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ABC CORDOBA 28-12-2012 página 13
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ABC CORDOBA 28-12-2012 página 13

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ABC VIERNES, 28 DE DICIEMBRE DE 2012 abc. es opinion OPINIÓN 13 UNA RAYA EN EL AGUA EL BURLADERO CARLOS HERRERA PATER GAGO Tras algunos años de enfermedad, ha colmado su gozo interior de verse las caras con Aquél al que tanto rezó S E precipitaba sobre nosotros la década de los ochenta, con tanta excitación que dejaba en pañales las ínfulas de los setenta o las ensoñaciones de los sesenta. La radio española se aprestaba a una reorganización tecnológica y humana muy notable, víctima de la cual iban a desaparecer voces históricas e iban a nacer formatos que aún perduran. En la cúspide de las entonces llamadas emisoras de Radio Popular estaba José Luis Gago, fraile dominico, sacerdote, y hombre de probada sabiduría, prudencia y afabilidad. Lo que aún no era la COPE estaba constituida por emisoras sueltas dependientes de diversos obispados que no trabajaban el valor conjunto de una cadena y que respondían a los intereses locales, no siempre coincidentes más allá del elemental mensaje cristiano, que cada gestor territorial aplicaba según su conocimiento y voluntad. Era, por decirlo en pocas palabras, la suma de pequeñas buenas intenciones que se contentaban con pequeños resultados y no con victorias en batallas nacionales que parecían destinadas a otros operadores. Gago, entonces jefe de aquellas emisoras, entendió los desafíos de la década y abrazó, como caída del cielo, la llegada de uno de los hombres más sugestivos, trabajadores y arriesgados de la radio barcelonesa de entonces: José María Ballvé. El gran e inolvidable Ballvé tenía lo que le faltaba a aquella suma de emisoras españolas: Barcelona. Por un aquél de los caprichos personales de la época, Radio Popular no tenía estación en la Ciudad Condal ya que el obispo de entonces de- sestimó una licencia de radio en Onda Media. Ballvé le dijo a Gago: Tengo la cuenta que te falta para que el Rosario sea completo: Radio Miramar Y se unieron. Contrataron al monumental Luis del Olmo y echaron andar. En ese momento nació, de alguna manera, lo que hoy conocemos por COPE. Gago fue el primero en comprender que faltaba una gestión agresiva e innovadora que situara la cadena en las batallas de su tiempo y entendió que se contratara como gran ejecutivo a Eugenio Galdón, hombre que consiguió meter la empresa en el siglo XXI- -como después hiciera con la SER- -con algunos años de adelanto. Ese fue el momento en el que consideró que su trabajo estaba sobradamente realizado y escenificó un elegante paso atrás para dedicarse a lo que en realidad le pellizcaba el alma: transmitir el mensaje de Cristo, sin alharacas, sin vocinglerío, sin exageraciones, sin atisbo de ira alguna, con bondad sonriente, con amabilidad y con notable altura intelectual y teologal. Otros nombres de aquellas emisoras siguieron con la labor: José Andrés Hernández, Andrés Barriales, Francisco Ontiveros, Bernardo Herráez, Eduardo Vergara y tantos otros unieron sus fuerzas a los que se incorporaban con la nueva gestión y constituyeron una gran cadena de emisoras que ahí está y de la que no es necesario dar más datos. A José Luis le quedó algún protagonismo menor en la Cadena y uno mucho mayor en la vida sacerdotal: casar a todos los amigos que se lo pedíamos. Recuerdo como en mi boda utilizó de línea argumental para su homilía una copla de Rafael de León, con música del Maestro Quiroga, titulada Te He de Querer Mientras Viva ya que por entonces yo realizaba un programa dedicado a la canción española y su circunstancia. Fue original hasta en eso. Con los años, se retiró a su congregación en Salamanca, donde peregrinábamos los que de vez en cuando necesitábamos oír su voz y su consejo, siempre comprometido, siempre dispuesto. Si alguna vez hubiera necesitado describir la bondad de Dios, el mejor ejemplo habría sido su palabra. Tras algunos años arrastrando una irreversible enfermedad, ha colmado su gozo interior de verse las caras con Aquél al que tanto rezó sin haber tenido que descuidar sus labores mundanas, que muchas fueron y pulcramente realizadas. Hoy, desolados, somos muchos los que rezamos por ti, Pater Gago. IGNACIO CAMACHO INOCENTADAS SERIAS Los bulos de la red no son inocuos ni tienen animus iocandi; determinan estados de opinión con voluntad maliciosa ACE tiempo que las inocentadas de los medios de comunicación cayeron en desuso como una tradición rancia, pero se han trasladado a las redes sociales con la particularidad de que allí se publican durante todo el año en forma de bulos, rumores o simples noticias falsas. A eso le llaman periodismo ciudadano, y consiste en divulgar cada dos por tres la muerte de Fidel Castro o de Chávez o en reproducir en facebook o twitter datos escrupulosamente inexactos. La multiplicación exponencial de estos mensajes ficticios sugiere que hay cientos de miles de inocentes dispuestos a créerselos de buena fe y darles pábulo con la misma convicción con que desprecian al periodismo profesional, obligado por imperativo deontológico a contrastar los materiales de la información que proporciona. El periodismo ciudadano tiene una credibilidad similar a la eficacia sanadora de una hipotética medicina ciudadana practicada por espontáneos, pero así como nadie cuestiona que un médico cobre por sus servicios se ha extendido la idea de que informar sobre hechos ciertos y analizarlos en su debido contexto es un trabajo por el que no vale la pena pagar y un oficio al alcance de cualquier wikiaficionado. Cada cual puede, desde luego, informarse donde y como quiera; existen medios de prestigio y medios- basura igual que hay productos de calidad y otros de bazar chino; el problema es que la proliferación de noticias inveraces- -a la que no es ajena tampoco cierto periodismo convencional contaminado de los mismos vicios de precipitación, sectarismo, falta de rigor o voluntad insidiosa- -entre audiencias crédulas está generando bucles de opinión pública confundida. Hay mensajes en la red que gozan de un descomunal crédito pese a su radical falta de fundamento; nadie sabe cómo se han elaborado, ni con qué avales de fuentes o de soporte documental, pero como conectan con la sensibilidad popular alcanzan plena verosimilitud aunque se trate de meras leyendas urbanas. Por lo general se refieren a cifras escandalosas- -por ejemplo, en España, sobre el número de políticos o de desahucios- -que aventadas a partir de una cierta base real exageran de forma irresponsable sus efectos o consecuencias para divulgarse en espiral como auténticas verdades dogmáticas capaces de determinar estados colectivos de ánimo. Y a veces hasta penetran, por frivolidad perezosa, en un cuerpo mediático poco consciente de que en ese piélago de trivialidad sólo puede sobrevivir preservando su reputación de solvencia. Estas inocentadas digitales se diferencian de las clásicas en que no son inocuas ni las inspira un disparatado animus iocandi; tienen voluntad de confundir, apariencia de seriedad y torcida vocación manipuladora. Y configuran demoledores marcos de opinión basados en la maliciosa evidencia de que la mentira da la vuelta al mundo mientras la verdad se ata los cordones de los zapatos. H MÁXIMO

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