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ABC CORDOBA 29-09-2012 página 17
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ABC CORDOBA 29-09-2012 página 17

  • EdiciónABC, CORDOBA
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ABC SÁBADO, 29 DE SEPTIEMBRE DE 2012 abc. es opinion OPINIÓN 15 UNA RAYA EN EL AGUA EL ÁNGULO OSCURO JUAN MANUEL DE PRADA SVEN HASSEL Leer aquellos libros era como contemplar el rostro de la Gorgona; y, al acabarlos, uno tenía la impresión de haber estado buceando en una alcantarilla M E entero por un obituario de Juan Ángel Juristo que ha fallecido en Barcelona el enigmático escritor danés Sven Hassel, a quien imaginaba muerto hace ya mucho tiempo. Hassel fue escritor de gran éxito popular, allá por los años cincuenta y sesenta, con una serie de novelas ásperas y truculentas en las que narraba las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial; novelas protagonizadas por un grupo de soldados integrados en un batallón de castigo a quienes el mando alemán encomendaba las misiones más extremas y desesperadas. Yo leí aquellas novelas casi medio siglo después de que fueran publicadas, en ediciones de páginas amarillentas y quebradizas repescadas en baratillos y librerías de lance. Fue una experiencia alucinante, como una zambullida en una fosa abisal que esconde las faunas más peregrinas y monstruosas. Las novelas de Sven Hassel tenían un estilo desabrido, muy expeditivamente desdeñoso de las florituras literarias. Narraban situaciones atroces, de una crueldad inimaginable, casi siempre inverosímil; y, sin embargo, destilaban una rara y chocante autenticidad, como si estuviesen escritas desde la experiencia personal. Esta mezcla de inverosimilitud tremendista y naturalismo testimonial las hacía, a un tiempo, repelentes y subyugadoras, en una mixtura que pocos escritores logran alcanzar (se me ocurre que algo parecido, con una temática muy diversa y mejores dotes literarias, consigue James Ellroy) Uno sentía que en aquel despliegue de brutalidades sin cuento había algo de impostura y de regodeo sensacionalista, pero no podía dejar de leerlas, enviscado en el barro y en la sangre, como los propios personajes de Hassel, supervivientes de mil escaramuzas que habían dejado en su carne una escritura de metralla y reducido su alma a fosfatina. Leer aquellos libros era como contemplar el rostro de la Gorgona; y, al acabarlos, uno tenía la impresión de haber estado buceando en una alcantarilla. Tratar de juzgarlos en términos morales resultaba desquiciante: por un lado, parecían escritos por un pacifista que abominase de aquel infierno; por otro, destilaban una rara fascinación purulenta por sus llamas. Tal vez fuesen literatura basura; pero dejaron en mi ánimo una abrasadora huella de desasosiego y ahogo espiritual. Hassel narraba una guerra sin heroísmo, infestada de episodios espeluznantes, en la que sus personajes- -criminales confesos, renegados de la peor calaña, pobres diablos golpeados por la adversidad- -luchaban en medio de un clima de pesadilla macabra, sin otro horizonte que la supervivencia. Sospecho que esta visión de la Segunda Guerra Mundial que Hassel ofrecía en sus novelas, como una trituradora insomne de carne y de almas, ha influido mucho más en el imaginario colectivo de lo que podríamos sospechar. En las solapas de las novelas de Sven Hassel se daba poquísima información sobre su autor; y a veces las ilustraba una fotografía demencial, en la que Hassel aparecía emboscado detrás de unas gafas de sol y una barba facinerosa, con el cuello de la gabardina levantado, como si fuera un proxeneta o espía de medio pelo. De este modo, tal vez tratase de enturbiar todavía más su figura, ya de por sí bastante críptica y moralmente dudosa, anubarrada de supercherías y al mismo tiempo iluminada de terribles fogonazos que hielan la sangre en las venas. ¿Sería Sven Hassel un criptonazi? ¿Tal vez un impostor? ¿O tan sólo un caradura genial tentado por el tremendismo? Su existencia penumbrosa está reclamando un novelista que la reconstruya o recree; entretanto, creo que me voy a animar a releer alguna de sus destartaladas novelas, desquiciantes y abrasadoras como las llamas del Tártaro. IGNACIO CAMACHO LA CHAQUETA METÁLICA La polémica sobre la entrenadora de la sincro es una metáfora de cierta sensibilidad social refractaria al sacrificio N la profunda crisis de liderazgo que vive España no tiene que ver sólo la ausencia de dirigentes con empatía, audacia y capacidad estratégica, sino también una cierta alergia social a los líderes con determinación para fijar objetivos y cumplirlos a despecho de obstáculos y limitaciones. El pensamiento débil ha generado una sensibilidad indolora y refractaria al esfuerzo, una mentalidad colectiva de laxitud que rechaza los logros del sacrificio diluyéndolos en una especie de acomodaticio relativismo abandonista. Acostumbrada a la prosperidad fácil, nuestra sociedad reciente ha perdido musculatura moral para enfrentarse a dificultades de escala con voluntad agonística. De un modo colateral, anecdótico, la polémica sobre la entrenadora del equipo nacional de natación sincronizada representa una metáfora de ese paradigma indoloro. Si hay una actividad relacionada con el espíritu de superación, el trabajo duro, la disciplina física y la fortaleza mental es el deporte de élite, la alta competición en la que el éxito se mide en decimales de ventaja. Las medallas y los títulos no son producto de improvisados arrebatos de brillantez sino el fruto de años de entrenamiento, método y renuncia. En una especialidad hiperminoritaria y sin tradición, casi clandestina, Anna Tarrés ha convertido a un puñado de jóvenes nadadoras en un competitivo y luminoso bloque capaz de plantar cara a potencias mundiales consolidadas. Ese nivel de excelencia, coordinación y empeño no se puede alcanzar sin un régimen de adiestramiento sostenido en normas rígidas y en principios firmes, un sistema de motivación blindado contra el desaliento, el cansancio y la flaqueza. Y todo ello requiere un liderazgo resuelto, potente, correoso, dispuesto a mantener la cohesión grupal sin indolencias ni concesiones. A menudo esa clase de instrucción de elevada exigencia disciplinar está envuelta en una atmósfera antipática o poco complaciente en la que no ha lugar al desfallecimiento porque las pruebas reales suponen un ejercicio implacable de resistencia y precisión. No resulta en absoluto imposible que en el calor de ese trabajo denodado Tarrés haya cometido ocasionalmente excesos verbales o superado los límites convencionales de la delicadeza y el respeto. Suficiente para ganarse la inquina de los cazadores de brujas del antiautoritarismo de salón. A base de críticas ventajistas- -a medalla ganada- -y de denuncias de maltrato que tratan de presentarla como un trasunto femenino del brutal, blasfemo y despótico sargento de La chaqueta metálica los apóstoles del buen rollito y la pedagogía de la trivialidad se han cobrado una nueva víctima. Es la misma gente que cree que los países se levantan de las crisis sin sufrimientos, que los conflictos se resuelven con sonrisas y que los éxitos crecen en los árboles para recogerlos sin tener siquiera que ponerse de puntillas. E MÁXIMO

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