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ABC CORDOBA 05-08-2015 página 13
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ABC CORDOBA 05-08-2015 página 13

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ABC MIÉRCOLES, 5 DE AGOSTO DE 2015 abc. es opinion OPINIÓN 13 UNA RAYA EN EL AGUA ANTOLOGÍA DEL RECUADRO ANTONIO BURGOS TOCANDO EL ALA DE TU SOMBRERO Hay algunos, como el cantante apodado El Barrio, que yo creo que no se lo quita ni para dormir, seguro que ese tío duerme con el sombrero puesto ¿C ÓMO era aquello del delicioso Amarraditos de María Dolores Pradera, esa gran señora virreinal que ha hecho por las relaciones entre España e Hispanoamérica siete mil millones de veces más que el Instituto de Cooperación y encima sin trincá que decía El Beni? Ah, sí. Es como una película. Qué descripción más visual y deliciosa. Es que la estás viendo montada en una volanta, el coche de caballos más colonial, si no me corrigen los del Club de Enganches. Dice así esa película sepia en la sala de proyecciones de la inmensa capacidad de creación de hermosuras que tiene la voz de la Pradera: Nos espera nuestro cochero frente a la iglesia mayor y a trotecito lento recorremos el paseo, tu saludas tocando el ala de tu sombrero mejor y yo agito con donaire mi pañuelo... ¿De Chabuca Granda, como La flor de la canela y tantas canciones que María Dolores ha inmortalizado? No, este valsecito criollo peruano es paradójicamente de dos argentinos: de Belisario Pérez y Margarita Durand. Como a María Dolores le gusta decir el autor cada vez que canta una canción, como siempre hace cuando borda mis Habaneras, la de Sevilla y la de Cádiz, por eso he querido decir quién escribió esos versos del otro lado del mar que me han hecho recordar la moda sevillana de los sombreros que comentaba aquí ayer, muchos de ellos por cierto hechos en la más que encomiable e histórica fábrica sevillana de Fernández y Roche, la sombrerera de la calle Arroyo de toda la vida desde 1885, que cubre la cabeza de medio mundo, entre otros de los judíos de la estricta observancia en Nueva York y en Israel o las clásicas tiendas Locks Hats o Bates Hats de Londres. Ojalá en Sevilla pudiera decirse lo de tocando el ala de tu sombrero Aquí han vuelto los sombreros, pero nadie practica el tratado de cortesía de su uso. Había un lenguaje del sombrero como existía otro del abanico y de la tarjeta de visita. Con un sombrero, un abanico o una tarjeta, los españoles de la Restauración podían declararle el amor a un pibón, retar en duelo a un tío esquinado o rendir homenaje a la bandera. El personaje de la Praderita se tocaba el ala de su sombrero para saludar desde el coche de caballos a algún conocido en uno de esos paseos americanos con un nombre que no sabes si estás en Sanlúcar o en La Habana, como la Calzada de la Infanta. Es curioso en este rito que todo el mundo dice esto es para quitarse el sombrero pero, cuando lo lleva, no se destoca ni aunque pase el Santísimo, que he visto en el Corpus a niñatos con el sombrerito cani de alas ridículamente estrechísimas encasquetado ante la Custodia de Arfe. Vamos, como los seises, que tienen, como Grandes de Sevilla que son, el privilegio de estar cubiertos ante Su Divina Majestad, como los Grandes de España lo tenían ante el Rey. Cuando el sombrero era una prenda cotidiana y no una moda o un tratamiento médico preventivo, los señores sabían que por la calle había que saludar haciendo como el que se quitaba la mascota ante una dama si era invierno o el jipijapa si verano. Y que ante una señora había que destocarse. Y que por descontado había que quitárselo dentro de las casas y de los locales públicos. Y al pasar ante una iglesia, sombrero fuera. Ya casi nadie conoce y mucho menos practica esos ritos. Hay quien se pone el sombrero al salir de su casa y no se lo quita ni aunque se encuentre con la Reina Doña Letizia en la cola de Zara (cosa bastante probable) Zara donde entra, por descontado, cubierto. Y con sombrero puesto besa el tío a las amigas que se encuentra por la calle. E incluso hay algunos, como el cantante apodado El Barrio, que yo creo que no se lo quita ni para dormir, seguro que ese tío duerme con el sombrero puesto. Así que yo me quito ahora el sombrero ante los raros sevillanos clásicos que aún practican la cortesía del rito del sombrero. ¡Que no pasa nada por destocarse para saludar y que no se coge cáncer de piel por quitarse el sombrero cuando se está bajo techo, hombre! IGNACIO CAMACHO ARTURO I EL TRAMPOSO Mas se ufana de burlar su propia ley. Es la primera vez que se anuncia con toda formalidad un golpe contra la Constitución H JM NIETO Fe de ratas AY algo extraño, algún mecanismo moral viciado, en una sociedad que en plena crisis de desconfianza sobre la política confía en un gobernante que hace trampas. Eso sucede en Cataluña, donde una parte significativa de los ciudadanos apoya a un presidente que no sólo es tramposo sino que blasona de serlo. Artur Mas lleva tiempo presumiendo de engañar al Estado, pese a que el Estado es también él, como si eso constituyese un gesto de astucia en vez de un ejercicio de deslealtad. Mas, envuelto en una grandilocuente mística mesiánica, tiende a sentirse un mito reencarnado: ora Moisés en el Sinaí, ora Ulises ante Polifemo. La realidad resulta mucho más prosaica: Arturo el Astuto no es otra cosa que Arturo el Fullero. La última de sus fullerías consiste en convocar unas vulgares elecciones de diputados autonómicos para convertirlas en un plebiscito subterfugial de secesión. El presidente de la autonomía catalana se ufana así de burlar su propia ley, creyéndose una suerte de príncipe de Maquiavelo. Pero lo hace porque sabe que puede hacerlo, que sus conciudadanos se lo permiten y hasta se lo jalean. Si hubiese cierta energía moral en lo que queda de constitucionalismo civil en Cataluña, su explícita declaración de intenciones dolosas merecería que alguien lo denunciase en un juzgado por estafa. O por golpismo: es la primera vez en España que se anuncia con toda formalidad oficial un golpe contra la Constitución. Podría hacerlo el Gobierno de la nación, claro, que de hecho ya lo hizo, por desobediencia, tras el referéndum de cartón piedra de noviembre. Con escasa eficacia, por cierto. Pero es que también hay una falla grave en la estructura política española cuando el poder central se deja engañar adrede. Cuando permite a una administración autonómica constituir un consejo para diseñar a plena luz un proceso secesionista. Cuando sanciona una monumental ofensa al Rey y a los símbolos nacionales con poco más que una multa de tráfico. O, sobre todo, cuando allega fondos privilegiados a esa autonomía a sabiendas de que sus gobernantes los emplean para construir estructuras de Estado. Al Gobierno siempre le queda el pretexto formal de cumplir la ley que Mas desafía; la obligación de esperar a que los presuntos y anunciados delitos se consumen para poder impugnarlos. Esa precaución no afecta, sin embargo, a las decisiones políticas, que muestran una permisividad escandalosa con el fraude independentista. Pero la principal responsabilidad de que las instituciones catalanas se hayan transformado en una monumental usurpación recae sobre quienes tienen la potestad de revocarla o desenmascararla con su voto. Y en ese sentido ya no ha lugar a confusiones. Mas el Tramposo ha llevado a su gente al borde de un abismo autodestructivo: a partir de ahora son los catalanes quienes deciden con plena conciencia si dan o no un paso adelante.

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