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ABC CORDOBA 21-09-2015 página 14
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14 OPINIÓN CAMBIO DE GUARDIA PUEBLA LUNES, 21 DE SEPTIEMBRE DE 2015 abc. es opinion ABC GABRIEL ALBIAC DESOLACIÓN DE CERNUDA Borrar el pasado es borrarnos: a cada uno de nosotros con su nimia carga; de desdichas, igual que de venturas. Tradición es cultura RADICIÓN, ya lo sabemos, es cultura Luis Cernuda es, cuando escribe eso, aún un hombre joven. Y aún no es un exiliado. Lo será muy pronto, cuando el menosprecio de cualquier continuidad en la memoria haga aquí la vida de un poeta inútil: porque sólo en la lengua recordada vive la poesía. Pasará el resto de su vida sobre la patria sin suelo que son las bibliotecas. Al otro lado del Atlántico. Y no lo tentará la oferta del retorno: él no tiene por qué volver a ningún sitio; no ha salido; llevó con él la patria, que es la emoción de ver brillar, en el álgebra de las palabras, esa chispa a la cual llama poesía: la lengua concentrada en un instante. La patria es Jorge Manrique, es Góngora... Y aquellos que lo ignoran son los de verdad apátridas. Tal, la tragedia que el aún joven poeta vaticina en 1937: los españoles no quieren nada con la tradición su tiempo es, pues, perdido. Releo la reivindicación doliente que hace de Góngora Cernuda en el vértice más cruel de la Guerra Civil, ese suicidio de España. Lo veo, con emoción, refugiarse en una intemporalidad meditativa, sin la cual el presente no sería más que despojos. Profetiza, el poeta. Se profetiza a sí mismo. Y profetiza el destino de los que van a ser desposeídos de todo patrimonio. Cada español se enfrenta con el mundo como un primitivo escribe. Mirando, sintiendo, comprendiendo, como si nadie antes que él hubiera mirado, sentido y comprendido Y eso sólo puede traerle a un hombre muerte. Material, como poética. Muerte: la que Cernuda tiene ante sus ojos. Borrar el pasado es borrarnos: a cada uno de nosotros con su nimia carga; de desdichas, igual que de venturas. Tradición es cultura deja caer entonces, con certeza de no ser oído, el poeta español más grande de su siglo. Lo que es igual: que lo ganado por el hombre, debe ser siempre precioso para el hombre y envilecerlo es el definitivo y exterminador exilio. En Cataluña y en el año 2015, una tribu tan complacida en sus deidades cuanto podía estarlo la avalancha plebeya que sembrara muerte y ruinas sobre la Centroeuropa de los años treinta, consuma el mitológico arrebato emotivo que le exige borrar, sin dejar huella, todo tiempo pasado. Y volver, a fuerza de testarudo empeño irracional, al cero: lo metafísicamente imposible. Es la epopeya del triunfo de la voluntad a la cual diera imagen Leni Riefenstahl sobre los iconos paganos de la gran concentración hitleriana de Núremberg en septiembre de 1934. Inmediatamente después de esa liturgia bárbara, vinieron las tempestades de muerte. De esa muerte que es la única verdad de la cual habla, sin hablar, la gran escena operística de aquel que dice, con solemnidad, su decisión de borrar el cernudiano esfuerzo de quienes nos precedieron Desde lo intemporal, el ausente poeta nos mira en sus palabras. Con la desolación con que siguiera la soledad del vagabundo Góngora, que escapa dejando un eco de lamentos ahogados, de pretensiones deshechas, de resignación aburrida T EL ÁNGULO OSCURO JUAN MANUEL DE PRADA PODEROSO CABALLERO Despertad oh catalanes, de vuestra quimera separatista, que ya don Dinero se ha puesto en guardia y ha tocado la trompeta la postre, después de montar su pantomima secesionista, parece que el separatismo catalán tendrá que achantar la mui, ante la requisitoria de los bancos. Así, podrá decirse con propiedad que la quimera nacionalista, como el rey don Rodrigo, muere por do más pecado había pues es natural que quien no tiene otro amante ni otro amado que don Dinero muerda el polvo aplastado por sus exigencias. Todo este pandemónium separatista no es sino el McGuffin empleado por el pujolismo para poder llevárselo crudo. Nuestros lectores ya saben lo que es un McGuffin en la jerga hitchcockiana: un reclamo muy llamativo que se ofrece a las masas, a modo de caramelito, para mantenerlas entretenidas, mientras uno se dedica a lo que de verdad le interesa, que en el caso de Hitchcock era perseguir rubias de carne y hueso. Al pujolismo, que es mingafría, más que las rubias de carne y hueso le gustan las rubias que tintinean y se dejan meter mano en Andorra y Suiza; y mientras se dedicaba a cazar rubias, lanzó a las masas el McGuffin del separatismo, como se lanza un huesecillo a un chucho, para que no dé la murga. Sólo que el hueso, que al principio era menudillo de ternera, se fue haciendo osamenta de elefante; y entonces Mas, el delfín o epígono del pujolismo, quiso hacer del McGuffin pujolista una gran quimera colectiva, temeroso de que las masas se encabronaran, al darse cuenta de que durante décadas las habían estado saqueando a manos llenas. A Esta quimera colectiva se alimenta con los perifollos retóricos de la democracia: que si derecho a decidir, que si voluntad popular, que si patatín, que si patatán. Pero ya nos advertía Castellani que, entre las variantes más putrefactas de democracia, se hallaba la demos- gracias de los mercaderes, que se aprovechan de todo régimen político débil para hacer sus grandes baraterías Esta forma de degeneración democrática tiene como fundamento filosófico la indiferencia entre lo verdadero y lo falso y como finalidad práctica la dictadura económica, esperando poder ser, allá en el futuro del dirigismo universal, algo aún peor A la espera de ese dirigismo universal con hedor azufroso, Mas pensó que el McGuffin separatista podría seguir distrayendo a las masas, para que no reparasen en las rubias que se llevaron de vacaciones a Suiza y Andorra; pero olvidó que, en la demos- gracias de los mercaderes el poder político es esclavo de don Dinero. Don Dinero primero desespiritualiza a los pueblos, convirtiéndolos en lacayos de los intereses materiales; y, con el auxilio de los políticos, que son sus capataces, se encarga luego de ordeñarlos, como hacen las hormigas con los pulgones, mientras los pueblos se entretienen con sus demogrescas y se refocilan en la cochiquera televisiva. El pujolismo necesitó, sin embargo, una droga más dura, que es la quimera del separatismo, pues a la vez que cumplía las órdenes de don Dinero, birlaba demasiadas rubias; pero ha bastado que los banqueros hayan llamado al orden a Mas para que el órdago separatista pierda fuerza, como un pedo mal tirado. Y, entretanto, los catalanes que se habían tragado la quimera mientras sus capataces se lo llevaban crudo, han empezado a tentarse la ropa, ya no en busca de la papeleta de voto, sino temerosos de que se les esfumen los ahorros. Despertad, pues, oh catalanes, de vuestra quimera separatista, que ya don Dinero se ha puesto en guardia y ha tocado la trompeta. Y consolaos pensando que, aunque el derecho a decidir y demás trampantojos con los que os tuvieron embaucados se desinflen ante la requisitoria de tan poderoso caballero, al menos os resta el consuelo de participar junto a andaluces, castellanos, vascos y gallegos en Gran Hermano, esa fábrica de homínidos que, hoy por hoy, es el principal elemento vertebrador de España.

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