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ABC CORDOBA 28-11-2012 página 13
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ABC CORDOBA 28-11-2012 página 13

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ABC MIÉRCOLES, 28 DE NOVIEMBRE DE 2012 abc. es opinion OPINIÓN 13 UNA RAYA EN EL AGUA EL RECUADRO ANTONIO BURGOS EL ACOMPAÑANTE Don Juan Carlos suele pasar sus días de clínica sin el coñazo del pariente acompañante en el cuarto AY instituciones españolas tan representativas y nuestras como el Tribunal Constitucional o el Congreso de los Diputados que no tienen el reconocimiento social que sería menester. Instituciones materiales o inmateriales tan españolas como la tortilla de patatas, la siesta, el cuñado, el manitas o el pariente que termina puestecito y recitando El Piyayo en las reuniones familiares. Una de estas instituciones españolas es el acompañante de clínica privada u hospital público. Vivo entre un hospital general de la Seguridad Social y una clínica privada que también ha comprado Quirón, como todo. Algo así como en un lugar que se llamase Entreclínicas, como en Sevilla está la calle Entrecárceles. Razón por la que estoy capacitadísimo para hacer la defensa y exégesis del acompañante de enfermos hospitalizados. -Vamos, que si se lo encargaran era usted capaz de dar el Pregón del Acompañante de Clínicas y Hospitales. -No, ya me lo han encargado. ¿Qué se cree usted entonces que estoy haciendo aquí? Tan fundamental es el acompañante que la Seguridad Social, tan ordenancista, hasta lo tiene reglamentado y fichado. Veo desayunando por los alrededores de casa a los acompañantes del Hospital Virgen del Rocío, identificables a leguas, pues la dirección del centro les da acreditaciones como de participantes en un congreso, una ficha plastificada que al cuello llevan, colgada de una cinta elegan- H tísima. Otros acompañantes, los de Urgencias y Observación, no tienen aún tal acreditación definitiva para permanecer junto al lecho de su enfermo en el cuarto y andan estampillados, con una pegatina provisional puesta al pecho. El acompañante de enfermo tiene su indumentaria y su logística. La butaca es fundamental. Cuando el acompañante entra en el cuarto con el familiar recién hospitalizado, observa inmediatamente el escenario y exclama: ¡Qué buen cuarto te han dado! ¡Y qué buen butacón de acompañante! Mira, hasta se puede tender para atrás, como en los aviones. Butaca que en versión de la Sanidad privada es la cama o al menos el sofá- cama del acompañante. El acompañante profesionalizado, que los hay, no se va al hospital sin zapatillas, transistor, botella de agua mineral y por supuesto bata. La bata Pirineos es como el uniforme de las acompañantas. Y las zapatillas de paño son fundamentales en los acompañantes. ¡Hasta con batín de seda, como Manolete, he visto yo a un acompañante de enfermo, elegantísmo! El acompañante está especializado en el vocativo señorita Para el acompañante, toda médico, enfermera, auxiliar o limpiadora es señorita Y con el señorita por delante como ariete, defiende a su familiar ante la burocracia de la clínica y la dictadura del protocolo médico como Moscardó el Alcázar de Toledo: ¡Señorita, que el bote de suero se está acabando! ¡Señorita, que dijeron que iban a bajarlo a rayos y aún no ha venido el celador! ¡Señorita, que tienen que cambiarle la bolsa de la orina, que está muy llena! El acompañante es como una Unidad de Cuidados Intensivos unipersonal y muy cariñosa. Demasiado. A veces el acompañante es un coñazo para la clínica, para los médicos... y para el enfermo. Así que termino mi Pregón del Acompañante felicitando a Su Majestad El Rey y a la Clínica Quirón San José. Lo que se han evitado enfermo y clínica con esta otra institución, ya también tradición españolísima: Don Juan Carlos suele pasar sus días de clínica sin el coñazo del pariente acompañante en el cuarto y con su Real Familia yendo a verlo de visita. IGNACIO CAMACHO GANAR Y PERDER El fracaso de la destemplada rauxa soberanista abre una oportunidad de reparar sin chantajes el modelo de convivencia RENTE al sesgado recelo pesimista que en cierta opinión madrileña interpreta las elecciones catalanas como un triunfo conjunto del soberanismo, los nacionalistas saben que el domingo embarrancó su proyecto de demarrage hacia la secesión y quedó apuntalado el statu quo que Mas quería transformar con su salto al vacío. Contados los votos el independentismo sigue más o menos donde estaba, aunque en su seno se haya producido un corrimiento de tierras debido al majestuoso error de cálculo del iluminado líder de CiU. La marea de la Diada no ha inundado las urnas y los dirigentes pospujolistas están bastante sonados por el varapalo recibido; los más conspirativos se miran entre sí con cara de ajuste de cuentas y los más reflexivos se lamentan de haber abrazado con frívolo entusiasmo un proyecto que a fin de cuentas no era el suyo. La retórica poselectoral siempre es refractaria a la autocrítica pero la realidad es que, más allá de las palabras, el referéndum que pretendían forzar lo ven ahora muy lejos y su prioridad consiste en encontrar el modo de urdir una alianza de gobierno o de investidura con Esquerra sin alimentar al que ya consideran como su principal adversario. Ahora sí entienden, demasiado tarde, que lo único que han logrado con este frustrado proceso de ruptura es engordar al tigre que aspira a merendárselos. Tan importante resulta, empero, saber digerir una derrota como administrar un éxito. En este sentido los partidos constitucionalistas no deberían limitarse al lógico regodeo ante el descalabro que Mas se ha infligido a sí mismo. Es muy divertido, tentador después de tanta altisonante suficiencia, pero poco útil. La política está para encontrar caminos, y abrirlos si no los hay. Bien explotado, con estrategia y tacto, el resultado de las elecciones representa una oportunidad para explorar las vías que había tapado la intransigencia nacionalista. Porque el problema catalán está ahí desde hace décadas, tal vez siglos, y no lo cierra este fracaso del aventurerismo oportunista y su destemplada rauxa de exaltación identitaria. En cambio sí abre un resquicio para abordar sin prisas, sin rarezas y sin chantajes algunas reparaciones imprescindibles en el modelo de mutua convivencia. Y también en el marco autonómico global del Estado, cuyas costuras crujen por efecto del desgaste y de la inviabilidad financiera que es el origen de todo este alboroto. Ahora hay tiempo, hay condiciones y hay pausa. Se puede aplazar, claro, pero no tanto como para que el soberanismo se reorganice y plantee un nuevo desafío. Entre los nacionalistas más radicales cunde estos días una expresión que define su desencanto: Ha ganado España Lo dicen con un desaliento despectivo y sufriente, pero en sentido integrador, inclusivo, la frase puede contener un diagnóstico de esperanza. Un liderazgo español de luces largas haría lo posible para que fuese cierto. F MÁXIMO

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