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ABC CORDOBA 29-12-2012 página 13
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ABC CORDOBA 29-12-2012 página 13

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ABC SÁBADO, 29 DE DICIEMBRE DE 2012 abc. es opinion OPINIÓN 13 UNA RAYA EN EL AGUA EL ÁNGULO OSCURO JUAN MANUEL DE PRADA FAMILIA Vuelve a celebrarse este fin de semana la misa de las familias. Están invitados todos los que aún crean que la servidumbre no es nuestro destino ECÍA Chesterton que nuestra época hace la guerra a la familia porque quiere que sus víctimas sean individuos aislados, prisioneros de sus apetitos y conveniencias. Y es que, en efecto, la familia es la única institución que puede verdaderamente frenar o moderar el ímpetu coercitivo del Estado; cuando la cohesión familiar pierde fuerza, los gobiernos ganan poder sobre las vidas de la gente. Por eso el Estado capitalista, proseguía Chesterton, ha destruido hogares, alentado divorcios y tratado las viejas virtudes domésticas cada vez con mayor desprecio; por eso ha provocado una lucha mortal y una competencia hostil entre los sexos; por eso ha sacado a hombres y mujeres de sus casas en busca de trabajo, forzándolos a organizar su vida en función de sus aspiraciones de éxito y bienestar material, y no en función de su familia; por eso ha alentado un desfile de publicidad y chillonas novedades que constituyen la muerte de todo lo que nuestros antepasados llamaban dignidad y modestia por eso ha reducido el matrimonio a un contrato eventual y rescindible, como conviene a una nueva utopía de hedonismo que preconiza la consecución de la felicidad a través de la exaltación del deseo personal. Por su parte, Aldous Huxley (un escritor, en verdad, antípoda de Chesterton) en el prólogo de su novela Un mundo feliz, escribía: Dentro de pocos D años, las licencias de matrimonio se expedirán como las licencias para perros, con validez para un periodo de doce meses, y sin ninguna ley que impida cambiar de perro, o tener más de un animal a la vez. A medida que la libertad política disminuya, la libertad sexual tenderá, en compensación, a aumentar. Y el dictador hará bien en favorecer esta libertad. En colaboración con la libertad de soñar despiertos bajo la influencia de los narcóticos, del cine y de la radio, la libertad sexual ayudará a reconciliar a sus súbditos con la servidumbre que es su destino El diagnóstico de Chesterton y Huxley se ha hecho realidad. Y a la labor de destrucción minuciosa de la institución familiar se ha seguido, inevitablemente, un colapso social de consecuencias todavía incalculables, porque toda organización humana que mina sus fundamentos acaba inexorablemente en la bancarrota (y no nos referimos tan sólo, por supuesto, a la bancarrota económica) La familia, institución natural que forma el tejido celular de la sociedad y garantiza su supervivencia, es el abrigo frente a la intemperie que hace más fuertes a las personas, mediante una tupida red de afectos e ideales compartidos; y quienes la combaten o no saben lo que hacen o, por el contrario, lo saben demasiado bien. En estos tiempos de penuria y postración los españoles empezamos a comprobar lo que la labor minuciosa de hostigamiento a la institución familiar nos ha legado (y tendremos ocasión de comprobarlo más dramáticamente en las próximas décadas, si la tendencia no se corrige) hogares desbaratados, abortos a mansalva, el veneno de la discordia infiltrado incluso allí donde la carne se hace una y la sangre se comparte. Y, en consecuencia, una sociedad cada vez más escindida, entregada a un arrebato de automutilación, que a medida que se agotan los cloroformos con que fue sobornada se descubre a la intemperie, arrojada a un páramo de desconcierto, impotente para el esfuerzo vital. Vuelve a celebrarse este fin de semana, por impulso del cardenal Rouco, la misa de las familias en la madrileña plaza de Colón. Están invitados todos los que aún crean que la servidumbre no es nuestro destino. IGNACIO CAMACHO OCIO SIN NEGOCIO Ningún negocio razonable del mundo bajaría las persianas, como el fútbol, en los días de mayor demanda de consumo L fútbol es una de las pocas industrias en las que España es potencia mundial, pero no sabe gestionarla porque carece de una estrategia de marketing acompasada con su liderazgo deportivo. Ninguna actividad comercial del mundo bajaría las persianas en los días de mayor demanda de consumo. En Navidades abren a deshoras las tiendas, estrenan películas los cines y funcionan a tope restaurantes y teatros; sin embargo permanecen cerrados los estadios porque los futbolistas, que trabajan un par de horas al día, han sindicalizado las vacaciones en un convenio laboral disparatado. En Inglaterra, un país que ha hecho de las tradiciones una imagen de marca, se juegan en estas fechas tres jornadas de Liga- -una de ellas en el clásico boxing day posterior a la festividad navideña- -y una de Copa; decenas de partidos a los que los aficionados acuden con gorritos de Papá Noel y acompañados de sus hijos. Una fiesta deportiva y social que genera amplios ingresos multiplicados por audiencias televisivas planetarias. Lo mismo sucede en Estados Unidos con la NBA, escaparate universal del baloncesto. Se trata de aprovechar al máximo la rentabilidad del espectáculo. Frente a esa competencia espabilada y activa, la nación campeona del mundo y de Europa no se toma en serio su propio éxito, uno de los escasos factores de autoestima colectiva que han funcionado en los últimos años. No cabe en ninguna lógica empresarial ni mercantil una renuncia semejante a tales expectativas de beneficio, capaz de dejar pasar la mejor oportunidad lucrativa del año, cuando más gente podría disfrutar- -pagando por ello- -del hobby más popular en un ambiente familiar y relajado. Alguien no entiende bien aquí que el fútbol, uno de los negocios más florecientes del mundo, no es sólo de los futbolistas sino de los clubes y de los aficionados, que sufragan con su asistencia y sus canales de pago un gigantesco carrusel millonario. Es pura industria del ocio, show bussiness, y cuenta con un fabuloso y permanente interés social que le asegura una clientela cautiva a la que se empeña en maltratar de forma sistemática. Los horarios de los partidos no están pensados a conveniencia del público sino de los operadores de televisión y el calendario de competición se rige a capricho de los jugadores y de unos dirigentes corporativos ineptos que no saben explotar su propio mercado. El resultado es que la mayoría de los clubes atraviesan graves problemas financieros, deben cantidades astronómicas a Hacienda y a la Seguridad Social y ni siquiera logran llenar sus campos por no atinar con la política de precios de las entradas. Han dejado crecer una burbuja de gasto que está a punto de estallar en medio de una insostenibilidad manifiesta. En cualquier compañía normal esa clase de gestión conduciría a la quiebra; algo grande tiene este juego cuando sobrevive a tanta incompetencia. E MÁXIMO

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