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ABC CORDOBA 19-12-2012 página 13
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ABC CORDOBA 19-12-2012 página 13

  • EdiciónABC, CORDOBA
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ABC MIÉRCOLES, 19 DE DICIEMBRE DE 2012 abc. es opinion OPINIÓN 13 UNA RAYA EN EL AGUA EL RECUADRO ANTONIO BURGOS GORIGORIS A BANESTO No habré de ser yo quien deje, ay, a Banesto sin mi necrológica sentimental N la prensa española hemos inaugurado un género periodístico: el obituario de un banco. Los periódicos venían ayer llenos de sentidas necrológicas por el Banco Español de Crédito, que en paz descanse. Tres días antes del anunciado fin del mundo del calendario maya, las gacetas certificaban el fin de Banesto, que Botín tenga en su santa gloria del canje de acciones. Como si fuera la biografía ilustrada de un señor que la hubiese palmado, los periódicos traían la historia gráfica del Banco Español de Crédito: su sede madrileña en la Belle Epoque, con clientes de levita y conserjes de librea; su foto de boda, cuando se casó con Mario Conde y todos decían que había hecho tan buena boda hasta que... O la evocación de cuando en la Vuelta a Francia o en el Giro de Italia, Indurain y Perico Delgado españoleaban con el logotipo y los colores de Banesto en unas camisetas que por magia del cromatismo bancario acababan siempre transformadas en jerseis amarillos o mallas rosas. En los gorigoris tan bonitos de tres capas que le dicen, citan los grandes apellidos de Banesto como un Gotha, como los inmemoriales de un elenco de grandezas: Aguirre Gonzalo, Garnica, Gómez Acebo, Argüelles... Como me tienen comido el coco de que, muerto Jaime Campmany, a mí los gorigoris periodísticos se me dan como a nadie, no habré de ser yo quien deje, ay, a Banesto sin mi necrológica sentimental. En aquellos tiempos en que la televisión nos invitaba a que pusiéramos un Vanguard en nuestras vidas, lo que E todos teníamos de verdad en la nuestra era un Banco Español de Crédito. De escolano, en los días de vacaciones, mi madre me mandaba al Banco Español de Crédito a que le pagara las letras antes que fueran al protesto del notario. Pregunta por la ventanilla de López me decía. Porque en aquel Banesto tan humano, hasta teníamos nuestro ventanillero particular, el que hacía milagros de favores a los comerciantes en las letras con gastos que venían con las de un miura. El ventanillero de mi madre era López, a quien yo le pagaba las letras de los zapatos Gorila de las pelotitas verdes que mi madre vendía frente a la Catedral. Fue López el ventanillero quien le recomendó a mi madre que fuéramos a veranear a Guadalcanal, cuando yo había sufrido la meningitis de la epidemia infantil de 1950 y el médico prohibió que me siguieran llevando a los baños de Rota, porque tanto sol era malo para la cabeza. Gracias a Banesto, a aquel ventanillero López, pude conocer en Guadalcanal a Isabel y casarme luego con ella, así que ya me contarán si el Banco Español de Crédito influía o no en nuestras vidas. Y en el pueblo, Banesto era el único banco que había. Una institución local, junto a la Mapfre de los seguros de cosechas. La procesión de la Patrona, la Virgen de Guaditoca, la presidían el alcalde, el juez de paz, el comandante de puesto de la Guardia Civil... y el director del Banco Español de Crédito. Banco que luego fue el primero que puso en Sevilla algo ahora tan habitual como un cajero automático. Yo me hice socio de Banesto, vamos, abrí una cuenta, para poder sacar dinero cuando salía de madrugada, y a veces al alba, de la Redacción de ABC y me pasaba durmiendo la mañana de horario bancario. Pienso en todo lo que hemos visto cambiar en España y me parece increible. Como en unos ubi sunt latinos o en las coplas de Jorge Manrique por la muerte de Banesto, de los siete grandes de la Banca ¿qué se fizo? ¿Dónde está el Vizcaya? ¿Dónde el Central? El Hispano Americano, ya sabemos: en las sucursales de las canciones de Joaquín Sabina. Y el Banesto, en el recuerdo de cómo marcó nuestras vidas. La vida, al fin y al cabo, es como aquel grandioso patio de operaciones del Banesto donde yo de niño pagaba las letras de mi madre: mucho mármol y mucho bronce y al final, nada. IGNACIO CAMACHO JEREMÍACA La culpa histórica: Rajoy ha descargado sobre los socialistas una maldición bíblica, un anatema veterotestamentario D MÁXIMO ESDE Toledo, capital imperial, ha tronado como un cañonazo la solemne maldición de Rajoy contra los socialistas: Cargarán con una culpa histórica Después de un abrasivo año en el poder, el presidente sigue encabronado contra sus antecesores y los apostrofa con un anatema eterno y casi hereditario; no sólo no parece dispuesto a renunciar al argumento del legado catastrófico sino que, irritado por los recursos del PSOE a sus medidas de ajuste, amenaza con pasárselo por la cara a sus rivales durante lo que reste de mandato. Si aún quedaba alguna brizna de esperanza de consenso voló el lunes entre los jarales del Tajo. El mayor error de este Gobierno lo cometió antes de tomar posesión: minusvaloró la escala del desastre y, a pesar de su cantado triunfo electoral y de la famosa transmisión ejemplar de poderes, aterrizó en los ministerios sin un plan alternativo. Creyó que el desalojo de Zapatero serviría de bálsamo universal para la recuperación de confianza y que la sociedad recibiría al PP como si fuese un cuerpo de liberación nacional. Los críticos peor intencionados sospechan que sí atisbaban la situación real y prefirieron no considerarla en su programa para no meter miedo; más vale pensar que se trató de un pecado de ingenuidad o de arrogancia. De una forma o de otra, ese desfase ha marcado la legislatura al convertir al Gabinete en una máquina de incumplir promesas. Sea como fuere, la cuestión no exime de responsabilidad a los autores de la quiebra del Estado, que en dos años delirantes provocaron un déficit del 11 por ciento sin mejorar un ápice el cuadro crítico, exánime, de la economía social. Atorado por los problemas que sus adversarios le recriminan después de creárselos, Rajoy ha descargado en ellos, con una gravedad retórica veterotestamentaria, la factura de un desgaste que se resiste a asumir en solitario. La culpa histórica parece una execración bíblica, una censura jeremíaca que pretende condenar a los socialistas a la travesía de un prolongado desierto de postraciones. Pero la memoria contemporánea es volátil, presentista, efímera, y llegará un momento en que el Gobierno estará solo ante sus propios compromisos; la eternidad no existe en política. En realidad ya los ha asumido aunque no le guste; hay muchos votantes decepcionados del PP detrás de las crecientes pancartas de la calle. Al marianismo le ha faltado un relato competente y sólido de sus aprietos ante las dificultades heredadas, que sólo ha exhibido como recurso exculpatorio en momentos puntuales de agobio. Todavía puede apelar, en el balance del primer año, a la calamidad fresca y reciente de los cajones vacíos de dinero y llenos de facturas. A partir del segundo presupuesto, sin embargo, va a diluirse gran parte de las coartadas, por la misma razón que Wilde decía que desde de los cuarenta años todo hombre es responsable de su cara.

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