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ABC CORDOBA 23-03-2015 página 14
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14 OPINIÓN VIDAS EJEMPLARES PUEBLA LUNES, 23 DE MARZO DE 2015 abc. es opinion ABC LUIS VENTOSO EXPERIMENTOS Singular idea querer ganar con un absoluto desconocido n todas las democracias el candidato importa. Muchos votos son patrimonio personal del rostro del cartel, que en algunos casos tira de sus siglas cuando se encuentran alicaídas. Pero PP y PSOE se han abonado al candidato probeta. El perfil es siempre el mismo: un apparatchik que recién abandonado el acné juvenil se afilió a Nuevas Generaciones o a Juventudes Socialistas, que nunca ha trabajado fuera de la política, que con veintipocos años ya tiene un sueldo de concejal, o de diputado autonómico, que luego pasa por el Congreso, en funciones de apretar el botón, y acaba ostentando algún cargo público. El resultado es que esas personas tocan poder sin haber ganado unas elecciones ni en su comunidad de vecinos. Los grandes políticos de Thatcher a Olof Palme viven idilios permanentes con la ciudadanía, y la única prueba de que esa conexión existe no son las loas jabonosas del tertulianismo afín, sino las urnas. En enero algunas encuestas alertaban de que a Juan Manuel Moreno Bonilla no lo conocían la mitad de los andaluces. Una cadena de televisión de capital de derechas, que tiene la originalidad de dedicarse a zumbarle al PP a tiempo completo, llevó a cabo un demoledor experimento callejero en Córdoba. Sacaron a un cómico a pasear haciéndose pasar por el tal Bonilla y la mayoría de los viandantes lo daban por bueno, pues desconocían por completo al Juan Manuel de verdad. Moreno Bonilla era un eficiente secretario de Estado de Servicios Sociales y un tipo amable y muy trabajador. Eso lo sabía la vicepresidenta del Gobierno, que simpatizaba con él y lo promocionó como candidato, contra el criterio de la secretaria general del partido. Pero el problema es que esas cualidades las conocía ella, no los andaluces. Curioso pensar que en el consejo de ministros, con la excepción del presidente, casi nadie ha ganado unas elecciones como cabeza de cartel, salvo Soria, alcalde de Las Palmas, y Alonso, que fue un exitoso alcalde en Vitoria. Rajoy ha sido leal con su apuesta y ha mitineado con intensidad en favor de Bonilla. Decisión noble, pero poco astuta, porque era quemarse con un caballo perdedor. Susana Díaz otra candidata probeta ha armado unos comicios al calor de un berrinche para dejar a su partido clavado en los resultados que ya tenía y a ocho escaños de la mayoría absoluta, la meta que buscaba para tener las manos libres. Su victoria atiende en realidad al descalabro del PP que se pega un bonillazo de 17 diputados y el 14 de los votos (de los que la mitad, ojo, se han ido a Ciudadanos, partido bisagra que ahora tendrá que retratarse) Los comicios dejan el alivio de que la crecida bolivariana, aunque notable, no era tan fiera como lo pintaban, pues suma algo más de lo que antaño se llevaba Izquierda Unida. La fragmentación del voto es común a toda Europa, porque la crisis fue hondísima y el enojo dura. Le Pen en Francia, Democracia 66 en Holanda, Syriza, UKIP en el Reino Unido... No es un sarampión español. Tampoco Rajoy es Bonilla, aunque para ganar bien las elecciones deberá hacer más política y contar con los políticos del PP que ha, berlos haylos. Puedes ser un funcionario superdotado y un candidato liviano. E EL ÁNGULO OSCURO JUAN MANUEL DE PRADA LOS ÚLTIMOS DE FILIPINAS Algunos no claudicaron nunca, y siguieron escribiendo en español hasta entregar el hálito R ESULTA, en verdad, pavoroso, comprobar cómo en menos de medio siglo los americanos se las arreglaron para arrasar salvajemente el legado español en las Filipinas. Mientras los bulldozers trabajaban a destajo, reduciendo a escombros la hermosa arquitectura española, para tapizar de cemento los solares o erigir en ellos pomposos y execrables edificios neoclásicos y masonizantes, miles de maestros y predicadores pagados por el Gobierno yanqui desembarcaron en Manila y fueron repartidos por las aldeas, para extender su evangelio negro entre las almas a través del inglés, que se presentaba ante las nuevas generaciones como la lengua del progreso y el futuro, frente al español, que caracterizaban como idioma de la reacción y la caverna. Pero hubo una generación de escritores auténticos últimos de Filipinas que, en aquellos años de oprobio, siguieron escribiendo en español, con el mismo carácter numantino y el mismo empeño heroico en defender una causa perdida que los soldados de Baler. Novelistas como Antonio Abad, poetas como Fernando María Guerrero o ensayistas como Teodoro M. Kalaw que se mantuvieron fieles a su lengua, al cobijo de los periodiquitos españoles que todavía subsistían en Manila, cada vez más esmirriados y languidecientes, y estimulados por el premio Zóbel, que hasta hace muy pocos años ha seguido premian- do paladinamente la mejor literatura filipina escrita en español. Podemos imaginarnos a estos últimos de Filipinas, refugiados en cafés o casinos, como minotauros en su laberinto de palabras que ya nadie usaba; podemos imaginarlos escribiendo poemas sin destinatario, conscientes de que las esquelas de los periódicos que anunciaban la muerte de sus amigos eran un certificado irrevocable de que su obra se quedaría pronto muda; podemos imaginarlos volviendo a casa, bajo la lluvia tropical, descubriendo que la tinta del poema que acababan de escribir y guardar en un bolsillo de la chaqueta se había desleído. Algunos no claudicaron nunca, y siguieron escribiendo en español hasta entregar el hálito, cuando ya ni siquiera había periódicos que publicaran sus poemas; cuando ya ni siquiera tenían familiares que hablasen español a los que poder regalar su último poemario. El Instituto Cervantes de Manila se ha propuesto rescatar a estos autores en su colección Clásicos Hispanofilipinos en una labor benemérita que nos restituye obras sepultadas en el olvido. Evoco la memoria de estos escritores que murieron fieles a la lengua española, mientras paseo con Carlos Madrid, director del Cervantes de Manila, y sus colaboradores José María Fons y Jorge Mojarro, mis desvelados anfitriones en estas jornadas manileñas, por el menesteroso barrio de Quiapo, donde se alza uno de los monumentos más peregrinos y pasmosos del mundo, la iglesia neogótica de San Sebastián, construida toda ella en metal, para resistir los terremotos, en la última década del siglo XIX, justo antes de que llegaran los yanquis con sus bulldozers, su cemento y su neoclásico masonizante. Y, recordando a estos escritores que se fueron quedando a solas con la lengua española, como se queda sola en el andén la novia que va a despedir al soldado que parte para el frente, trato de imaginarlos en sus tertulias de café, cada vez menos concurridas, cada vez más pobladas de fantasmas, hasta el día en que ya sólo quedase uno, sin poder leer a nadie sus poemas, absorto en su soliloquio funeral. Pero rectifico enseguida. Ese último poeta filipino en lengua española nunca se quedó sólo. Cuando sus colegas ya habían muerto, aún pudo leer sus poemas a Dios, que es nuestro único crítico literario fiel y fiable.

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