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ABC CORDOBA 05-11-2012 página 13
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ABC CORDOBA 05-11-2012 página 13

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ABC LUNES, 5 DE NOVIEMBRE DE 2012 abc. es opinion OPINIÓN 13 UNA RAYA EN ELA GUA EL CONTRAPUNTO ISABEL SAN SEBASTIÁN EL CASO (MUY REAL) DE LA ESPAÑA MENGUANTE El derrochador Artur Mas no podrá competir jamás con una nación que pisa fuerte en el seno de la UE N O hay como alejarse del foco central de un problema para recuperar la perspectiva general. Una visión que en el caso de España, contemplada por ojos imparciales, produce una mezcla amarga de extrañeza, incomprensión y pena. A una joven lituana de veintitrés años, residente en Londres y recién licenciada en Ciencias Económicas y Políticas, le resulta evidente que un país de pequeño tamaño y reducida población, como el suyo o el que aspira a construir el derrochador Artur Mas con su pretensión de separar Cataluña del tronco común, no podrá competir jamás con una nación de 47 millones de habitantes, que pisa fuerte en el seno de la Unión Europea y está en condiciones de vetar resoluciones cruciales y potencialmente perjudiciales para ella, tejiendo alianzas relativamente fáciles de conseguir; un objetivo completamente inalcanzable para los pequeños como su Lituania natal, cuya única esperanza de supervivencia está en el cumplimiento riguroso de la disciplina impuesta por los grandes, sin discusión. Esa misma chica, fascinada por las condiciones naturales de clima, ubicación geográfica y modo de vida que ofrece España, como elementos susceptibles de convertirnos en la Sylicon Valley de Europa a poco que nos esforzáramos por parecernos a California, no logra entender por qué hablamos siempre los españoles de nuestras respectivas regiones, marcando fronteras interiores que ella no alcanza siquiera a concebir. Y cuando le explico que, merced al sistema autonómico por el que nos regimos, cada comunidad autónoma recibe del Estado una cantidad de dinero distinta por habitante, establecida de un modo arbitrario en función de criterios absolutamente peregrinos; puede subir o bajar los impuestos a su antojo, pagar salarios a sus funcionarios más elevados o más bajos que los que cobran los servidores públicos del vecino, y ofrecer mejores o peores servicios a sus ciudadanos... se lleva las manos a la cabeza. ¡Nunca pensé que dentro de España pudieran suceder esas cosas me dice, con una cara de sorpresa que denota la incredulidad genuina propia de quien escucha este disparate por primera vez. No es lo que yo creía! Tampoco la reconozco yo... le contesto, tratando de hacer mía esa mirada estupefacta, con el propósito de no dar por bueno jamás, ni mucho menos resignarme, ese discurso de la disgregación inevitable que ha impuesto entre nosotros el nacionalismo y que todos vamos asumiendo como algo perfectamente natural, con tal de no quebrar las normas de lo políticamente correcto. A mí me comentan los colegas en el estudio que sí estamos haciendo saltar por los aires nuestro país deliberadamente tercia en la conversación, con humor sarcástico, un arquitecto a quien la crisis ha expulsado de su patria. Su espíritu práctico, ordenado, naturalmente inclinado a sacar lo mejor de cada situación, se rebela ante las noticias que llegan al Reino Unido sobre manifestaciones multitudinarias en demanda de independencia, cuya repercusión no puede ser otra que cuartear nuestra ya quebrantada credibilidad como nación; una fisura creciente a través de la cual se le escapan a él, y a todos los de su generación, las posibilidades de construir un futuro en casa. Esto es lo que hay, chicos- -concluyo- Este es el caso, dramáticamente real, de una nación menguante llamada España. IGNACIO CAMACHO CUESTIÓN DE SENSIBILIDAD Por más complejidad jurídica que entrañe, el problema de los desahucios es una prioridad política y social inexcusable L principal motivo de la creciente desafección que está rompiendo el vínculo de la representatividad política proviene de la palmaria percepción ciudadana de que los sacrificios de la crisis están mal repartidos. Y aunque se trata de una cuestión que afecta casi por igual a toda la dirigencia pública es al Gobierno al que corresponde mayor responsabilidad de corregirlo. Hasta el momento su fórmula de extender los esfuerzos consiste de manera unívoca en la subida de impuestos, medida dudosa que penaliza las inversiones y el ahorro; faltan actuaciones valientes en la poda de privilegios y decisiones claves sobre ciertos mecanismos de solidaridad emocional que amortigüen la impresión de lejanía que proyecta el poder político y económico. El Gabinete mantiene un interés irreprochable en sostener el subsidio de paro y las pensiones pero importan algunos gestos de sensibilidad que refuercen la sensación de amparo frente a los estragos de una recesión angustiosa. El problema de los desahucios se ha convertido en una prioridad social inexcusable. Por más razón legal que asista a las demandas de incumplimiento hipotecario- -pacta sunt servanda- -es imposible que la gente acepte el incremento unilateral de la presión sobre las víctimas del desempleo. Máxime cuando todo el país conoce los millonarios requerimientos de socorro a un sector financiero que no parece precisamente agradecido. No hay demagogia en el planteamiento de un necesario quid pro quo entre los favores que la sociedad presta a los bancos y los que recibe de ellos. Y si la hay es inevitable por la evidencia de un flagrante desequilibrio ante el que el Gobierno ha de intervenir en favor de la parte más débil. Aunque se trata de un asunto más complejo que la sintética retórica de twitter, las dificultades jurídicas no pueden constituir un pretexto de absentismo. La política moderna tiene que encontrar soluciones de ingeniería legal que salven el precepto de obligatoriedad de los contratos para habilitar excepciones de necesidad. Ampliar el pacto de buena voluntad con los bancos resulta un propósito bienintencionado pero acaso insuficiente; aunque después de inyectar 60.000 millones en el tejido descompuesto de la banca el poder está en condiciones de ejercer presión para reducir las demandas, va a ser inevitable legislar. El PSOE está arrepentido de no haberlo hecho y pocas oportunidades iguales habrá de conducirlo al consenso. Con o sin dación en pago, el freno a la oleada de desalojos constituye una necesidad perentoria de la política real, la que entiende el pueblo. Sin un sistema financiero viable no habrá recuperación económica pero ésta tampoco servirá si se levanta sobre miles de quiebras individuales o familiares. Rescatar a las personas además de a los bancos puede parecer un simplismo populista, pero pobre es la política a la que puede derrotar una frase. E MÁXIMO

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