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ABC CORDOBA 08-01-2015 página 12
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ABC CORDOBA 08-01-2015 página 12

  • EdiciónABC, CORDOBA
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12 OPINIÓN VIDA EJEMPLARES PUEBLA JUEVES, 8 DE ENERO DE 2015 abc. es opinion ABC LUIS VENTOSO RELOJ ATRASADO Esa violencia heladora no es ajena a formas de religiosidad del Medievo RANCIA continúa siendo un país mayoritariamente católico. Es la religión de 38 millones de franceses, el 60 de la población. Los musulmanes, pese a que van a más, suman 3,5 millones, el 6 de los ciudadanos galos. El periódico satírico Charlie Hebdo tiene como distintivo un humor de sal gruesa, que muchas veces ofende las creencias ajenas de manera estridente. Ha publicado viñetas durísimas y blasfemas contra la religión católica y el cristianismo en general (por ejemplo, una sórdida ilustración sobre Dios, Jesucristo y el Espíritu Santo) Pero por supuesto sería impensable que una partida de católicos armados con Kalashnikov formasen un comando terrorista y asaltasen su redacción disparando a bocajarro contra los empleados. Pero eso ocurrió ayer en París, con tres asesinos musulmanes, que al grito de Alá es grande mataron a sangre fría a doce personas, en una venganza inhumana por unas mofas de papel sobre Mahoma. Entre el extremismo del movimiento Pegida alemán, que convierte a todo musulmán en un problema, y el buenismo tontolaba, que se limita a invocar la tolerancia y hacer el avestruz, debe haber un término medio. Por supuesto que existen musulmanes en Europa la gran mayoría que son personas honestas, de vida recta y ciudadanos cumplidores. Pero también es cierto que Occidente tiene un gravísimo problema con el radicalismo musulmán. Ese tumor está incrustándose en su seno y es innegable que bebe de formas de religiosidad que no han pulido sus ribetes medievales. Entre Jesucristo y Mahoma hay una diferencia de partida. Mientras uno proclamó que su reino no era de este mundo, el otro se zambulló en la mundanidad, pues además de predicar ejerció de caudillo militar. Mahoma fue un hombre de bien y una persona sensible, que fomentó la caridad e intentó aportar orden en la atmósfera cruel y desintegrada en que le tocó vivir. Pero también era un hijo de su tiempo, al que no le tembló el pulso cuando, por ejemplo, en mayo de 627 ordenó decapitar a 700 judíos Qurayzah, que habían conspirado para destruir su umma musulmana (aunque es cierto que de haber triunfado sus oponentes habrían hecho lo mismo con él) La de Jesucristo, en cambio, fue la revolución del amor, el perdón y la caridad. Qué admirable osadía ofrecer la otra mejilla arrumbando la Ley del Talión, vigente desde el lejanísimo libro del Éxodo Pero incluso así, a lo largo de la historia también se han cometido muchas atrocidades invocando falsariamente el mensaje de Jesús. Si no sucede hoy es porque tras el revolcón de las luces del XVIII la Iglesia acabó separándose del Estado y fue retornando a la espiritualidad primigenia de su fundador, aunque no siempre con pleno éxito. Ese viaje modernizador no lo ha acometido todavía el clero musulmán, donde se mantienen interpretaciones demasiado literales de instrucciones pensadas para un momento muy concreto y un entorno social determinado (atrasado y bárbaro, de penurias y bandolerismo) El Islam tendrá sus renovadores, que algún día adaptarán las manecillas de su reloj al tiempo presente. Pero mientras eso no ocurra, tendremos fanáticos cometiendo salvajadas que el propio Mahoma habría execrado de vivir en el siglo XXI. F VERSO SUELTO LUIS MIRANDA PLAZA DEL DOCTOR AGUSTÍN DE HIPONA Tiene el beneficio de la duda, pero al tocar un sitio histórico lo más normal es que tiemblen las palmeras y griten las piedras UANDO el Ayuntamiento dice que va a reformar una plaza en la que la historia escribió tantas páginas bellas, lo más normal es que las palmeras tiemblen, que las almas de los muertos suspiren y que las piedras se quieran levantar para gritar de rabia. Sí, es injusto decirlo mucho antes de que se haya tocado ni un solo metro cuadrado, pero es que no estremecerse al pensar en que las excavadoras van a pisar la plaza de San Agustín es como no tener sangre en las venas, aunque todavía en la memoria reciente brillen actuaciones equilibradas y finas como la de la plaza de Emilio Luque. Al mirar mil veces el proyecto, que luego igual no refleja lo que vaya a pasar, he pensando en una mañana de agosto de 2009, con la iglesia radiante de luz y a punto de abrirse para siempre, aunque hubieran extirpado los farolillos que velaban en el azulejo la ausencia de la Virgen. Escaldados del gimnasio al aire libre de Juan Bernier y del vertedero granítico de tantos sitios de la Judería, Rafa Rueda, Miguel Ángel de Abajo y yo coincidíamos en que la plaza necesitaba reformarse y embellecerse como su iglesia, pero también temíamos que fuese mucho peor fijarse en ella para que no pasara de ser un melancólico rincón castizo y descuidado a un pulcrísimo y moderno bodrio de autor. C Hoy parece que no habrá indulto posible para los árboles enfermos y antes que proyectarse en la realidad las infografías y proyectos habrá que cerrar los ojos, despedirse alguna mañana en que los martillos neumáticos estén empezando a trabajar y conceder por lo menos el beneficio de la duda hasta el día en que se levante el telón y se conozca el resultado. Las ciudades, después de todo, son también organismos vivos que no paran de cambiar porque tampoco dejan de mudarse las circunstancias de las gentes que las habitan. Hay momentos que merecen congelarse en el tiempo y estampas en las que no habrá que poner una mano encima, pero sin obsesionarse, porque hablar de eternidades supondría pensar que la Puerta del Puente, la calle Cabezas y la Fuenseca ya salían en el primer capítulo del Génesis. El tiempo dirá si lo que sale de estas obras es la vieja plaza de San Agustín, como prometen, o es la plaza del doctor Agustín de Hipona, como se temen los pesimistas. Por los planes desarrollistas de toda España abundaron sitios trazados con un urbanismo con fecha de caducidad, casas denmasiado bajas o bloques demasiado altos y naranjos y cemento feo a falta de otra idea mejor. Siempre me he preguntado si los médicos con cuyo nombre rotulaban estos sitios habían sido de verdad lo que entonces se llamaba eminencias que habían mejorado su profesión, o se habían beneficiado de haber tenido larguísimas esperas entre señoras encopetadas y eran inmortales por estar libres de sospecha de desafección al régimen. Es muy probable que la recreación en que la nueva plaza se da un aire a la de Cañero engañe, pero habrá que pensar en que el chino cordobés y el agua terminarán de conseguir que esta plaza siga siendo la de San Agustín, que en el callejero de Córdoba, más que el teólogo torrencial y culto que intuyó en el amor el motor del mundo, es el nombre de la iglesia y de la portada manierista a cuyo alrededor se abren el espacio y el cielo. Si es así, habrá que disfrutar de su anchura y del perfume de sus árboles nuevos, antes de que en pocas semanas, al calor de su éxito, se le vayan añadiendo sillas, sombrillas, estufones, ceniceros y abrevaderos por todos los rincones.

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