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ABC CORDOBA 03-05-2015 página 15
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ABC DOMINGO, 3 DE MAYO DE 2015 abc. es opinion OPINIÓN 15 EL RECUADRO UNA RAYA EN EL AGUA ANTONIO BURGOS EL EGÓMETRO Los votantes de Ciudadanos tenían que haber aplicado el egómetro a Albert Rivera antes de meter su papeleta ABLANDO de la lentitud de la Justicia y la congestión de los juzgados, me dijo un día don Santos Bozal Gil, sabio, prudente y ponderado magistrado de Sevilla, que todo se arreglaría si la gente usara más el logómetro. La Justicia está colapsada por falta de logómetros. Como su mismo nombre indica, el logómetro es el aparato para medir las palabras. Gran parte de los asuntos, banales muchos, que colapsan los juzgados se deben a que a los demandados, como no tenían logómetro a mano, se les calentó la boca, no midieron bien sus palabras y como dice Raquel Bollo: -Te voy a mandar a mis abogados y te van a poner una querella que se va a mear la perra. Los letrados de estos frecuentadores de estrados en el deporte nacional de la querella y la demanda son como los plátanos de Canarias: dos mejor que uno. Ninguno amenaza al que no usó el logómetro con que le va a azuzar a su abogado, un solo letrado. Para que quede resultón tienen que ser mis abogados Por eso cada vez más los bufetes llevan esos nombres de letrados enchampelados con el americano signo Pérez, Gómez Sánchez Abogados Quien mejor sabe usar el logómetro en España es Jorge Javier Vázquez. Usa logómetro direccional. Lo ha orientado con dirección a la Pantoja y ha comprobado logómetro en mano que si los colaboradores se injurian y calumnian unos a otros, entre sí, no ocurre nada. Pero que si osan decir lo más mínimo sobre la antigua capitana del adiós, barquito velero del marinero de luces, eso: se va a mear la perra. H Al modo del utilísimo logómetro (con enfriador de boca incorporado) sería muy conveniente que en la política patria se empezara a utilizar cuanto antes el egómetro. Urge el uso del egómetro ante las inminentes elecciones municipales y autonómicas del Domingo del Rocío. Si hubieran usado el egómetro, los votantes andaluces de Ciudadanos no estarían ahora tan decepcionados y cabreados por el apoyo dado a Susana Díaz para su investidura por parte de Marín, que no se olvide es de Sanlúcar de Barrameda, tierra proveedora de langostinos para las mariscadas de la UGT. Los votantes de Ciudadanos tenían que haber aplicado el egómetro a Albert Rivera antes de meter su papeleta en la urna, y sabrían que tiene uno de los mayores egos de la política, capaz de todo. Como tengo un buen egómetro (paisano de las cuentas opacas de los Siete Niños de Pujol, pues me lo compré en Andorra) sé que estos nuevos partidos que se presentan como salvadores de España son los que más altos índices de ego dan en sus dirigentes. Le apliqué mi egómetro a Rosa Díez y por poco se me funden los plomos del aparato, de lo alta que se fue la aguja y de los fogonazos que pegaba la luz roja de peligro máximo de ego desbordante y desbordado. Una cosa así se me ha puesto la aguja del egómetro cuando se lo he aplicado a Albert Rivera, lo que explica su postura andaluza. Y hablando del comienzo de la temporada de deshinchado de globos (que coincide con la de los caracoles) egómetro en mano he comprendido perfectamente por qué Podemos ha roto en Casta. En Podemos ha habido como una competición entre Monedero y Pablo Iglesias a ver quién la tenía más grande: la dimensión de su ego, por supuesto. Hay egos de estos tíos de UPyD, de Ciudadanos y de Podemos que no caben en el Bernabéu. Aunque en los partidos tradicionales de la Transición, que vienen a ser como liberales y conservadores en la Restauración, tampoco anda mal despachado el ego de sus líderes. Susana Díaz negocia con un edecán de Ciudadanos porque un choque directo de su ego con el de Albert Rivera originaría un terremoto peor que el del Nepal. Y el propio Rajoy, ahí donde lo ven, tampoco anda mal despachado de ego, que yo creo que no le cabe en la Moncloa cuando anuncia que, tranquilos, yordis, que hay que votarlo a él, porque sabe lo que se hace y hay que tener confianza. En su ego, claro. Que se le está poniendo tamaño Felipe González. IGNACIO CAMACHO EL ZORRO EN LA TORMENTA El olfato zorruno de Felipe apuesta por la estabilidad bipartidista frente a las noveleras tentaciones de rupturismo Felipe González, gato viejo, hay que escucharlo. Arrogante, a menudo displicente y pagado de sí mismo, sigue teniendo ese intangible genérico que se suele llamar visión de Estado. Para muchos españoles de esas nuevas generaciones que han acuñado un concepto adanista de la política tal vez sea un dinosaurio con el corpachón atrapado en las puertas giratorias que relacionan al poder con la alta empresa, pero su análisis es sensato, pragmático y maduro: tres condiciones que se echan en falta en esta democracia novelera, volátil y algo histérica. El desprecio por las opiniones senatoriales es una patología caprichosa de sociedades trivializadas; con todos sus defectos a cuestas Felipón aún podría merendarse en cualquier debate a la colección entera de mesías populistas que proliferan en el prime time tertuliano. González se mueve porque lleva tiempo preocupado por la levedad de la izquierda. El hombre que convirtió al moderno PSOE en un largo proyecto de mayoría social percibe riesgo cierto de que su partido desemboque en la irrelevancia. Conserva cierta autoridad moral entre la militancia más antigua pero se siente desdeñado por la actual dirigencia. Con su olfato zorruno atisba un peligro inmediato y otro remoto: que la socialdemocracia pierda el voto útil y que el retroceso conduzca al abandono de la vocación de liderazgo. Su intuición le dice que acercarse a los postulados y exigencias de las nuevas fuerzas emergentes conduce a la disolución de la propia identidad orgánica. Ésa es la clave de sus críticas a Susana Díaz por ofrecer las cabezas de Griñán y Chaves. Felipe ve a la presidenta andaluza con más empaque y proyección que Pedro Sánchez pero teme que urgida por las necesidades inmediatas no sepa administrar su hegemonía. En su etapa de poder siempre pugnó por impedir que a la izquierda del PSOE creciera ninguna opción sólida; por eso siente inquietud ante los previsibles pactos con Podemos. Es el único socialista de relieve que se ha dado cuenta de que el partido de Pablo Iglesias acecha el sorpasso que nunca logró Izquierda Unida. Y el único que apuesta por la transversalidad bipartidista como estrategia para cerrarle el paso al rupturismo. Considera en eso se parece a Rajoy que los nuevos partidos son producto de una inestabilidad social que se apaciguará cuando la recuperación se consolide, y estima un error darles oxígeno que los asiente en la escena política. La decepción gonzalista con los suyos es patente. Lleva tiempo trabajando a favor de un nuevo pacto de Estado para amarrar la estabilidad y ve al PSOE alejándose hacia la marginalidad en beneficio de los marginales. Aunque tal vez no haya entendido el peso de la corrupción que lo destruyó a él- -en el estado de opinión pública, es de los pocos socialistas que saben que el pragmatismo es el único modo de anclarse frente a un huracán de ansiedad colectiva. A JM NIETO Fe de ratas

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