la fría burbuja del poder. Tan fácil como una marcha cofrade: paso corto, movimiento de caderas en el sitio o chicotá hacia delante para tomar aire. FRANCISCO J. POYATO ¡A ÉEEESTA ES... ALCALDESA! San Rafael culmina la conversión estratégica de una alcaldesa alertada por viejos socialistas D esde el mismo momento en que tocó el llamador, sabía que ya nada iba a ser igual. Ni siquiera por el remordimiento de conciencia que en forma de camisola roja mostraba ante la verde Esperanza de Córdoba. Ahora, que tanto se estila entre la pléyade política la colorista semiótica del niqui, o la raída mochila expiatoria. ¡Va a llamar la alcaldesa! declamaba a su cuadrilla por los respiraderos de la canastilla Rafael Ramírez, capataz de la Señora de la hermandad gitana de San Andrés, ante la máxima autoridad. ¡Que le dé mucha fuerza la Virgen, para sabernos gobernar en condiciones... Los viejos socialistas que aún quedan en Córdoba, con la capacidad camaleónica de parecer más de derechas que los dirigentes del PP aunque con mucha mano izquierda, avisaron a María Isabel. Algún puntapié espinellero también le sobrevino por parte del aparato. Las elecciones generales están cerca. Las perspectivas del PSOE en Córdoba son buenas. No vaya a ser que la ambrosía de nuestra alcaldesa, derramada cual fragancia en los primeros compases del mandato municipal, desconcierte a la demoscopia despertando más antipatías y recelos. Y fue cuando a Ambrosio le tocaron el llamador estratégico para desmarcarse de sus pérfidos socios que la estaban maleando y llevando al callejón del no y el laicismo de bote siendo la primera regidora del PSOE en la historia de la ciudad. En una Córdoba donde la participación ciudadana ya la inven- NTRE todas las cosas que desaparecen o no se hacen en Córdoba, ya sean obras o esperanzas, no habíamos caído en la cuenta de que la Plaza de San Agustín está siendo remodelada. San Agustín, a pesar de su casticidad, del maravilloso barroco de su templo y del retorno casi milagroso de la Virgen de las Angustias, no tiene bula ante los desmanes urbanísticos contemporáneos. Es, pues, de sentido común, prever lo peor: una actuación dura e inocua que lo mismo sirva aquí que entre los plásticos de Almería. Supongo que es lo que la administración entiende por igualdad: poner los mismos contenedores y desolar los mismos espacios en todos los lugares, por distintos y distantes que sean. En cualquier caso, lo que se haga responderá a la ecuación de siempre: poco verde y mucho gris. Y con el beneplácito de los ecologistas urbanos, que como se sabe son capaces de ahorrar agua hasta para beber. No obstante, la tala de las palmeras me ha parecido una afrenta innecesaria a la sensibilidad vecinal. La palmera no es un árbol corriente, no es un naranjo ni un olivo, a quienes podemos tratar de tú a tú. La palmera, aparte de su leyenda califal, es un árbol que se nos va de las manos, que nos deja y se eleva para servir de referencia a otros que vienen a buscarnos. La palmera no es nuestra, es universal. Una isla solitaria solo se hace apetecible cuando tiene una palmera. La palmera es una llamada. Una palmera es como un campanario. Muchas veces, como en San Agustín, la palmera acompaña al campanario y hace el saludo que necesariamente convierte en amiga a la voz. La palmera es la mano que se alza, nunca la que se esconde. Despojar de palmeras un espacio no añade magnitud sino soledad. Los vecinos de San Agustín saben de lo dicho desde antiguo, pero son dóciles porque se les ha acostumbrado a serlo. Tanto tiempo estuvieron sin su Señora que aceptan cualquier desarraigo como si fuera inevitable. Los barrios humildes acaban siéndolo casi por convicción. Por eso han acatado la tala de sus palmeras y van a conformarse con los consabidos naranjos que se les ofrezcan, que no están ni estarán nunca a su altura, a la altura de los años y de las generaciones que vieron esas palmeras siempre alertas sobre sus casas. La excusa del picudo rojo era perfecta. Desde los años noventa, al menos, ese gorgojo que anida en la madera justifica en occidente cualquier remodelación urbana que procure prescindir de las peligrosas palmeras que se ciernen sobre nuestras cabezas. Incluso en Córdoba, donde hemos llegado a anunciar la extinción de la plaga, merced a la colaboración de la Universidad y una joven empresa, en un apoteósico I+ D cuyo resultado, por lo pronto, no ha servido para salvar los ejemplares agustinos. Un experto extranjero nos advierte, en todo caso, de que la tala no es el mejor remedio, porque anima a los bichos desahuciados a ocupar nueva vivienda. Es lo que tienen los picudos rojos...

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