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ABC CORDOBA 29-01-2015 página 3
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ABC JUEVES, 29 DE ENERO DE 2015 abc. es opinion LA TERCERA 3 F U N DA D O E N 1 9 0 3 P O R D O N T O R C UAT O LU C A D E T E NA VIEJA Y NUEVA POLÍTICA: UNA REVISIÓN POR JOSÉ LUIS GARCÍA DELGADO Es precisamente la severísima condena que hace Ortega de la Restauración lo que merece una segunda llamada de atención. Más que en la literatura propiamente regeneracionista, es en el texto que comentamos donde ese régimen queda satanizado de modo que las burdas descalificaciones que más tarde verterán unos y otros, en defensa propia, caen sobre un terreno abonado, sobre un suelo previamente hollado de Ortega es de precipitar su tránsito definitivo. ¿Qué puntualizaciones cabe hacer a tal concepción de una España dual e incompatible? Dos me parecen en estas fechas especialmente pertinentes. Primera: no es la España de la Restauración y de los primeros años del siglo XX una España estancada en lo económico y tampoco inerte socialmente. El estudio detenido de la España de la Restauración y, en particular, de la época de Alfonso XIII inclina a un juicio muy distinto. En crecimiento económico, con extensión del tejido industrial e innovaciones técnicas agrarias, en cambios sociales, en creatividad cultural, los años interseculares y los primeros lustros del novecientos componen un período de no poca intensidad, con señalados avances en una dirección que genéricamente podemos llamar modernizadora. Es más, desde los años finiseculares, los gobiernos de la nación están adoptando medidas y emprendiendo iniciativas de cierto alcance; entre otros, en el terreno fiscal, en el campo de la legislación sociolaboral y en el terreno de la educación y la investigación, poniendo en pie ahí una armadura institucional no poco admirable, desde la creación del Ministerio de Instrucción Pública y de las Bellas Artes hasta la Junta para Ampliación de Estudios, desde el Instituto de Estudios Catalanes a la Residencia de Estudiantes o el NIETO Centro de Estudios Históricos, para cuya sección de Filosofía contemporánea, por cierto, dicos hacen marchar unos Ministerios de aluci- es elegido Ortega presidente en 1913. nación En el otro lado, por oposición, las corrientes centrales del alma española actual o s precisamente la severísima condena, corrientes de la vitalidad nacional sin matiz alguno, que hace Ortega de la Como esas dos Españas incomunicantes Restauración lo que merece una segunacaban por ser incompatibles, queda justificada llamada de atención. Más que en la do subir un último peldaño argumental: dado literatura propiamente regeneracionista, es en que es la Restauración el régimen que ha acogi- el texto que comentamos donde ese régimen do y provocado el agostamiento de las energías queda satanizado la expresión es de Varela nacionales que en otro tiempo se manifestaron, Ortega de modo que las burdas descalificaciorecinto y templo de la vieja política propia de nes que más tarde verterán unos y otros, en dela España oficial está legitimado desear y pe- fensa propia primero en la Dictadura de Pridir la desaparición de tal sistema. Ortega, al tiem- mo de Rivera, luego en la II República y finalpo que asciende por la escala argumentativa, va mente en el franquismo caen sobre un terreno elevando también el tono de sus invectivas y re- abonado, sobre un suelo previamente hollado. clamos, con uso repetido de una severa metáfo- Un daño incalculable sentenció alguien. Hubo ra: La Restauración, señores, fue un panorama de pasar lo que pasó para que se mirara con más de fantasmas, y Cánovas el gran empresario de ánimo de ponderación Marañón, uno de los prila fantasmagoría añadiendo un poco más ade- meros la paz civilizada, laboriosa y creativa lante que la Restauración fue la corrupción or- que procuró la Restauración, en palabras cien ganizada, y el turno de los partidos, como ma- veces dichas por Pedro Laín. nivela de ese sistema de corrupción Tomemos nota. Tómenla, sobre todo, quienes Consecuentemente, la bandera de la España hoy trazan apresurados paralelismos entre la vital, que se tiene a sí misma por sincera y Restauración canovista y el que denominan (con honrada al decir de Ortega, su bandera no ganas de destruirlo) régimen constitucional puede ser otra que la muerte de la Restaura- de nuestros días. ción Hay que matar bien a los muertos (sic) A la vista de que toda una España con sus goJOSÉ LUIS GARCÍA DELGADO ES CATEDRÁTICO bernantes y gobernados con sus abusos y con DE LA UNIVERSIDAD COMPLUTENSE. sus usos, está acabando de morir de lo que se MIEMBRO DE LA REAL ACADEMIA DE CIENCIAS trata, en definitiva cabe colegir de las palabras MORALES Y POLÍTICAS H AY textos destinados a ser más citados que leídos. Uno de ellos, sin duda, es el de la conferencia que José Ortega y Gasset pronunció en el madrileño teatro de la Comedia (el 23 de marzo de 1914) con el título que encabeza estas líneas. Su centenario tampoco ha servido para manejarlo más de primera mano, aunque, al coincidir con los cambios que se apuntan en el panorama electoral y la visión simplificadora que tiende a propagarse de nuestro escenario político, las referencias tópicas a dicho texto se multipliquen hoy, aprovechando el muy simple planteamiento dicotómico que le sirve a Ortega para enhebrar su, por otra parte, elaborado discurso. No será ocioso, por eso, hacer alguna acotación sobre ese núcleo central de toda la exposición orteguiana: la doble pareja de entes opuestos y correlativos que, en su opinión, eran la España oficial y la España vital por un lado, y la vieja política y la nueva política por otro, con el vibrante colofón que titula la muerte de la Restauración La idea, esas dos Españas antitéticas que viven juntas pero que son perfectamente extrañas la una para la otra, no es original de Ortega: Santos Juliá ha rastreado sus alargadas raíces, encontrando en Giner y en Costa formulaciones ya muy decantadas. Lo que sí hace Ortega es darle empaque, en una secuencia argumental que tiene un in crescendo perceptible. La opuesta dualidad que observa en la realidad española, primero la refiere a la España parlamentaria y la España no parlamentaria, entre los organismos siempre un poco artificiales de los partidos y el organismo espontáneo, difuso, envolvente, de la nación dos círculos cada vez más alejados uno del otro al anquilosarse o petrificarse los partidos Constatado tal distanciamiento, Ortega sube un escalón, ampliando pero a la vez difuminando los contornos respectivos de cada una de esas porciones de la realidad. De un lado tendremos entonces no sólo el Parlamento y los partidos, también todas aquellas Corporaciones sobre las que influye o es directamente influido el mundo de los políticos, más aún, los periódicos mismos, que son como los aparatos reproductores del ambiente que ese mundo respira la España oficial añade Ortega en frase bien representativa de su énfasis retórico la España oficial consiste, pues, en una especie de partidos fantasmas que defienden los fantasmas de unas ideas y que apoyados por las sombras de unos perió- E

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