Archivo ABC
ArchivoHemeroteca
ABC CORDOBA 31-01-2015 página 15
ABC CORDOBA 31-01-2015 página 15
Ir a detalle de periódico

ABC CORDOBA 31-01-2015 página 15

  • EdiciónABC, CORDOBA
  • Página15
Más información

Descripción

ABC SÁBADO, 31 DE ENERO DE 2015 abc. es opinion OPINIÓN 15 UNA RAYA EN EL AGUA EL ÁNGULO OSCURO JUAN MANUEL DE PRADA LA COLONIZACIÓN IDEOLÓGICA La persecución no nos la quita ni Dios, y sólo unos pocos ¡poquísimos! serán capaces de resistirla sin flaquear N varias ocasiones el papa Francisco ha recomendado la lectura de Señor del mundo, la novela de Robert Hugh Benson (1871- 1914) que, siendo argentino, podría haber leído en la traducción de Leonardo Castellani. En su última mención, remitía a esta obra para que su auditorio comprendiese mejor a qué se refiere cuando advierte sobre los peligros de una colonización ideológica que amenaza a las familias y a los pueblos. Trataremos de explicar aquí en que consiste esa colonización ideológica Aunque el Papa oculta su asunto (tal vez siguiendo la disciplina del arcano que San Agustín recomendaba a los cristianos, cuando tratasen con los paganos) Señor del mundo es una novela sobre los tiempos parusíacos (una distopía, que diría un pagano) y, más concretamente, sobre el reinado del Anticristo, que impone la religión de la fraternidad universal un humanismo sin Dios, caracterizado por la mística de la deificación del Hombre y del Progreso. Dios, en la medida que era posible conocerlo, era sólo el hombre reflexiona uno de los personajes principales del libro, el diputado Oliver Brand y la paz, no la espada que trajo Jesucristo, es la condición del progreso humano; la paz que brotaba de la comprensión, la paz que emanaba de un conocimiento claro de que el hombre lo era todo Esta paz tan estupenda la logra Felsenburgh, el falso mesías E que protagoniza la novela, alcanzando una alianza con las sectas mahometanas del Oriente; después, consiguiendo el bienestar universal, mediante el control mental de las masas y la benévola administración de la eutanasia a los díscolos y los infelices; por último, unificando el mundo bajo su autoridad, implantando oficialmente la religión humanista y erradicando los últimos reductos de cierta fe grotesca y esclavizadora propia de incompetentes, ancianos y disminuidos que se resiste a aceptar la colonización ideológica. A los pocos (pusillus grex) que para entonces profesan esa religión se les considera una secta de peligrosos delincuentes; y se decreta contra ellos la persecución, que las masas cretinizadas acogen con orgiástico alborozo ciudadano, como una auténtica fiesta de la democracia, que diría un cursi. Benson describe así la persecución decretada por Felsenburgh: En tiempos muy lejanos, el ataque de Satán se desató por el flanco corporal, con látigos, fuego y fieras; en el siglo XVI se produjo por el flanco intelectual; en el siglo XX, por los resortes de la vida moral y espiritual. Aquel ataque, en cambio, parecía llegar por los tres flancos a la vez. Sin embargo, lo que más temor producía era la influencia patente del humanitarismo: sobrevenía, como el reino de Dios, revestido de un inmenso poder; aplastaba a los imaginativos y a los románticos; asumía, más que afirmaba, su propia verdad incontrovertible; aplastaba y sofocaba, no hería, y ganaba terreno con el estímulo del acero o de la polémica. Lograba abrirse paso casi palpablemente en las conciencias. Personas que apenas conocían su nombre ya profesaban sus dogmas; los sacerdotes lo habían absorbido, igual que absorbían a Dios en la Comunión; los niños bebían su jugo como antaño hacían con el cristianismo Y, por último, llegaría a revestirse con la vestimenta de la liturgia y el sacrificio, y una vez hecho esto la causa de la Iglesia, de no mediar una intervención de Dios, habría concluido para siempre Tal intervención se producirá, según está escrito, in extremis, acabando milagrosamente con lo que Francisco denomina colonización ideológica del humanitarismo. Pero la persecución no nos la quita ni Dios, y sólo unos pocos ¡poquísimos! serán capaces de resistirla sin flaquear. IGNACIO CAMACHO LOS MARES DEL SUR Toda la sosegada rutina de Australia habría podido disiparse si Carlos IV llega a llevar adelante su plan de invasión I alguna vez hay que perderse, por cualquiera de esas cosas que pasan en la vida, háganlo en Australia. No porque esté lejos, que está a tomar por saco; ni porque al ser un dominio de Su Graciosa Majestad conserve, mezclado con un cierto tren de vida estadounidense, el inconfundible toque liberal británico. Sino sobre todo porque es uno de los sitios del mundo en que menos le importará a nadie su presencia. Un lugar cuyo concepto de la acogida, pasados los severos filtros de admisión establecidos, se basa en una indiferencia gélida y displicente. Cultura inglesa: no molestar y no ser molestado. Ese aislamiento mental el físico es obvio de anglosajones exilados pudo sin embargo irse al traste en un pliegue de la Historia. Si Carlos IV hubiese llevado a cabo el plan de invasión que trazó a finales del siglo XVIII, Australia sería hoy una ex- colonia española. Lo ha descubierto, o al menos relatado, el historiador naval Maxworthy husmeando en los archivos de la marina: cien navíos construidos en Sudamérica y artillados para bombardear Sidney, desembarcar en el quinto continente y tomarlo para la Corona al asalto. Por alguna razón, el monarca desechó la idea de extender el imperio por los mares del Sur y prefirió esperar para enfrentarse a Inglaterra frente a las costas de Cádiz, que pillaban más a mano. Quizá los australianos no lleguen jamás a imaginar de la que se libraron. La ucronía siempre es un ejercicio tramposo por indemostrable, pero resulta sugestivo imaginar el destino de la plácida Australia de haber caído al otro lado de la red la pelotita de aquella decisión estratégica. Más o menos el de las repúblicas americanas que poco después de esa época comenzaron sus procesos de emancipación. La herencia importada del caciquismo habría legado una estructura de inestabilidad y corrupción en el que la sosegada democracia anglosajona resultaría una remota referencia y la simple normalidad democrática, una excepción entre violentos paréntesis autoritarios. En dos siglos largos los populismos, las dictaduras militares y los mesianismos iluminados se hubieran sucedido en convulsas secuencias de revoluciones fallidas y golpes de Estado. El indigenismo aborigen se mezclaría con doctrinas antiimperialistas en brotes guerrilleros y discursos incendiarios. Y a cambio de una enorme fecundidad intelectual, artística e ideológica propia de comunidades atormentadas, su apacible y displicente aburrimiento actual sería un inimaginable desiderátum en medio de la incertidumbre social, la zozobra económica y el aventurerismo político. Pero aquellos barcos del almirante Bustamante jamás zarparon de Montevideo y las antípodas siguieron siendo exactamente eso: todo lo contrario de España. No parece que le haya ido mal en su civilizada rutina. Aunque, eso sí, de haber girado el péndulo algún Mundial de fútbol habría ganado. S JM NIETO Fe de ratas

Te puede interesar

Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de los productos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.