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ABC CORDOBA 06-12-2012 página 3
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ABC JUEVES, 6 DE DICIEMBRE DE 2012 abc. es opinion LA TERCERA 3 F U N DA D O E N 1 9 0 3 P O R D O N T O R C UAT O LU C A D E T E NA ISABEL Y FERNANDO POR JOSÉ MARÍA CARRASCAL Isabel de Castilla y Fernando de Aragón protagonizaron el hecho más importante de la Historia de España: unificar unos reinos que habían guerreado entre sí tanto o más que contra los invasores árabes, razón de que tardáramos ocho siglos en expulsarlos surgiendo Nuevas Granadas y Nuevas Españas trasatlánticas, como en la Península había surgido una Castilla la Nueva, prolongación de la Vieja. Una práctica y un ideal muy distantes del mercantilismo que practicarían los siguientes imperios europeos. No todo fueron aciertos. La expulsión de los judíos, por ejemplo, nos privó del germen de la clase social que protagonizaría los próximos siglos: la burguesía. Quiero decir con ello que aunque el reinado de los Reyes Católicos coincide con el fin de la Edad Media y el comienzo de la Moderna, tiende más bien a prolongar aquélla que a embarcarse en ésta. España empieza a ser diferente entonces. aturalmente, los Reyes Católicos no eran conscientes de ello. Lo que buscaban era establecer un Estado nacional lo más fuerte, seguro y próspero posible, basado en la unidad geográfica, política y religiosa, aunque conservando las diferencias internas de sus partes. Lo persiguen de todas las formas posible, la paz y la guerra, la astucia y la fuerza, la diplomacia y los matrimonios, teniendo éxito en algunos casos, fracasando en otros. Las victorias de las armas españolas en Europa y el oro que llega de América convierten a España en la primera potencia europea en brevísimo tiempo, sin haberse consolidado del todo internamente. Y lo que surge es un imperio ultramarino, que se duplica con otro centroeuropeo por el enlace con la Casa de Borgoña, que nos reportaría más desgracias que provechos, al enzarzarnos en guerras sin cuento. Aunque eso no es lo peor. Lo peor es que el mayor enemigo de la nación es el imperio. Y España tenía dos. Pero tampoco puede eludirse el destino. Ni disminuye el mérito de los Reyes Católicos. Y no me refiero sólo a que lograron, a base de tesón, habiliED CAROSIA dad y firmeza, convertir un reino en la periferia de Europa en la primera potencia continental, sino a que, sin su esfuerzo unificador, la Península Ibérica se habría convertido en unos Balcanes, donde pequeños y diversos reinos defendían sus peculiaridades frente a sus vecinos, con las armas, de ser necesario. Los españoles tenemos, pues, una importante deuda con Isabel y Fernando, aunque su reinado no fuera exactamente lo que aparece en las pantallas de televisión e incluso en algunos libros. Pero ella puede equipararse sin demérito e incluso con ventaja a la otra Isabel, la de Inglaterra. Con la diferencia de que ésta es reverenciada en su país, mientras la nuestra es cuestionada entre nosotros. Lo que puede explicar la distancia entre ambas naciones. JOSÉ MARÍA CARRASCAL PERIODISTA M E dicen que la serie televisiva sobre Isabel de Castilla ha tenido un éxito arrollador. No me extraña. Nos encontramos ante una de las figuras más descollantes de nuestra historia. España no se concibe sin esa infanta rubia, de tez pálida, ojos glaucos, que llega al trono tras una guerra civil y hereda un reino asolado por rivalidades, disputas y agravios. Su matrimonio con Fernando de Aragón no pudo ser más azaroso. Buena parte de la nobleza de ambos reinos se oponía temiendo, con buenas razones, el fortalecimiento del poder real, y Fernando tuvo que llegar a la boda disfrazado de mozo de mulas. Las capitulaciones matrimoniales, sin embargo, demuestran que ambos estaban dispuestos a respetar escrupulosamente las peculiaridades de sus respectivos reinos. De ahí el tanto monta, monta tanto Se mantenían las diferencias en pesos, medidas, arbitrios y legislación, aunque era evidente el deseo de sus monarcas de irlos acercando, y los recorridos conjuntos que hacían por ellos a lomos de caballo, embarazada la reina frecuentemente, era la mejor muestra. En este sentido, no es exagerado considerarles los padres de la nación española. Aunque, de momento, fuera sólo una especie de confederación. En este empeño, sin menospreciar la total entrega de Isabel a la empresa, puede decirse que Fernando puso más, al ser el que más tenía que perder. Castilla cuadruplicaba en territorio a Aragón y lo sextuplicaba en habitantes. Era también considerablemente más rica y el poder real mucho más efectivo. A Fernando le correspondía, pues, el papel secundario. Sin embargo, no vaciló, como hubiera hecho alguien más egoísta o pusilánime. Tal vez vio que, en el camino que emprendían, se necesitaba ceder el liderato al más fuerte, lo que demuestra sentido de Estado, algo que ha hecho decir que Maquiavelo le tomó como modelo de su Príncipe, aunque hay aragoneses que no se lo perdonan. La primera preocupación de la joven pareja fue afianzar la soberanía de sus respectivas coronas. Fernando lo tenía más fácil, al haber logrado su padre, Juan II, establecer la autoridad real. Pero Isabel lo tuvo bastante más difícil, comenzando por el desafío de Juana la Beltraneja, supuesta hija de su hermano, apoyada por el rey portugués. Un pleito que se saldó a su favor por las armas. No menos urgente era traer la seguridad a sus reinos, desafiada por un bandolerismo rampante, al que se hizo frente con la Santa Hermandad, nuestra primera policía rural o Guardia Civil. Tienen luego que someter a la nobleza. Desmochan las almenas de los castillos de los más díscolos e integran al resto en la vida palaciega, usando la manopla de hierro y el guante de seda, sin olvidar que el reino de Granada era la asignatura pendiente de la Reconquista. Fácil de defender por lo montañoso de su orografía, había logrado mantenerse durante un siglo gracias a los tributos que pagaba y a las intrigas que plagaban la corte de Castilla. Pero era una situación que no podía satisfacer a Isabel, que se la tomó como asunto personal. De ahí la leyenda N de que prometiera no mudarse la camisa hasta que Granada hubiera caído. Como tardó diez años en caer, esperemos que, aunque sólo fuera por consideración a su esposo, no cumpliera su promesa. El descubrimiento y colonización de América es, desde el punto de vista de la Historia Universal, el hecho más importante de su reinado. Empresa financiada y ejecutada por Castilla, por decisión de su reina, aunque no llegó a tener que empeñar sus joyas para ello, como dice la leyenda, va a significar la proyección de España no ya hacia el viejo mundo, sino también hacia el nuevo. Conviene advertir, sin embargo, que dicha conquista se hace como una prolongación de la Reconquista, ganando tierras para la Corona y almas para Cristo Es como van

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