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ABC CORDOBA 27-11-2012 página 22
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ABC CORDOBA 27-11-2012 página 22

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22 CÓRDOBA Tribuna libre MARTES, 27 DE NOVIEMBRE DE 2012 cordoba. abc. es ABC La Segunda Transición o etapa constituyente POR RAFAEL VALLEJO RODRÍGUEZ H ASTA los partidos más enquistados y renuentes a cambios en la democracia española admiten que éstos son necesarios, pero no concretan cuáles deben ser, ni en qué podría consistir esa teórica Segunda Transición. Por más que haya propuestas aisladas, más fruto de tertulias que de modelos ya existentes en otros países o de nuevas fórmulas para el funcionamiento democrático. Muchos de los títulos contenidos en la Constitución Española fueron fruto del consenso y arrancados a los que mandaban en España, a los llamados poderes fácticos. Las elecciones del 15 de junio de 1977 fueron constituyentes aunque nadie las planteó como tales. Los que mandaban no querían oír hablar de Constitución; los que se presentaban (o nos presentábamos) no queríamos oír hablar de continuidad. La ruptura o la reforma era la diferencia. La Constitución de 1978 fue la síntesis. Hoy se ha hecho vieja y hacen falta cambios que den nuevas formas de participación a los ciudadanos. Fórmulas que, quizás aplicadas en el 77 hubiesen llevado a una situación posiblemente ingobernable. El 23 de febrero de 1981 podría ser un buen ejemplo. Pero, ¿a quién le puede parecer mal, al día de hoy, que el presidente del Gobierno sea elegido por sufragio universal y directo... Con el actual sistema electoral lo único que podemos elegir es una lista al Congreso de los Diputados y al Senado, que ha sido elaborada por cada partido, pero que tiene una composición cribada con mucha atención por el secretario general o presidente de cada partido. De manera que formados los grupos parlamentarios en el Congreso, de entre ellos, y por ellos, se elige al presidente de Gobierno (elección de segundo grado) Es decir aquellos que iban en la lista, puestos por el secretario general y candidato a presidente, eligen al presidente. Ese círculo vicioso ajeno a los votantes ha de romperse. Las propuestas no son ninguna novedad en el mundo de la democracia. Lo hacen en Francia, Inglaterra o los mismísimos Estados Unidos. Por tanto, sobrada experiencia, más antigua y menos cuestionada que el modelo español. Los diputados del Congreso deberían ser elegidos uno a uno por distritos más pequeños que los de ahora (se llamen comarcas, o como quiera que se llame) y directamente en confrontación personal con otros candidatos de los distintos partidos, en el número que se quieran presentar, con o sin segunda vuelta, para concentrar los votos en mayorías. Los miembros del Consejo General del Poder Judicial deberían ser elegidos directamente por los ciudadanos, en la forma que se estudie más oportuna, con un territorio electoral nacional, o por diferentes distritos territoriales. Y los candidatos no deberían ser forzosamente jueces o abogados. Personas de prestigio reconocido, deberían poder presentarse también. Con estos cambios se trata, al fin y al cabo, de separar los poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Pero separarlos de verdad. Ahora hay un poder casi absoluto de una sola persona. Quien dirige un partido hace las listas, con la gente más allegada a él. Ellos serán el grupo parlamentario (Poder Legislativo) que elegirá a quien los ha puesto allí para presidir el país (Ejecutivo) Y por la negociación de los grupos políticos del arco sale el Consejo General del Poder Judicial (Poder Judicial) ¿Listas abiertas? De las que se habla como si fueran la panacea de la democracia, ya existen para elegir el Senado. Los ciudadanos votamos lo mismo en el Congreso (listas cerradas) que el Senado. Hay otras cosas pendientes de no menor importancia. La existencia del Senado, en este sentido. Salvo que se le otorgara un poder legislativo semejante al norteamericano, debería de desparecer. De la misma manera ocurriría con otras instituciones revisables. Las autonomías nos han llevado a multiplicar las administraciones y difícilmente se han acercado al ciudadano o han facilitado soluciones administrativas. Han encarecido la administración y enrevesado la burocracia. Con las autonomías, ayuntamientos, diputaciones, cabildos, etcétera, deberían estudiarse fórmulas de reajuste que abaratarían los costos de la burocracia y facilitaría el trabajo de cara al ciudadano. Hoy, el interior del Poder no quiere ni oir hablar de cambios, de una Segunda Transición, de un nuevo periodo constituyente. Por tanto, lo tenemos muy difícil. Sin embargo el desapego que los ciudadanos sienten debería hacer pensar a más de uno hasta donde quieren llegar y si merece la pena ocupar el cargo que tiene solo para tener segura su posadera y su cartera. RAFAEL VALLEJO RODRÍGUEZ es médico y exdiputado del PSOE

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