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ABC CORDOBA 12-07-2015 página 22
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22 PRIMER PLANO Grecia mantiene en vilo a Europa Los orígenes de la crisis DOMINGO, 12 DE JULIO DE 2015 abc. es ABC ABC Los buenos oficios de Francia El presidente Giscard d Estaing habla con el primer ministro griego Karamanlis en El Elíseo en noviembre de 1976. A la derecha, el entonces presidente Karamanlis firma el acta de adhesión de Grecia a las Comunidades Europeas en mayo de 1979 ABC Valéry Giscard d Estaing pronunció el 28 de mayo de 1979 un emotivo discurso en Atenas, en el que daba la bienvenida a Grecia a las Comunidades Europeas. El político francés, que presidía por entonces el Consejo Europeo, había apadrinado esta adhesión y en esta gran ocasión no dudó en utilizar su buen griego clásico para cantar las alabanzas de la civilización nacida hace más de 2.500 años. El hecho de que no muchos asistentes entendiesen sus loas no le impidió extenderse en ellas. Se trataba de la segunda vez que el club europeo abría sus puertas a un nuevo miembro. A diferencia de la ampliación de 1973 al Reino Unido, Irlanda y Dinamarca, las Comunidades habían tenido muy en cuenta un imperativo político: la necesidad de anclar en las instituciones de Bruselas a la recién recuperada democracia griega. Giscard d Estaing apoyaba a fondo al primer ministro Konstantinos Karamanlis, quien había regresado del exilio para ganar las elecciones, aprobar la Constitución de 1975 y formular la petición de adhesión a las Comunidades Europeas, invocando el generoso acuerdo de asociación de 1961 que abrió a Grecia las puertas del Mercado Común. El largo camino griego hacia Bruselas Las tribulaciones causadas por Grecia comenzaron ya dos años después de su entrada en las Comunidades Europeas, cuando Atenas anunció su primer referéndum- chantaje sistema de pensiones poco sostenible ni atajó de forma completa la corrupción endémica. Aunque parte de sus élites sí hicieron suyo el sueño europeo, la mayoría de los ciudadanos se conformó con entenderlo como un apoyo financiero continuado. Intereses geopolíticos Una vez cayó el muro de Berlín, el Gobierno griego centró sus esfuerzos políticos en conseguir que Chipre ingresara en la Unión Europea junto con los países del Este. Veían en esta operación la posibilidad de ofrecer nuevo respaldo a los greco- chipriotas y frenar a Turquía. En 2002 Grecia consiguió unirse al euro ya en marcha desde 1999 sin hacer mucho ruido, presentando unas estadísticas oficiales sorprendentes, en las que como por ensalmo y con el asesoramiento de un conocido banco de inversión había desaparecido la inflación y el déficit público quedaba en un 1,5 En 2004 el nuevo gobierno conservador anunció que el verdadero déficit era del 8,3 Pero la celebración de los Juegos Olímpicos ese año en Atenas llevó a aumentar la deuda sin reducir el gasto público, aprovechando que se podía financiar en las mismas condiciones que Alemania. Los acreedores no valoraron el riesgo de seguir financiando alegremente a un país que se endeudaba a toda velocidad. Justo en ese año, Francia y Alemania, en vez de aceptar sanciones por incumplir los límites de gasto público señalados en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, lo reformaron para hacerlo más flexible, una señal que resultó nefasta en países como Grecia. En otoño de 2009, en plena crisis financiera, el gobierno recién elegido del Pasok hizo de nuevo las cuentas y comunicó a Bruselas un déficit del 14 en lugar del 2,7 Fue una repetición milimétrica de la confesión de 2008. Los líderes europeos se dieron cuenta de que este agujero hacía peligrar JOSÉ M. DE AREILZA Ingreso en 1980 La petición de ingreso fue acogida con reservas debido a los problemas sociales y políticos que arrastraba el país, la debilidad de su sistema financiero, una alta inflación y una agricultura poco modernizada. Pero el tándem francoalemán impuso su visión geopolítica e invocó entre otras cosas la pertenencia de Grecia a la OTAN desde 1953. Grecia ingresó en 1980 con un trato favorable para su agricultura y unos períodos transitorios que permitieron ensayar su adaptación en otros sectores. La Comisión, no obstante, por primera vez estableció la siguiente con- dición: para convertirse en Estado miembro el candidato debía garantizar la democracia y el imperio de la ley. Los socialistas y comunistas griegos votaron en contra de la ratificación del tratado de adhesión. A diferencia de España, no hubo un gran consenso proeuropeo detrás de esta decisión de tanto calado constitucional. Cuando Andreas Papandreu, líder del Pasok, ganó las elecciones en 1981 anunció que renegociaría los términos de la adhesión e incluso convocaría un referéndum para decidir sobre la permanencia en las Comunidades, una consulta que nunca llegó a realizar. El socialista consiguió a cambio un incremento de los fondos europeos. En Bruselas, los sucesivos gobiernos helenos se granjearon enseguida fama de hipernacionalistas, en buena medida por su tendencia a vetar cualquier aproximación a Tur- quía por parte de las Comunidades. El peso político y económico de España, que empezaba a negociar en 1977 su ingreso, alertó a los negociadores comunitarios de que nuestro país podía ser una gran Grecia si, una vez dentro de Europa, imitaba el comportamiento de Atenas. El presidente Giscard d Estaing no tuvo reparos en vetar varias veces estas negociaciones, que se alargaron ocho años y acabaron con condiciones mucho más exigentes que las de la adhesión griega. Por su parte, el país heleno no desarrolló, como otros recién llegados al proyecto de integración, un europeísmo que le llevase a un proceso de modernización de la economía y la sociedad. Nunca consiguió organizar un sistema eficaz para cobrar impuestos y desarrollar una cultura cívica para entender por qué pagarlos. No redujo el tamaño desmesurado de su Estado, un

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