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ABC CORDOBA 26-09-2012 página 15
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ABC CORDOBA 26-09-2012 página 15

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ABC MIÉRCOLES, 26 DE SEPTIEMBRE DE 2012 abc. es opinion OPINIÓN 15 UNA RAYA EN EL AGUA EL RECUADRO ANTONIO BURGOS COMO PUERTO RICO Ojalá fuera verdad lo que quieren ser de mayores y se cuidara en Cataluña la lengua española como en Puerto Rico C OMO este artículo trata sobre el que tiene apellido de cadena de supermercados y cara de anuncio de loción para después del afeitado, vaya de entrada una profunda duda ortográfica que tengo sobre don Arturo Más. ¿Por qué los menos escribimos Más con acento y los más lo ponen sin él? El presidente de la autonomía catalana, ¿qué es? ¿Un adverbio de cantidad que denota idea de exceso, aumento, ampliación o superioridad en comparación expresa o sobrentendida como dice el DRAE, o, por el contrario, es una conjunción adversativa, que siempre está dando por saco y poniéndole un pero a todo? Pero sigamos con los proyectos separatistas del adversativo o aumentativo señor Más (madera, esto es la guerra) Cuando el presidente de la CEOE aún no había metido el freno y la marcha atrás y estaba de roneo separatista, antes que dijera que la independencia es una barbaridad, los empresarios catalanes le metieron las cabras en el corral a don Arturo Más, quien tras negar la mayor (como se dice en perfecto tertulianés) puso negro sobre blanco (que también es muy clásico en dicho idioma) sus aspiraciones separatistas y salió cantando por Boby Capó: Voy a pasar mi luna de miel en Puerto Rico Don Arturo Más, de mayor, quiere ser como Carlos Romero Barceló o Rafael Hernández Colón: gobernador de Puerto Rico. De momento, si los catalanes quieren ser como Puerto Rico, al presidente hay que quitarle tal nombre y llamarlo Gobernador. Eso no es problema. El problema es que al Palacio de San Jorge (vulgo Palau de Sant Jordi) habrá que rebautizarlo como La Fortaleza. En cuestión de bandera es más fácil. Será cosa de cambiar el color y número de las barras, de rojas y blancas a amarillas y rojas. Y se ahorrarán la estrella, cosa muy grata a la buchaca catalana, ya que Puerto Rico tiene en la bandera la suya solitaria. Lo malo es que van a tener que dejar de cantar ese himno sangriento de los golpes de hoces que pegan los segadores, para entonar canciones patrias simpáticas y menos agresivas, como La Borinqueña que es un himno con sabor a bolero: La Tierra de Borinquen donde he nacido yo es un jardín florido de mágico primor Por no hablar del son con tanto compás que es como un segundo himno borinqueño: Qué bonita bandera, qué bonita bandera la bandera puertorriqueña... Y así sucesivamente, tendrán que cerrar todas las empresas de cava para dedicarse a producir como locos piña colada, con ron Don Q y Coco López. Lo siento por la sardana, pero será sustituida inmediatamente por la salsa, la bomba y la plena. En vez de monchetas con butifarra, asopao de camarones. O somos como Puerto Rico o no somos. Y si quieren serlo, que aprendan no sólo a usar el español como la lengua común de la calle, de la casa, de la escuela y de los medios de comunicación, sino a mimarlo e incluso a traducir por Pare el Stop de las señales de circulación. Ojalá fuera verdad lo que quieren ser de mayores y se cuidara en Cataluña la lengua española como en Puerto Rico, donde no multan a nadie por poner el letrero de su comercio en el idioma de mi tocaya Julia de Burgos. Mas (ahora conjunción adversativa, no presidente) hay asuntos puertorriqueños que no creo que quiera imitar el del apellido de adverbio de cantidad. Aunque Estado Libre Asociado, los puertorriqueños se sienten profundamente estadounidenses. El puertorriqueño no quiere independizarse de Washington: el puertorriqueño rico quiere irse allí de congresista y el puertorriqueño pobre quiere irse de emigrante a Nueva York. Y además, que Más no conoce el cante que ya lo dijo todo: Ni Veracruz es Veracruz, ni Santo Domingo es santo, ni Puerto Rico es tan rico pá que lo veneren tanto IGNACIO CAMACHO CARNE DE CAÑÓN Agitación callejera en Madrid y órdago secesionista en Barcelona: excelente aval para vender confianza en un país L MÁXIMO A ensimismada matraca del nacionalismo se ha vuelto a cruzar en el escenario de una nación a punto de quiebra. No es un hecho casual: la ofensiva soberanista trata de aprovechar la debilidad del Estado y la falta de cohesión de una sociedad afligida por la crisis. Hay un profundo malestar ciudadano que incita al desistimiento de problemas que la mayoría puede tender a considerar de rango menor. La secesión catalana no lo es objetivamente pero mucha gente siente en España la tentación de enviar ese debate a paseo. Y los promotores del acelerón independentista no sólo lo saben sino que cuentan con esa pulsión escéptica para crear condiciones favorables a su causa. El Estado, que no sólo el Gobierno, está bajo asedio. Por fuera presionan los mercados de deuda, ansiosos ante la incertidumbre del rescate financiero. Por dentro se incuba un desafecto antipolítico que provoca sacudidas radicales como la de ayer ante el Congreso, minoritaria en la calle pero con fuerte respaldo entre una izquierda deconstruida y entre los numerosos usuarios de las redes sociales. El vínculo de la representación democrática se ha debilitado de modo perceptible, alarmante, aunque hasta ahora el desencanto cuaje más en escepticismo que en algarada, y la clase dirigente ha perdido gran parte de su capacidad de liderazgo. Todo eso constituye un enflaquecimiento estructural que el incansable ímpetu nacionalista ha aprovechado para plantear su desafío. La independencia es una quimera tan evidente que hasta sus partidarios eluden mencionarla por su nombre y se agarran a una sofisticada cadena de eufemismos; pero se trata de un proyecto con capacidad de seducción emotiva en un momento en que mucha gente carece de estímulos y necesita creencias a las que agarrarse. En esta tesitura tan sensible, el impreciso órdago soberanista se atraviesa en el debate público de la manera más inoportuna posible. A las muchas inseguridades que hoy por hoy ofrece España se suma nada menos que la de la integridad de su territorio. Será difícil que alguien le preste dinero a un país amenazado por la posibilidad de fragmentación, por lejana o inviable que resulte de hecho; si de algo huye el capital es de la inestabilidad y del ruido. En ese sentido somos carne de cañón. Da igual que la realidad pueda ser distinta, que la inmensa mayoría de compatriotas se afane en sus quehaceres y sus zozobras, que también esté harta de problemas artificiales y de extremismos nihilistas, que el debate político- -y mediático- -sobredimensione minucias o priorice delirios. Nuestra imagen en el extranjero será hoy la de las cargas policiales callejeras en Madrid y la de un designio separatista oficial en Barcelona. Excelente aval para ir por ahí vendiendo solvencia y tratando de sostener que somos dignos de toda confianza.

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