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ABC CORDOBA 07-02-2015 página 13
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ABC CORDOBA 07-02-2015 página 13

  • EdiciónABC, CORDOBA
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ABC SÁBADO, 7 DE FEBRERO DE 2015 abc. es opinion OPINIÓN 13 UNA RAYA EN EL AGUA EL ÁNGULO OSCURO JUAN MANUEL DE PRADA EL PLACER DEL PERIÓDICO La lectura gustosa es una experiencia que nada tiene que ver con la lectura funcional o maquinal O TRAS plumas menos torpes que la mía han glosado aspectos muy jugosos o polémicos de la reciente intervención del director de ABC, en el foro de la Nueva Comunicación. Yo quisiera dedicar este artículo a glosar una breve alusión que Bieito Rubido hizo, en medio de su perspicaz alocución, al placer que nos depara la lectura de un periódico, mientras se saborea el desayuno. Fue una mención tímida que apenas desarrolló, no sé si por pudor de adentrarse en pasadizos íntimos o porque el tiempo lo apremiaba y juzgó que aún restaban por desarrollar otras cuestiones de mayor enjundia. Pero el caso es que el asunto es mucho más enjundioso de lo que parece, porque la lectura gustosa es una experiencia que nada tiene que ver con la lectura funcional o maquinal que realizamos a matacaballo, como la comida sabrosa nada tiene que ver con la comida rápida que hacemos para aplacar el hambre. Suele escamotearse esta diferencia radical porque, si la hiciésemos, repararíamos en la existencia humillante que sufrimos; y porque a quienes han conseguido que la suframos sin rechistar no les conviene que caigamos en la cuenta de los placeres menudos a los que hemos renunciado, los placeres sencillos que hasta hace poco formaban parte naturalmente de nuestra vida y que ahora se han convertido en placeres inaccesibles, borroneados por la gi- rándula de urgencias que nos impone eso que llamamos, ingenuamente, nuestro ritmo de vida (y digo ingenuamente porque el ritmo de vida nunca es nuestro, ya que son otros los que nos lo imponen, para exprimirnos más concienzudamente) El dichoso disfrute que produce la lectura de un periódico nada tiene que ver, en efecto, con el insípido picoteo en una pantallita táctil, por la sencilla razón de que la lectura es un viaje de ida y vuelta, según señalaba Proust en un célebre pasaje de En busca del tiempo perdido: a la vez que absorbemos los contenidos del periódico, la introspección reflexiva nos permite que nuestra alma entre en comunicación con lo que estamos leyendo, de tal modo que el periódico, a la postre, se familiariza con la fisonomía de nuestra intimidad, entra en coloquio con ella y termina instalándose en sus aposentos. Nada de esto ocurre en la lectura de noticias que hacemos en los artilugios electrónicos, que es nerviosa y epidérmica, cuando no difusa o casi inexistente. No hay más que leer la turbamulta de comentarios que suelen acompañar las noticias en las ediciones electrónicas de los diarios, casi siempre una logomaquia aturdidora (a veces exabruptos de trolls, a veces ocurrencias y digresiones impertinentes) que delata que la noticia comentada no ha logrado adentrarse en la conciencia reflexiva de quienes la han leído (aunque tal vez sólo hayan leído unas pocas líneas, o sólo el titular, o ni siquiera) Umberto Eco señala con tino que las nuevas tecnologías se muestran incapaces de satisfacer todas nuestras demandas intelectuales. Y establece una distinción muy iluminadora entre la lectura electrónica, que viaja por delante de nosotros y se adelanta a nuestra curiosidad, procurándonos un copioso caudal de información en el que terminamos anegados, y la lectura de libros y periódicos, que viaja a nuestra velocidad, se acompasa a nuestras pesquisas intelectuales y nos permite acampar entre las palabras, para quedarnos a vivir dentro de ellas, como nos quedamos a vivir dentro del aroma de un café humeante, deseosos de prolongar el gustoso placer que procuran a nuestra alma. Y ese placer nunca podrán remedarlo los cacharritos con pantalla táctil, que sólo anhelan que vuestros dedos se vuelvan huéspedes, para que el alma se quede más rápidamente deshabitada. IGNACIO CAMACHO PRIMERO IZQUIERDA Un país de mayoría moderada fascinado con un partido al que identifica como extrema izquierda. ¿Incoherencia o cabreo? la izquierda de la izquierda de la izquierda. Más allá del BNG y de Bildu; allí donde casi se acaba el contador del ser de izquierda: ahí ven los españoles a Podemos. Y con razón, porque ahí es donde está. Los ciudadanos, la gente como dice el lenguaje neopopulista, no traga con el cuento de la transversalidad ni con el disfraz socialdemócrata y define al nuevo partido como lo que es, una fuerza extremista cuyo extremismo no engaña a nadie. Datos del CIS, basados en precisas preguntas de comprensión fácil: ¿Dónde se sitúa usted? ¿Dónde sitúa a este partido? (Por cierto, al PP lo ponen mayormente en la extrema derecha) Y sucede que a Podemos no sólo lo colocan al final de la izquierda los votantes más moderados, sino también sus propios partidarios en una inequívoca reivindicación de identidad ideológica. El truco del camuflaje, la dialéctica de arriba y abajo, no cuela. Por lo demás, la mayoría de nuestros compatriotas se sigue autoconsiderando de centro- izquierda. La crisis ha desplazado el eje unas décimas como consecuencia del desencanto antipolítico y el empobrecimiento de las clases medias, pero ahí permanece esa constante sociológica desde el principio de la democracia: somos un país de suave tendencia socialdemócrata, anclado en un vago estatalismo igualitario y receloso de la etiqueta conservadora. Por eso los arriolas y otros arúspices del perfil bajo suelen interpretar que la derecha sólo triunfa por decepción de los gobiernos socialistas, por fracaso de la corriente natural del electorado. Y por eso es un principio común de nuestra política que las elecciones se ganan desde la moderación y el centrismo. Ahora bien. Con ese autorretrato político- ideológico, ¿cómo es que Podemos tiene una estimación de voto del 24 por ciento, a sólo tres puntos del PP y por delante de un PSOE que en teoría es el partido mejor encajado en el paisaje? ¿Cómo es que aparece como la organización con mayor fidelidad de voto decidido, irrenunciable, pase lo que pase? ¿Incoherencia masiva? Tal vez, pero hay algo más: una voluntad indeclinable de ajuste de cuentas, de castigo al sistema, de catarsis. Varios millones de españoles han decidido priorizar su cabreo, su desenganche emocional, a su sentido pragmático. Quieren darle una patada a un tablero en el que se han cansado de jugar. No es un voto de la desesperación ni de la marginalidad hegemonía de funcionarios y titulados superiores, según el sondeo sino de la frustración, de la ira. Y está consolidado, aunque los expertos se empeñan en sostener, sin datos objetivos, que ha tocado techo. Puede que muchos piensen que se trata de una llamada de atención en la creencia de que no va a alcanzar masa crítica para una mayoría de gobierno. Pero unos votos sumados a otros votos van sumando muchos votos. Y en esa sacudida visceral puede cuajar una pulsión suicida. A JM NIETO Fe de ratas

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