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ABC CORDOBA 09-01-2015 página 13
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ABC CORDOBA 09-01-2015 página 13

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ABC VIERNES, 9 DE ENERO DE 2015 abc. es opinion OPINIÓN 13 EL BURLADERO UNA RAYA EN EL AGUA CARLOS HERRERA BONJOUR TRISTESSE Occidente no puede silbar y buscar excusas pobres en antiguos colonialismos D ESPRECIO contundentemente a los asesinos de París. Supongo que como todos, con no pocas gotas de tristeza. Pero añado a esa agitación mi desdén por la miseria moral de aquellos que manejan lenguajes confusos, reflejos de pensamientos paralelos. Occidente, en su permanente reinvención del relativismo, da muestras a diario de su insoportable complejo de pecado original, de una permanente expiación de culpas alimentadas por su propia factoría histórica; sin percatarse de que, mediante ese perverso mecanismo, acabará sucumbiendo al desmontaje milimétrico de valores irrenunciables que han caracterizado su progreso. Cuando ese sistema se desmenuce, otros lo acabarán ocupando y lo harán con normas ajenas a todo lo que la única civilización presentable ha conseguido. Es sencillo enumerar lo que el funesto multiculturalismo se niega a reconocer: los Derechos Humanos, las libertades individuales, la separación entre Iglesia y Estado o la igualdad ante la Ley son creaciones de este lado de raya. Del otro lado existe una sola norma política, y esa viene dada por las revelaciones del Corán, con carácter más o menos fundamentalista: los que desde Occidente alimentan a diario esta absurda conciencia de culpabilidad (como un estúpido y primitivo parlamentario de Sortu, de nombre Arráiz, que ha declarado como toda reflexión que Europa ha hecho mucho daño históricamente al resto del mundo sic- son los perfectos cómplices de aquellos que solo aspiran a relevar la democracia por el gregarismo medieval de una única verdad. Son todos los que desde anteayer andan rebuscando en el viejo almacén de argumentos raídos para dar con la frase que sintetice una vieja aspiración de la izquierda europea, esa cosa tan amorfa en plena descomposición descontrolada: la búsqueda de nuevos proletarios. Por mentira que parezca y por poco que diga de la capacidad de discernimiento de sus autores, un considerable número de individuos de simpleza patológica consideran la militancia islámica como una nueva forma de protesta social, incluso defendiendo culturas extraordinariamente ajenas a sus utopías revolucionarias y desatendiendo la propia, la que le ha hecho llegar hasta aquí en mucho mejores condiciones que sus supuestos protegidos. El profesor Serafín Fanjul, uno de los pocos arabistas a los que se puede leer sin sonrojo, lo ha escrito magistralmente: En la desesperada búsqueda de la izquierda europea por nuevos proletarios han dado con los islamistas sin darse cuenta de que son, en teoría, antitéticos Los hombres que masacraron la redacción de la revista francesa no lo hicieron tan solo por la ira que les causaron unas caricaturas del profeta. Lo hicieron queriendo dejar el mensaje que trae el yihadismo: estamos aquí dentro y esto tiene que convertirse en el Califato. Y Occidente no puede silbar y buscar excusas pobres en antiguos colonialismos. Debe exigir al supuesto islam moderado (diferenciado tan solo por el uso o no de la violencia) que sean los primeros en acabar con ellos, usando la razón y el discernimiento, colaborando con las Fuerzas de Seguridad y contribuyendo en la construcción de una crítica colectiva que no presente fisuras. No se conseguirá frenar solo con el uso legítimo de la violencia. Que resulta imprescindible, por cierto. La sociedad occidental debe dejarse de remilgos multiculturalistas como la absurda mitificación de Al Andalus o como la renuncia a costumbres inofensivas por no herir sensibilidades, práctica muy española, y ser inflexible en su defensa de los progresos edificados sobre los sacrificios de muchas vidas. Es eso o hacer verdad aquel feliz hallazgo de la pasional Oriana Fallaci cuando calificó a Europa como una futura Eurabia repleta de cretinos. Los muertos en París eran hombres libres. Y valientes, muy valientes. Los que hemos sido señalados por las armas de los terroristas sabemos lo que comporta mantenerse fiel a los discursos sin abrigarse en refugios sintácticos. Su valentía nos muestra un sendero hacia la dignidad. Pero es inevitable: Bonjour Tristesse. IGNACIO CAMACHO EL LÁPIZ La libertad no es gratis. Gratis sólo significa que el precio lo pagan otros y los charlies han pagado el de la tuya O basta con decir yo soy Charlie ni colgar una foto de un lápiz en el perfil de la red social. Es bonito, emotivo, pero no basta. Sobre todo porque ni tú ni yo somos Charlie; nosotros estamos vivos y ellos muertos, fíjate qué diferencia. Para ser de verdad un charlie hay que echarle a la vida y a la muerte los cojones que ellos le echaron. Y asumir las consecuencias. Si de veras quieres ser Charlie no dejes que esto se quede ahí, en el ritual solidario de los minutitos de silencio, en las frases conmovedoras de Facebook o Twitter, en toda esa liturgia posmoderna de solidaridad aparente que sólo sirve para sentirnos mejor, para confortarnos a nosotros mismos ante el escalofrío del espanto. Si quieres ser Charlie lucha por lo que ellos lucharon: simplemente por la libertad. La libertad de pensar, de reír, de dibujar, de hablar. La libertad y sus derechos; el derecho de blasfemar, incluso; todo eso que vivimos cada día sin darle importancia hasta que vienen a quitárnoslo sin que lo sepamos defender. Ser un charlie significa no arrugarse, no esconderse, no transigir. Significa levantar la voz aunque resulte incómoda, antipática, insolente. Sin miedo a la mala conciencia, a la corrección política, a las etiquetas coercitivas del pensamiento débil, al ametrallamiento de los linchadores que se han apoderado del espacio de la opinión compartida. Significa negarse a comulgar con las verdades declaradas del relativismo. Significa saber lo que cuesta ser libre. Eso es lo que va implícito en ese lápiz o en el letrerito que has publicado en tu perfil social. Y no vale sólo para los dos o tres días que va a durar en los medios el eco de la matanza; es para todos los días de tu amenazada vida. Porque tu vida, y sobre todo tu modo de vivir, están tan en peligro como los de los dibujantes franceses: los fanáticos de Alá te han declarado tan enemigo suyo como ellos. Porque eres laico, o ateo, o católico; porque te gusta beber o escuchar música o leer, o porque eres mujer y llevas minifalda. Porque vives en una ciudad libre de un país libre y has cometido el error de creer que la libertad es gratis. No hay nada gratis: eso significa que el precio lo pagan otros. Los charlies son por ahora los últimos que han pagado el precio de tu libertad. Ser un charlie significa creer que esta civilización, la occidental, la democrática, es con todos sus defectos mejor que las demás. Significa no sentir culpa por formar parte de una sociedad abierta, culta, desarrollada, cívica, a veces fútil pero no tan estúpida como para dejarse destruir en nombre de su propia trivialidad. Si no crees eso, si no estás dispuesto a aceptar la desapacible verdad de que desde la Grecia clásica la libertad siempre ha tenido que defender su superioridad moral ante la barbarie, deja el cartelito y tira el lápiz. Porque te lo van a acabar metiendo por salva sea la parte. N JM NIETO Fe de ratas

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