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ABC CORDOBA 25-01-2015 página 101
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ABC CORDOBA 25-01-2015 página 101

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ABC DOMINGO, 25 DE ENERO DE 2015 abc. es deportes DEPORTES 101 El larguero de Florin y la expulsión de Cristiano Ronaldo enardecen a una bestia que temió por la vida, por la derrota Par de banderillas de fuego JOSÉ M. DOMÍNGUEZ CÓRDOBA uando botó la vaselina de Florin Andone en el área de Iker Casillas, se detuvo el tiempo en El Arcángel. La pelota se volvió a elevar a cámara lenta y describió un arco al que no se le podía adivinar destino. Dentro o fuera. No había más opciones. Para unos, éxtasis o amargura; para otros, dolor o alivio. El madridismo, con sus jugadores a la cabeza, cerró los ojos y cruzó los dedos. El cordobesismo se levantó de su asiento. La suerte le debía una desde que en 2012 le hiciese llorar con un gol calcado, el que supuso la eliminación de la Copa del Rey para el cuadro blanquiverde a manos del Espanyol. Pero no se la pagó. Ayer la fortuna volvió a sonreír al grande. Balón al larguero. Faltaban más de veinte minutos para la conclusión y el Córdoba no había dado un respiro al campeón de Europa. ¿Y si esa jugada no hubiese existido? ¿Y si Florin no hubiese peleado por otro balón imposible con Varane? ¿Y si el travesaño no hubiese entregado a Casillas esa pelota? Un sinfín de interrogantes que atormentarán a varias generaciones de aficionados. Jamás se podrá saber ya cómo se hubiese desarrollado el tramo final de la contienda si el Real Madrid no hubiese recibido un aviso tan claro. La bestia se sintió acorralada. No sólo eso: amenazada. Temió por su vida. Contempló de cerca la derrota. Pero desde entonces fue consciente la parroquia local de que tendría que sufrir todavía mucho para salvar un punto. Poco importaba que su rival firmase uno de sus peores partidos de la temporada. Todo el mundo esperaba que las estrellas merengues reaccionasen, pero no de la forma en que lo hizo Cristiano Ronaldo. Apenas había transcurrido un cuarto de hora desde que Florin invitase a fantasear a El Arcángel con su hábil intento. No se habían producido más ocasiones de ese calibre y el dominio califal ya no era tan palpable, aunque sí lo suficiente para provocar C brotes de rabia en el adversario. El Balón de Oro, impotente y desquiciado, descargó su frustración con Edimar. Una patada, un puñetazo... A la calle. El portugués ni siquiera intentó convencer al árbitro. Inició un recital de muecas y se marchó caminando entre la sonora burla de la grada, para la que se reservó un último gesto: se limpió el escudo que acredita al Madrid como mejor equipo del mundo. El Córdoba trató de asimilar el nuevo y teóricamente idílico escenario, aunque no alcanzó a hacerlo. Ante cualquier otro rival, probablemente hubiese logrado algo positivo. Quizá incluso una victoria de la que, a los puntos, se había hecho acreedor. Pero aquella tarjeta roja, unida al largue- ro, completó un par de banderillas de fuego. De esas que castigaban, hasta su prohibición, a los toros mansos. Dos hierros incandescentes que se clavaron en el alma de los diez futbolistas merengues que quedaban en pie, que enardecieron a un equipo que estaba a punto de celebrar el 1- 1. Con ese par de humillantes banderillas sobre la espalda, sacó el Madrid toda su bravura. Casillas diría después que fue la casta lo que decantó el partido. La personificó Sergio Ramos, justo en la siguiente jugada, al sacar la pelota desde atrás al tiempo que se desgañitaba para pedir un último esfuerzo a los suyos. El Córdoba pudo matar a la bestia, pero sólo la despertó de una pesadilla. FOTOGRAFÍAS: VALERIO MERINO Desquiciado Una patada y un puñetazo mandaron a la ducha al impotente Balón de Oro, que ni siquiera protestó Cristiano Ronaldo en el feo gesto de limpiarse el escudo del Mundialito

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