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ABC CORDOBA 15-02-2015 página 20
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18 PRIMER PLANO DOMINGO, 15 DE FEBRERO DE 2015 abc. es ABC CRISIS EN EL PARTIDO SOCIALISTA La hoguera perpetua Tres años después del descalabro del zapaterismo, el PSOE no logra superar su debilidad interna ni levantar un nuevo proyecto de mayoría social IGNACIO CAMACHO MADRID a sido una víctima colateral. Un pianista de salón tiroteado por el sheriff a guisa de demostración intimidatoria. No hay nadie en el PSOE que no sepa que el balazo político que ha tumbado esta semana a Tomás Gómez, líder de la federación madrileña y candidato autonómico, iba en realidad dirigido contra Susana Díaz. Un disparo de advertencia efectuado por el secretario general, Pedro Sánchez, para afirmar su cuestionada autoridad en el partido. Un episodio más del pulso de liderazgo que vive la socialdemocracia española en el momento más delicado de su reciente historia. El partido que más tiempo ha gobernado España desde la Transición, el que diseñó bajo el mandato de Felipe González las bases de la arquitectura política del actual Estado, el que los españoles contemporáneos han identificado históricamente como la organización más parecida a su propio retrato colectivo, atraviesa una crisis letárgica que amenaza su papel estructural en la vida pública nacional. Tres años después del descalabro del zapaterismo, el PSOE no logra su- H perar su debilidad interna ni levantar un nuevo proyecto de mayoría social. Las expectativas que deberían corresponderle por el desgaste de un PP obligado a gobernar bajo las severas restricciones económicas de un duro ajuste se han disipado en la oleada del desencanto ciudadano por la corrupción y el colapso institucional del sistema bipartidista. Y una fuerza de reciente aparición, capaz de aglutinar el descontento en un frente de rechazo, se siente con fortaleza para arrebatarle el voto útil de la izquierda, el gran pilar sociológico sobre el que se edificó la hegemonía felipista. El surgimiento de Podemos ha desestabilizado a un Partido Socialista que no ha encontrado la línea de oposición capaz de sacarle del marasmo en que lo sumergió el desplome zapaterista. La etapa de Pérez Rubalcaba se consumió en una convalecencia quebradiza, una debilidad que ha permitido la irrupción del proyecto radical de Pablo Iglesias con su eficaz y carismática proclama populista. Y ni siquiera la victoria en unas elecciones primarias ha permitido a Pedro Sánchez asentar un nuevo liderazgo con legitimidad unánime. Falto de arraigo en un partido emocionalmente huérfano, pendiente de articular una imagen antes que un discurso, el secretario general carece de la auctoritas interna que pueda permitirle cohesionar la organización. Ayuno de la confianza de los líderes territoriales y la vieja guardia bracea en un oleaje agitado por la conspiración de los suyos y el estado de nervios que causa el avance continuo de Podemos, cuyos dirigentes están decididos a convertirse sin tapujos en el eje de la izquierda española. En este contexto, la destitución fulminante del candidato madrileño aparece como un intento de afianzar la legitimidad del líder mediante un golpe de autoridad ejecutado contra la pieza más débil de entre sus rivales, aunque de gran repercusión por el carácter simbólico de la plaza. Golpe al susanismo Sánchez ha enviado un mensaje a su principal rival, la presidenta de Andalucía, y ese mensaje es el de que no piensa abdicar de su responsabilidad porque se considera respaldado por los votos de la militancia. Un hecho que el susanismo no acaba de aceptar por la sencilla razón de que fue la federación andaluza la que le proporcionó la masa crítica necesaria para vencer en el proceso electoral interno. Díaz intentó ser elegida por aclamación y al fracasar en ese empeño no se atrevió a desafiar a Eduardo Madina en unas primarias. Eligió a Sánchez y volcó sobre él su influencia para mandar por persona interpuesta y solventar de forma provisional la crisis hasta que ella pudiese aclarar su propio calendario. Naturalmente, una vez investido por el sufragio directo, el secretario general se siente en condiciones de imponer su propio criterio. No está dispuesto a calentarle el sillón a Díaz y piensa hacer frente a cualquier intento de desestabilización o sabotaje. Por eso el episodio de Madrid tiene un carácter decisivo en el equilibrio de poder de la organización. Susana

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