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ABC CORDOBA 12-11-2012 página 13
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ABC CORDOBA 12-11-2012 página 13

  • EdiciónABC, CORDOBA
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ABC LUNES, 12 DE NOVIEMBRE DE 2012 abc. es opinion OPINIÓN 13 UNA RAYA EN EL AGUA EL CONTRAPUNTO ISABEL SAN SEBASTIÁN ¿FUE TODO UNA GRAN ESTAFA? Urge en consecuencia abrir puertas y ventanas para que circule aire fresco... so pena de que se cierre la persiana y caigamos en una oscuridad tenebrosa Q UIENES vivimos la agonía del franquismo y el nacimiento de una España democrática creímos sinceramente que ese estallido de ilusión sería la piedra angular sobre la que se asentaría una Nación basada en la libertad, la justicia, la igualdad de oportunidades, el progreso. Sobre todos los valores que habíamos echado en falta durante la dictadura. Que la legalización de partidos proscritos durante décadas y el advenimiento de otros nuevos serían el medio, la herramienta política indispensable para encauzar la voluntad ciudadana hacia la consecución de esos fines, y no un fin en sí mismo. Que el Estado de las Autonomías diseñado en la Constitución no tenía otro propósito que el de mejorar los servicios de la Administración. Nos equivocamos... O nos engañaron. Con la perspectiva que dan los treinta y cuatro años transcurridos desde la aprobación de la Carta Magna, la realidad que se impone es la de una España en la que los partidos se han convertido en gigantescas maquinarias de poder cuya prioridad no son los gobernados, ni tampoco la defensa de los principios que dicen abrazar, sino la consecución o conservación de ese poder cuyo apetito es insaciable. Una España en la cual entidades financieras que no vacilan en desahuciar a quienes no pueden pagar su hi- poteca engrasan generosamente a esos partidos, les prestan dinero a bajo interés o les condonan las deudas (ahí están los informes del Tribunal de Cuentas, que dejan especialmente en evidencia a PSOE y PSC) a cambio de lo cual reciben de los gobernantes un trato de favor escandalosamente elocuente. Una España en la que la Justicia no sólo es tan lenta que pierde el derecho a recibir ese nombre, sino que ha sido parasitada por la política hasta el extremo de fusionarse con ésta y borrar por completo en las altas instancias las líneas rojas que deberían delimitar los confines entre una y otra. ¿Qué otra cosa cabía esperar de un arreglo en virtud del cual la potestad del Legislativo es la que determina qué jueces ascienden a los puestos más demandados y cuáles se estancan en sus carreras? Una España que ha engordado la nómina de cargos públicos hasta caer en la obesidad mórbida, sin que su actuación compense en modo alguno el incremento de coste que supone esta inflación, las exacciones fiscales a que nos vemos sometidos los contribuyentes para pagarlo, o la inquietante difuminación de responsabilidades que implica el hecho de no saber nunca a ciencia cierta a quién corresponde la competencia en una determinada materia, como la seguridad de una macrofiesta, por ejemplo. Una España en la que todo es partidismo y no hay espacio para la sociedad civil. La sensación de estafa crece por ello entre la ciudadanía al mismo ritmo que se expanden los efectos devastadores de la crisis que nos azota. La gente corriente, ni de izquierdas ni de derechas, que constata impotente día a día lo difícil que es salir adelante, se siente cada vez más ajena del modelo democrático que con tanta ilusión nos dimos hace tres décadas y se distancia del sistema político que nos encuadra, en una deriva creciente que resulta extremadamente peligrosa de cara al futuro inmediato. Porque la calle está a un paso de perder completamente la fe en lo conocido, sin que hasta la fecha haya sido posible rebatir la célebre afirmación de Churchill en el sentido de que la democracia es el peor de los sistemas políticos, si exceptuamos todos los demás. Urge en consecuencia abrir puertas y ventanas para que circule aire fresco... so pena de que se cierre la persiana y caigamos en una oscuridad tenebrosa. IGNACIO CAMACHO EL DESTINO MANIFIESTO La propaganda soberanista ha levantado la simbología heroica del destino manifiesto y la emancipación del pueblo cautivo IENTRAS la inmensa mayoría de los ciudadanos catalanes piensa datos de la encuesta del CIS- -que sus principales problemas son el paro y la crisis económica, como no podía ser de otro modo salvo que hubiesen perdido el juicio, la campaña electoral para elegir el Gobierno de Cataluña discurre de manera unívoca en torno al debate de una independencia que además no puede producirse. Al presidente Mas hay que reconocerle la eficacia de haber logrado crear un marco mental hegemónico a su entera conveniencia, capaz de sobreponerse en el imaginario colectivo a las preocupaciones populares más perentorias. El soberanismo mesiánico ha encontrado un comodín virtual perfecto con el que completar todas las carencias de su gestión efectiva; en una Cataluña independiente, proclama, habría menos desempleo, más prosperidad y menos recortes, y tal vez los habitantes de esa nación emancipada serían más inteligentes, más guapos y desde luego más ricos. Para quien dude de esta hipótesis indemostrable tienen otra respuesta- placebo de carácter mucho más emotivo: en el peor de los casos, el eventual fracaso se produciría en el marco de una decisión visceral y soberana de una nación libre. Y serían pobres pero habrían obedecido a su real gana. Como el nacionalismo es mucho más una creencia que una idea resulta en extremo difícil luchar con argumentos contra una mitología. El ensueño autodeterminador ha impuesto un clima sentimental que domina sobre la razón. La pasividad de los no nacionalistas ha permitido que se extienda como dogma de fe masiva la premisa de que España es la causante de los males catalanes y a partir de ahí cualquier tesis que intente rebatir esta percepción pasional parece condenada a la melancolía de los esfuerzos inútiles. La propaganda soberanista ha creado una atmósfera de victimismo a partir de la cual se puede levantar la simbología heroica del destino manifiesto: la quimérica exaltación identitaria del sujeto colectivo dispuesto a embarcarse en una aventura histórica. En ese iluminado imaginario Artur Mas sería el nuevo William Wallace, el libertador colocado en el tránsito decisivo de inmolarse si preciso fuera por la emancipación de un pueblo cautivo. Así las cosas, esta campaña se ha convertido en un pulso desigual en el que los constitucionalistas se enfrentan al simbolismo casi mágico de una exitosa superstición. Tienen a su favor los datos, las leyes, la experiencia histórica, pero reman contra la corriente adversa de uno de los mitos más potentes de la Humanidad: el de la liberación nacional. En 1830, agotado y moribundo tras la crítica deriva fraccionalista del proceso poscolonial, Bolívar escribe el autocrítico testimonio de su desengaño: Hemos ganado la independencia y hemos perdido todo lo demás Ya daba igual; los errores sólo se perciben con claridad cuando se han vuelto irreversibles. M MÁXIMO

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