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ABC CORDOBA 22-06-2015 página 14
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14 OPINIÓN LLUVIA ÁCIDA PUEBLA LUNES, 22 DE JUNIO DE 2015 abc. es opinion ABC DAVID GISTAU SIMPATÍA Ya no quieren decapitarnos en la guillotina, ni empalarnos, ni quemarnos dentro de las iglesias como en el 36 H A sido declarado el estado de simpatía. Personalmente, detesto a los simpáticos tanto como a los emotivos, los sensibles, los solidarios, los conmovidos, los enamorados, los ilusionados, los capaces de llorar, los que se detienen a oler una flor, los que se quejan si les entran duro y los portadores en general de lacitos en la solapa. Por ello me siento aún más desplazado ahora que la política, impregnándose de sirope socialdemócrata, decide que los españoles infantilizados necesitamos simpatía como hasta hace poco disciplina, rigor y golpes de regla en las yemas de los dedos, así como verbos conminativos entre puntos de exclamación cuando nos exigían que abrazáramos el activismo en lugar de hacernos los remolones. La primera consecuencia es la mutación de Pablo Iglesias en sus carteles electorales. El hombre que jamás sonreía por lo mucho que lo agobiaba el destino de la patria. El que se hizo fotografiar oteando los peligros en el horizonte un poco como en el retrato de Korda donde el Che vislumbra, mientras se cita mentalmente con el peligro, el desembarco en Bahía Cochinos. Ese mismo personaje ahora sonríe tanto, como lo hace un político convencional menos abrumado por el peso del destino, que se arriesga incluso, no ya a que se le vean los dientes, sino a aflojar la tensión de su discurso redentor: cómo no va a relajarse uno y a dar por terminadas las emergencias de la crisis si hasta Casandra sonríe, si incluso los profetas apocalípticos se han vuelto simpáticos y guays y van por ahí traficando con felicidad. Es lo mismo que dice Carmena de sus concejales. Ya no están enfadados, con ese enojo tan No Future Se les ha pasado, oiga, la revolución era un pronto. Incluso les da un poquito de vergüenza haberse enfadado tanto. Ya no quieren decapitarnos en la guillotina, ni empalarnos, ni quemarnos dentro de las iglesias como en el 36, ni hacernos tic- tac. Ahora quieren resultarnos simpáticos. Propagar una dicha obligatoria de la que sólo pueden autoexcluirse los vampiros de la derecha, con su costumbre de vivir en la oscuridad: les arde la piel al contacto con la bondad providencial de Podemos. Verano azul. La pandi. Chanquete. Con todo, no hay espectáculo mejor que el de Rajoy después de que alguien lo convenza de que debe empatizar más. Me lo imagino llevando en el bolsillo un papelito con sugerencias para cuando se cruce con periodistas. 1. -No ordenar al conductor que los atropelle. 2. -Dedicar un tiempo no inferior a 45 segundos a preguntarles por sus familias y o sus equipos de fútbol favoritos. 3. -Arquear levemente los labios de forma que adquieran la expresión aproximada de una sonrisa. No. No puede funcionar, y eso también lo sabe Rajoy, quien, en los únicos, mínimos cambios consentidos al ruido ambiental, ha ascendido a unos cuantos muchachos de sonrisa natural para poder ser simpático por delegación. Salgan a la calle y empaticen. Y no sé qué es empatizar, habrá pensado, pero espero que se haga con la ropa puesta. EL ÁNGULO OSCURO JUAN MANUEL DE PRADA LA TRAGEDIA GRIEGA A los griegos, el despojo se lo hacen de manera salvaje E S, en verdad, trágico que los griegos, que convencieron al mundo de la inmortalidad del alma, tengan ahora que humillarse, tratando de convencer a unas viragos tan anafrodisíacas como Merkel o Lagarde de que no los declaren en quiebra. ¡Y luego dirán que el mundo moderno no ha traído la decadencia a nuestra civilización! Paseando entre viñedos y mármoles, los griegos se pusieron hace casi tres mil años a hablar de todo lo divino y lo humano; y, sin darse importancia, descubrieron la filosofía. Pero aquellas charlas que sirvieron a los griegos, allá en el alba de la civilización, para descubrir que había un Logos que regía el mundo no les sirven ahora, en esta noche oscura, para convencer a las viragos Merkel y Lagarde, unas capataces de la secta plutocrática armadas de látigo que sólo entienden de números. Los ñoños repiten que Europa es hija de la filosofía griega, el derecho romano y la religión cristiana; cuando lo cierto es que es hija de su abolición. Pero no deja de tener su miga que esas tres patas del banco floreciesen entre pueblos meridionales, amantes del vino y de las charlas chispeantes que alargan la sobremesa, lo mismo en el banquete de Platón que en las bodas de Caná. Contra estas delicias de la sobremesa protestaron los pueblos septentrionales, imponiendo la acción sobre la conversación y exaltando la solicitud terrena, aquella sacra auri fames ¡maldita hambre de dinero! que había execrado Virgilio, mientras se dejaba arrullar por el zumbido de las abejas. El triun- fo de aquella protesta consiguió que, incluso entre los pueblos meridionales, la gente dejase de retozar a la orilla del río y se desazone urdiendo modos de allegar dinero. Esta solicitud terrena destruiría a los dispendiosos pueblos meridionales, sometiéndolos a los septentrionales, que actúan al modo de un hormiguero y fomentan que los ricos inmorales se hagan inexpugnables, hasta convertirse en secta plutocrática. El método de enriquecimiento y dominación de esta secta lo explica a la perfección Quevedo en su sátira La isla de los monopantos Consiste en animar a los Estados a que gasten sin tasa, prestándoles dinero para luego reclamárselo; sólo que el dinero que los Estados gastan es un dinero que nunca existió, creado taumatúrgicamente por la secta plutocrática, mientras que el dinero que los Estados tienen luego que devolver es dinero amasado con el sudor, las lágrimas y la sangre de los pueblos expoliados. A los griegos, el despojo se lo hacen de manera salvaje, porque sus gobernantes osaron sacar pecho, siquiera de pico, contra la secta plutocrática; y, para ponerlos de rodillas, la secta permite la fuga de capitales y otras perrerías financieras que están convirtiendo Grecia en un páramo ruinoso, saqueado como en tiempos de lord Elgin y acechado por los leones de la avaricia, prestos siempre a lanzar su dentellada. A los españoles, el despojo nos lo hacen ¡de momento! de manera fina, porque nuestros gobernantes no han osado rechistar a la secta plutocrática y se han mostrado muy serviciales caniches de sus directrices, bajando sueldos, aumentando impuestos, rapiñando ahorros, racaneando servicios, etcétera. Y todo ello para satisfacer la sacra auri fames de la secta plutocrática, que exige los pagos puntuales de los intereses de la deuda, mientras comprueba regocijada cómo la deuda sigue creciendo sin parar. Así se garantiza que los españoles sigamos esclavizados hasta que San Juan baje el dedo. Que lo bajará. Y entonces veremos arder en el lago de fuego y azufre a la secta plutocrática, junto a sus capataces, las viragos Merkel y Lagarde. Pero hasta que llegue ese día nos van a comer las asaduras.

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