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ABC CORDOBA 22-12-2012 página 50
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ABC CORDOBA 22-12-2012 página 50

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50 INTERNACIONAL SÁBADO, 22 DE DICIEMBRE DE 2012 abc. es internacional ABC Empleados de un hipermercado de San Fernando, a las afueras de Buenos Aires, bloquearon ayer con carritos el paso de los saqueadores REUTERSEM Vuelven los saqueos de comercios en las barriadas pobres de Argentina Dos personas murieron en Rosario, una de la media docena de ciudades que sufrieron asaltos, con el saldo de de más de un centenar de detenidos CARMEN DE CARLOS CORRESPONSAL EN BUENOS AIRES l fantasma de los saqueos, preludio del fin del Gobierno de Raúl Alfonsín (1989) y del de Fernando de la Rúa (2001) amagó con resucitar en los dos últimos días en Argentina. Media docena de ciudades sufrieron asaltos a centros comerciales, dos personas murieron, otras dos continúan graves y más de un centenar fueron detenidas. El Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner intuyó detrás de los desmanes la mano de Hugo Moyano, el examigo sindicalista que le organizó la primera huelga general el pasado 21 de noviembre. Moyano, al frente de la CGT (Confederación General del Trabajo) se defendió de las acusaciones y atribuyó la secuencia de asaltos a la necesidad y el hartazgo de la gente. E La presidenta de Argentina se había traslado a su retiro sureño de El Calafate, a unos 50 kilómetros del majestuoso glaciar Perito Moreno. Los primeros saqueos se registraron en Bariloche, ciudad patagónica célebre por sus lagos y pistas de esquí. Decenas de encapuchados desvalijaban el supermercado Chango Más y destrozaban el local. La situación desbordó a la Policía y al contingente de agentes que custodiaba la zona. Alguno tuvo que esconderse en el cuarto de baño del local por temor a su linchamiento. El efecto dominó continuó la madrugada del mismo viernes en la localidad de Villa Gobernador Gálvez y la ciudad de Rosario. En esta se registraron dos muertos durante los disturbios. Capital de la provincia de Santa Fe, su gobernador, el socialista Antonio Bonfatti, pidió la intervención de Infantería, Gendarmería o cualquier otro Cuerpo de Seguridad Nacional que le ayudara a sofocar unos acontecimientos que amenazaban con transformarse en una rebelión civil con especial ensañamiento en los supermercados chinos. La ministra de Seguridad, Nilda Garré, ni siquiera se le puso al teléfono, y eso que el hombre le llamó tres veces. El gobernador, como su ministro de Seguridad, Raúl Lamberto, no pertenecen al Frente para la Victoria (FpV) de Kirchner. Esto, en los tiempos que corren, no es buena señal para recibir fondos o ayuda en una emergencia. Lamberto lamentó la indiferencia del Ejecutivo nacional y, aunque no identificó con nombres y apellidos, aseguró que en su provincia hubo instigadores y precisamente no apuntaba, como el Gobierno, a Moyano. Vándalos En Ba riloche, el gobernador Alberto Weretilneck leal a Kirchner tuvo más suerte. A primera hora de la mañana unos 400 efectivos de Gendarmería ya hacían guardia en sus calles y la paz volvía a reinar en los bellos parajes de su provincia. Simultáneamente, en localidades de la provincia de Buenos Aires como Campana y Zarate o en Resistencia (provincia del Chaco) las detenciones de vándalos continuaban. Al mediodía, cuando el escenario parecía recuperar la tranquilidad, estalló otro fuego en San Fernando, en la ruta 202 que conduce al Tigre, donde confluyen varios ramales del río de la Plata. Allí, un supermercado de Carrefour se convertía en nuevo objetivo del pillaje. Entrada la tarde, con un despliegue formidable de seguridad y el centro acordonado, la situación en Argentina estaba bajo control. Los asaltos en cadena a los supermercados no lograron el efecto contagio que, como demuestra la historia reciente, puede incendiar Argentina y poner contra las cuerdas o terminar de derribar un Gobierno. Ocurrieron en barriadas pobres, pero tampoco fueron el resultado de una acción impulsada por la hambruna o la necesidad extrema. Los desmanes y el pillaje apuntaban a llenar el carrito de Navidad con regalos de última tecnología. Televisiones de alta definición, equipos de música, electrodomésticos o cualquier aparato que precisara de un enchufe para funcionar colmaban las cestas de los vándalos, en su mayoría encapuchados y armados con piedras, palos o puertas como escudos. Quién lanzó la primera piedra o, dicho de otro modo, quién o quiénes atizaron esta seguidilla de asaltos, es la pregunta sin respuesta firme que per-

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