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ABC CORDOBA 14-08-2015 página 13
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ABC CORDOBA 14-08-2015 página 13

  • EdiciónABC, CORDOBA
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ABC VIERNES, 14 DE AGOSTO DE 2015 abc. es opinion OPINIÓN 13 UNA RAYA EN EL AGUA VIDAS EJEMPLARES LUIS VENTOSO HACER UN PIQUÉ Los aplausos y las toneladas de pasta no son una vacuna contra el gañanismo E L domingo 13 de octubre del año pasado dos hermanos barceloneses de 27 y 22 años, hijos de un abogado y una médico prestigiosa, salieron de copas con un amigo por el Puerto Olímpico de su ciudad. El hermano mayor era un tiarrón de planta impresionante, 1.95, que vestía camiseta negra y vaqueros. Tras sus libaciones noctámbulas, los tres amiguetes se metieron en su coche a charlar. Pero el vehículo estaba mal aparcado, obstaculizando una zona de frecuente paso de ambulancias. Como llevaban allí 20 minutos de cháchara y no acababan de irse, una patrulla de policías municipales decidió multarlos. El coche era del hermano pequeño. Pero el que se puso bravo o seamos francos, macarra fue el mayor. Según el atestado, al principio el tipo apoyó un brazo amistoso sobre los hombros del policía y apeló a la complicidad entre barcelonistas, en plan no nos vas a multar, ¿verdad? Pero resultó que el agente tenía su dignidad y su profesionalidad y respondió que cumpliría con su deber. Entonces el muchacho cambió de registro y mostró su entraña. Les dijo a los agentes que le daban asco y los acusó de imponer multas para trincar comisiones. También añadió que lo sancionaban porque le tenían envidia por ser famoso y que no pagarían un duro, pues pensaba llamar al jefe de la Guardia Urbana para que le retirase la receta. Ya en calor, no faltaron clásicos del manual del julai clasista no tenéis donde caeros muertos ni pura chulería cutrelux: hacer una pelotita con la multa y tirarla a los pies de los municipales. Todo este recital, del que hay pruebas incontestables, porque un viandante lo grabó con su móvil, acabó en un juicio de faltas, con multa de 900 euros. Pero al multado le da igual. Ese dinero es calderilla y ni siquiera se ha molestado en disculparse en serio. Siente que camina sobre la aguas, porque es futbolista, posa para una cadena de ropa como modelo y además vive con una estrella mundial del pop, encumbrada por unas canciones chicle y unos vídeos de apelaciones sexuales tan vistas y ramploncillas que invitan a pensar que Minnie Mouse se ha pasado al erotismo. Se llama Gerard y se apellida Bernabéu de segundo, en sarcástica paradoja para quien cultiva el antimadridismo más chabacano. Acude a las manifestaciones litúrgicas del separatismo sedicioso no vaya a ser pero se aprovecha encantado del parné y el prestigio que le reporta jugar con España. Su tupé enhiesto y enlacado presenta un nivel de sofisticación inversamente proporcional al del cerebro que hay debajo, en barbecho todavía, pendiente de ararlo con un par de libros. En realidad Piqué carece de toda importancia: los futbolistas dejan de existir al día siguiente de su retirada, al menos que pasen a engrosar la crónica de sucesos, como Maradona o George Best. La barba se tornará cana, el tupé menguará cercado por la alopecia, Mango fichará a otro crack más joven y más guapo y la buena de Shakira luchará en el gimnasio y el quirófano contra los humanos reversos de la menopausia, como hoy hace la venerable Madonna. Pero si Gerard no espabila un poco hay algo que siempre conservará: la mala educación. Si desea empezar a curarse puede ver el vídeo de anteayer en Belgrado de la selección francesa de baloncesto. La megafonía falló en los prolegómenos y La Marsellesa no sonaba. Los jugadores franceses, la mayoría unos atletas negros de dos metros, lo arreglaron fácil: se arrancaron a cantarla a capella entre aplausos admirados del público serbio. Eso nunca lo haría Piqué Bernabéu, español que reniega de su país y astro en el gran mundo, pero con diminuto mundo interior. IGNACIO CAMACHO EL DEMONIO EN EL CUERPO El espectáculo de la información no espera a los forenses. Necesita encajar el caos en moldes causales prefabricados D JM NIETO Fe de ratas URANTE el proceso de escritura de A sangre fría Truman Capote simpatizó hay indicios de una relación al menos emocional con uno de los asesinos de Holcomb. Una lectura atenta de ese libro estremecedor conduce a pistas morales que relativizan la insensible dureza del crimen o sugieren la importancia del contexto social en la crueldad de sus autores. Pero Capote no abandona en una sola línea su compromiso esencial con el relato de hechos; la sacudida medular que provoca la cruda violencia de sus páginas la determina una técnica de deslumbrante precisión literaria en el uso de los materiales descriptivos. No se trata de objetividad, esa categoría tan ambiciosa como imposible en toda narración humana si fuera objeto, sería objetivo; como soy sujeto, soy subjetivo decía Bergamín ni siquiera de una honradez intelectual dudosa en el punto de partida, sino de pulcritud profesional, de confianza en el poder de la palabra para abrirse paso por sí misma. Una cuestión de eficacia. Aquella obra maestra fue considerada pieza fundacional de un influyente género, entre literario y periodístico, caracterizado por el rigor factual como hilo narrativo. El periodismo posmoderno ha malversado ese legado de escrúpulo documental al someterse a la demanda social de explicaciones urgentes y de juicios de valor sesgados. Bajo la presión de las ciberredes, donde impera la precipitación arbitraria del comentario prejuicioso o simplemente imbécil, los medios relatan sucesos criminales con un afán editorialista y hasta sentencioso antepuesto a la sagrada atención a los datos. El padre que mata a sus hijas para vengarse de su exmujer; el joven psicópata que asesina a muchachas por despecho sentimental; o ya, en el colmo del efectismo sensacionalista del testimonio indirecto, la madre que degüella a un bebé porque tenía el demonio en el cuerpo Alguna minerva del determinismo psicofísico sugiere incluso que la actual ola homicida tiene que ver con el intempestivo recalentamiento atmósférico. Y no falta la ideologización instrumentalista que exige, antes de que la investigación judicial o policial establezca siquiera motivaciones indiciarias, la necesidad de adecuar tal o cual norma a determinadas corrientes de ingeniería legislativa. No basta con contar los hechos; hay que establecer fulminantes secuencias explicativas, dotarlos de argumentalidad express para encajarlos a medida de las audiencias en un molde causal prefabricado. El espectáculo de la información requiere conclusiones, dictámenes, veredictos inmediatos. El ritmo de la posmodernidad no puede esperar los análisis forenses ni el periodismo tiene paciencia documentalista. Populismo informativo. Para qué detenerse en la retorcida complejidad de una mente criminal cuando el público requiere explicaciones sencillas que le ordenen el caos del mundo en un par de frases o de líneas.

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