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ABC CORDOBA 22-08-2015 página 13
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ABC CORDOBA 22-08-2015 página 13

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ABC SÁBADO, 22 DE AGOSTO DE 2015 abc. es opinion OPINIÓN 13 LA ALBERCA VIC ALBERTO GARCÍA REYES GRACIAS POR VENIR Lina Morgan consiguió que todos los niños de mi generación se rieran junto con sus abuelos E DESDE SIMBLIA JOSÉ CALVO POYATO GRECIA, VENEZUELA Y PODEMOS ¿Qué ofrece el populismo en España ante la debacle de sus referentes exteriores? N sólo siete meses el tren de la política griega, conducido por el populismo de Syriza, ha pasado por todas las estaciones posibles. Se estrenaba en enero con una victoria electoral, basadas en promesas con que encandilaron a parte importante del electorado griego. Recibió la confianza de un tercio de los votantes. Fue el partido más votado y, por lo tanto, recibió el regalo de cincuenta escaños, previsto en la ley electoral griega. No es poca cosa ese añadido, si tenemos en cuenta que los electores griegos eligen a trescientos representantes; esos cincuenta escaños convierten a la ley D Hont de nuestro sistema electoral en una bagatela Con ese regalo no alcanzaba una mayoría parlamentaria para gobernar sin sobresaltos y tuvo que echar mano de los Griegos Independientes, nacionalistas que tienen uno de los ejes de su discurso en el rechazo a los alemanes, los judíos y los inmigrantes, unos radicales de derechas. Pero son afines a Syriza en el rechazo a las medidas impuestas a la economía griega por la Unión Europea. En su condición de líder de Syriza, Tsipras quedó encumbrado en el olimpo del poder. Afirmó que la troika no volvería a pisar Atenas, que no pagaría las deudas contraídas por anteriores gobiernos helenos, que los griegos seguirían jubilándose antes E que los demás europeos, que el IVA griego seguiría siendo el más bajo de la Unión, que no se tocarían las pensiones, que no habría privatizaciones de empresas públicas... Era lo que había prometido en la campaña electoral. Pero... ¿quién iba a pagar todo eso? Europa, naturalmente. Ese fue el encargo que hizo a su ministro de Economía, el ínclito Varoufakis quien, cada vez que acudía a pedir que le prestasen dinero, lanzaba una catarata de insultos a los que habían de prestárselo. Las cosas, claro está, no salieron como Tsipras esperaba. Entonces convocó un referéndum, no se sabe muy bien para qué, pero se cerraron los bancos, se limitó la retirada de dinero de los cajeros, Varoufakis salió del Gobierno y terminó aceptando todas y cada una de las exigencias de la Troika para recibir el dinero que necesitaba para que Grecia no fuera a la bancarrota y tuviera que salir del euro. Ahora convoca elecciones ante la situación en que han quedado sus promesas de enero. Promesas que apoyó Pablo Iglesias, que veía en Tsipras un modelo de lo que hay que hacer en España, aunque ahora no quiere ni oír hablar del griego y abomina de las fotografías que se hizo con él. Otro tanto ocurre con el venezolano Maduro, que lleva a su hermoso país al precipicio. Monedero- -hoy desaparecido- -y Pablo Iglesias asesoraron en materia política al régimen bolivariano, donde los líderes de la oposición son encarcelados con las más peregrinas acusaciones, los medios de comunicación que no adictos al poder son silenciados, la escasez en los supermercados, que se encuentran desabastecidos de productos de primera necesidad, es una triste realidad y hace que los venezolanos soporten largas colas para conseguirlos, la inflación es tan elevada, posiblemente la más alta del mundo, que Maduro ha decidido es que no se publiquen los índices de precios, siguiendo la técnica del avestruz. Estos bolivarianos de salón tampoco quieren que se les recuerde su influencia en un régimen que hace aguas por todas partes y que, como ocurre siempre en estos casos, buscan un enemigo exterior. ¿Qué ofrece Podemos hoy, más allá de pactar con la casta, como señala Errejón? L estrabismo con el que perseguía la pluma que pendía de su gorro mientras su cara interpretaba una sinfonía irreproducible de muecas y mohínes y sus articulaciones se retorcían como trapos en esa danza palurda que todos hemos bailado alguna vez a solas, no son sólo el repertorio jocoso de una mujer libre, sino el alivio a carcajadas de varias generaciones nacidas en un tiempo en el que no había ganas de reírse. Lina Morgan ha sido, sin haberlo soñado, el nexo que ha mantenido atadas las dos eras opuestas de todas las familias de finales del siglo XX. Toda mi generación se rió por primera vez con sus abuelos gracias a la tonta del bote, un personaje que ha hecho más por la conciliación doméstica que todas las políticas inventadas bajo los efluvios de la prosperidad. Aquella descoyuntada actriz de andares zambos y bizquera ojiplática a la que los exquisitos de la cultura orillaron por ser demasiado popular logró aproximar a generaciones muy lejanas que habitaban los mismos hogares, abuelos de la guerra y nietos de la democracia, tras un humor de azúcar que llegaba a las comisuras de todos los labios: de todas las edades, de todas las ideas, de todas las penas. Venció estereotipos que eran casi endémicos, cuando no sarracenos. Triunfó en las coreografías de las revistas de ropa exigua sin ser ningún bellezón cuando el machismo era un ogro de un solo ojo en este país. Compró el teatro de La Latina cuando la Transición aún no tenía ni acné y se jugó sus cuartos como empresaria en un mundo exclusivo de hombres. Ganó dinero a espuertas con una apuesta teatral a la que los dramaturgos exquisitos apodaron peyorativamente como castiza mientras los que la criticaban tenían que vivir de las subvenciones. Llenó las butacas de su templo una noche tras otra. Y trabajó como una mula para algo tan dificilísimo y sacrificado como divertir a los demás. Cada uno de nosotros tiene, seguro, un recuerdo de Lina Morgan que simboliza una pequeña victoria en el tortuoso camino de la igualdad. Una anécdota aparentemente pasajera que con el tiempo ha ido otorgando valor al papel de esta mujer, cuyo elogio se justifica con el éxito multitudinario y la risa de todo el linaje de cada casa. Ella no es sólo lo que fue, sino lo que representa en cada uno de nosotros, lo que infunde en nuestra memoria. Una vez mi abuela Trini, que me prohibía recoger la mesa tras la cena porque decía que eso era cosa de mujeres, me dejó participar de la tarea porque estaba a punto de empezar ¡Vaya par de gemelas! en la tele y todas las manos eran pocas para que diera tiempo a sentarse en el sofá con puntualidad. Fue la primera vez que vencí a su irracional machismo. Recuerdo aquella noche con nitidez. La abuela lloraba desternillada y eso me permitió ver el rastro de sus pesares en unas encías sin un solo hueso con las que, misteriosamente, era capaz de roer el turrón duro. Ayer, cuando la tele volvió a poner los mohínes de la vedette en el anuncio de su muerte, yo vi a Lina Morgan y a Trinidad vestida de luto en el sofá de mi infancia. Y por lo bajini le dediqué la copla que tantas veces cantamos juntos: Agradecido y emocionado, solamente puedo decir: gracias por venir

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