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ABC CORDOBA 21-09-2015 página 15
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ABC CORDOBA 21-09-2015 página 15

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ABC LUNES, 21 DE SEPTIEMBRE DE 2015 abc. es opinion OPINIÓN 15 UNA RAYA EN EL AGUA EL CONTRAPUNTO ISABEL SAN SEBASTIÁN DOGMAS BUENISTAS Cataluña avanza hacia la secesión mientras los portavoces de lo políticamente correcto repiten: No os enfrentéis, que es peor E extiende por las arterias de esta sociedad como un veneno de sabor dulce que está reblandeciendo nuestra capacidad de reacción a un ritmo vertiginoso. Hay quien lo llama buenismo Otros, progresismo Se parece mucho a la demagogia en que suele encajar a la perfección con lo que la mayoría quiere oír, pero resulta todavía más peligroso porque, a diferencia de esta, ante la cual siempre hubo elites intelectuales admiradas por su impermeabilidad, este pensamiento empalagoso, débil, simplista, esclavo de la corrección política, otorga certificados de moralidad individual. Dicho de otro modo: Quien se atreve a cuestionarlo es colocado en la picota como reo de maldad intrínseca, egoísmo insolidario o más sencillamente facherío e inmediatamente condenado a las tinieblas exteriores. Proscrito. Silenciado. Quien se suma a la corriente, en cambio, recibe subvenciones y premios, aunque escupa a la Nación que los concede y sufraga. En nombre de esta nueva religión laica, cuyos dogmas no admiten discusión, estamos cometiendo errores garrafales que pagaremos muy caros, por más que constituya una blasfemia señalarlos en voz alta. Por ejemplo. ¿Quién se atreve a decir sin ambages que Europa no puede, y por tanto no debe, abrir sus puertas indiscriminadamente a los millones de refugiados que huyen de la guerra de Siria y o el Daesh? Hasta la propia Angela Merkel sucumbió ante la fotografía de S un niño ahogado, una imagen terrible, sin duda, capaz de conmover hasta el corazón más duro, pero que no debería haber llevado a una dirigente con tanta responsabilidad a dejar que sus emociones se impusieran a su cerebro. Y lo hicieron. La frontera europea de los Balcanes es ahora un caos, que no tardará en extenderse, mientras las mafias que trafican con seres humanos hacen su agosto jugando a dos barajas con la desesperación de los prófugos y nuestras buenas intenciones. Únicamente los partidos de extrema derecha proclaman ya sin disimulo sus sentimientos xenófobos, pero todos somos conscientes, o deberíamos serlo, de que una llegada masiva de refugiados, sumada a la creciente presión de la inmigración irregular, acabará creando tensiones más pronto que tarde, cuando esa xenofobia empiece a manifestarse en las calles. Y lo hará, por mucho que los buenistas de chaise longue los que nunca han precisado de los servicios sociales para cubrir sus necesidades básicas, se llenen la boca de palabras biensonantes en los medios de comunicación. Lo hará, porque los recursos son limitados y las exigencias muchas, si nadie se atreve a refutar ese discurso fácil por miedo a ser quemado en la hoguera de esta nueva Inquisición. Lo hará, salvo que alguno de nuestros líderes patrios empiece a ejercer el liderazgo, por impopular que resulte. Tres cuartos de lo mismo es de aplicación en Cataluña, donde el bando independentista está a punto de culminar su marcha hacia la secesión con un plebiscito encubierto, mientras los portavoces de lo políticamente correcto (compañeros de viaje de los separatistas o, mejor dicho, tontos útiles) se aferran al mantra de no os enfrentéis, que es peor Nada de sanciones, nada de contraofensivas ideológicas. Más de una década llevamos oyendo que lo mejor para defender la legalidad constitucional es callar, que cualquier actuación decidida constituye una provocación contraproducente, y otro tanto llevan ellos consolidando sus bastiones rebeldes, gastándose nuestro dinero en construir su nación imaginaria, acusándonos impunemente de robarles e intoxicando a las generaciones que pasan por sus planes de adoctrinamiento con mitos falsarios destinados a hacerlas renegar de España. Una España acobardada, uncida como siempre al qué dirán y más dogmática que nunca. IGNACIO CAMACHO MINUSVALÍA HISTÓRICA Para cierta sedicente progresía, ser español en España viene a constituir una suerte de discapacidad, de atraso histórico SA frase de Fernando Trueba, ni por cinco minutos me he sentido nunca español explica más que bien lo que está pasando y lo que va a pasar en Cataluña. Porque eso no lo ha dicho un hiperventilado secesionista catalán en pleno fragor de la campaña, sino un señor nacido en Madrid que ha rodado la mayoría de sus sobrestimadas películas en castellano. Un señor que bajo el influjo de un sedicente izquierdismo intelectual se cree más cosmopolita y más progre por desmarcarse con displicencia de una cultura y de una historia que parece considerar un fracaso. Y ahí está el problema: que mientras la mayoría de los catalanes o de los vascos, independentistas o no, se sienten orgullosos de serlo, muchos españoles se consideran a sí mismos lastrados por su condición de tales, como si su nacionalidad fuese una minusvalía histórica. No es una cuestión de patriotismo, otra palabra tan connotada de negatividad en el imaginario de la progresía que ha habido que añadirle el adjetivo constitucional para maquillarle el desprestigio. Se trata de un asunto de psicopatología política. La izquierda, una cierta izquierda, casi toda la izquierda, ha sido incapaz de superar los clichés del antifranquismo retroactivo. Se siente remordida por los golpes que la vida no le ha dado, como decía Gil de Biedma, y ha creado una mística de escepticismo apátrida porque la considera de buen tono para diferenciarse de la derecha, único sector ideológico que defiende en España la nación como proyecto de convivencia. Frente a ese desdén pretendidamente mundano, el nacionalismo periférico ha construido un ideal alternativo con su propio misticismo identitario. Ambas corrientes coinciden en etiquetar la españolidad como un rasgo rancio, triste, epítome de mediocridad antimoderna; si a ello se suma la tradición afligida del tardonoventayochismo, su elegante melancolía desengañada y derrotista, resulta que ser español en España viene a constituir, en efecto, una discapacidad, un atraso. Si en el propio PSOE, el partido que más tiempo ha gobernado la España democrática, chirría que su líder Pedro Sánchez utilice en los mítines la bandera constitucional como decorado, poco puede extrañar que miles de vascos y catalanes pitasen un himno que para Pablo Iglesias es una pachanga fachosa La falta de un modelo de cohesión nacional en la izquierda ha prestigiado la desestructuración territorial, la nación de naciones y el soberanismo desigualitario. Y ni siquiera el éxito de la democracia ha podido revertir este relato pesimista de la pertenencia comunitaria porque la narrativa de los partidos emergentes en la crisis ha convertido la Transición en una especie de chicharro. En este contexto las palabras de Trueba, con el Premio Nacional y su cheque en la mano, no son sólo un ejercicio de desagradecido cinismo. Son el testimonio palmario y evidente de un descalabro. E JM NIETO Fe de ratas

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