ABC CORDOBA 08-11-2012 página 13
- EdiciónABC, CORDOBA
- Página13
- Fecha de publicación08/11/2012
- ID0006157430
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ABC JUEVES, 8 DE NOVIEMBRE DE 2012 abc. es opinion OPINIÓN 13 UNA RAYA EN EL AGUA EL CONTRAPUNTO ISABEL SAN SEBASTIÁN DE PRINCIPIOS Y EUROS POR RECETA En política, para algunos, lo importante no es lo que es sino lo que parece, porque eso, lo que parece, es lo que da o quita votos L pago de un euro por receta que ha introducido el gobierno de la Comunidad de Madrid con el fin de poner muletas a sus quebrantadas finanzas, maltratadas por un sistema fiscal que negoció Zapatero con Andalucía y Cataluña, en beneficio de sus respectivos mandatarios y detrimento del conjunto de los españoles, ha molestado sobremanera a Mariano Rajoy. Amenaza el jefe del Ejecutivo con someter esta medida a la censura del Tribunal Constitucional (cuya celeridad selectiva ha quedado de manifiesto una vez más al tardar siete años en fallar el recurso sobre la ley del matrimonio homosexual cuando apenas le llevó unos meses legalizar Bildu ETA) aduciendo que el ciudadano no tiene por qué pagar dos veces por una misma cosa. Como si quienes pagamos impuestos no lo hiciéramos por duplicado, triplicado o cuadruplicado: al percibir una renta del trabajo, al consumir con ese dinero, al cumplir con los tributos impuestos al ahorro y, en muchas regiones, al legar esos ahorros a los hijos. ¿Es eso más equitativo que el euro por receta, con un tope máximo de setenta y cinco al año? ¿O será que lo que de verdad molesta al presidente es que el PP de Madrid cumpla el compro- E miso adquirido con sus electores de no acrecentar aún más la carga fiscal que soportan? Esperanza Aguirre, cuyo abandono de la primera línea política cobra cada vez mayor sentido a la vista de los acontecimientos, ha salido al paso de las presiones de Rajoy a Ignacio González recordando que él mismo dijo, de acuerdo con el ideario histórico de su partido, que no le gustaba subir los impuestos, pese a lo cual se vio obligado a hacerlo ante el déficit incontrolado e inconfesado que heredó de su predecesor. Paradójicamente, subir los impuestos a los ricos o incluso al consumo es más fácilmente vendible a la opinión pública que imponer una forma de copago sanitario, incluso siendo éste muy inferior en cuantía en términos globales y por ende menos gravoso para el bolsillo del ciudadano. Incluso siendo esta fórmula algo de uso común en todos los países de nuestro entorno más prósperos que el nuestro y de más larga tradición democrática. Da lo mismo. En política, para algunos, lo importante no es lo que es sino lo que parece, porque eso, lo que parece, es lo que da o quita votos. Para otros, por el contrario, lo importante no es lo que parece sino lo que es, así como las razones de fondo que respaldan una decisión u otra. Porque esas razones, esos valores sustentados en las convicciones, fortalecidos en la experiencia y sostenidos a lo largo del tiempo son los pilares sobre los que se asientan las naciones que aspiran a tener futuro. Tal vez por eso nuestra nación muestre cada vez más grietas; porque los votos adquieren un peso creciente mientras la coherencia va perdiendo sustancia hasta quedar reducida a la nada. Hay quien piensa que la política, concebida como el arte de alcanzar o conservar el poder, es sobre todo cuestión de tiempos y estrategias. Otros seguimos convencidos de que lo fundamental son los principios que presuntamente inspiraron una vocación de servicio. Por eso creemos que la tarea exigible al gobernante, al verdadero hombre o mujer de Estado, consiste en defenderlos por encima de sus conveniencias o anhelos de perpetuación en el cargo. IGNACIO CAMACHO OBAMA, NO NOS FALLES Obama tiene un relato político tan potente que a menudo se sitúa por encima de las expectativas a su alcance L MÁXIMO O mejor de Obama son sin duda sus discursos, el modo empático, esperanzador y sereno en que se dirige a la gente atrapándola en una especie de seducción emotiva. En un tiempo de liderazgos débiles, aburridos y casi burocráticos, el presidente americano dispone de un sensacional relato político, una conmovedora liturgia de palabras capaces de expresar compromisos, sugerir ideas y formular objetivos. Es tan bueno en eso que a menudo se sitúa por encima de las expectativas razonables a su propio alcance; el principal defecto del primer mandato, el que le ha obligado a pelear por una victoria agónica, ha sido el evidente diferencial, el gap entre la limitada realidad del poder ejecutivo y las mesiánicas ilusiones de demiurgo levantadas en aquella arrolladora campaña. El hombre que convenció a sus conciudadanos de que podía cambiar el mundo se comportó simplemente como un gobernante aplicado que combatió con honestidad y cierta eficacia la crisis pero ni modificó el statu quo de la alta política ni fue capaz siquiera de cerrar Guantánamo. Tal vez consciente de ese efecto de deflación- -o acaso sólo normalización- -de su casi divinizada aureola, el Obama que compareció tras la segunda victoria se ha mostrado mucho más pragmático y terrenal que el de la primera. Su oratoria continúa manteniendo un timbre carismático y una optimista impronta de idealismo, pero la narrativa se ha vuelto mucho menos utópica para impregnarse de objetivos realistas y concretos que conciernen a las vidas de unos compatriotas atribulados con los que aún deja pendientes muchas promesas. La sensata limitación de mandatos- -lo que un gobernante no haya conseguido en ocho años no lo va a lograr después, y si ha hecho muchas cosas buenas conviene no darle la oportunidad de estropearlas- -ya no le obliga a buscar la reelección y libre de hipotecas electorales puede concentrarse en terminar bien su trabajo. Las urnas le han dado otra mayoría pero también un toque de atención que recuerda que ningún mortal está exento del riesgo de fracaso. Romney, que no era un candidato de su talla, le ha apretado hasta el final del recuento. Ahora ya no tiene que preocuparse de seguir cayendo bien; su próximo examen es el de la Historia. Del discurso del martes parece desprenderse la idea de que, a diferencia de otros presidentes que vuelcan su segundo mandato en arreglar el mundo, Obama va dar clara prioridad a ordenar su país, pero la influencia planetaria estadounidense es tan intensa que nos beneficiará todo lo que remedie. Fue él mismo quien no hace mucho dijo con acierto que cada desempleado más en España o en Grecia es una oportunidad menos de vender un coche americano. Su acierto nos conviene tanto que podríamos decirle aquello de no nos falles que le gritaban los suyos a Zapatero. A ver si con éste, aun sin haberlo votado, tenemos todos mejor suerte.