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ABC CORDOBA 27-07-2012 página 86
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ABC CORDOBA 27-07-2012 página 86

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VIERNES 27.7.2012 Editado por Diario ABC, S. L. San Álvaro, 8, 1 3, 14003 Córdoba. Diario ABC, S. L. Reservados todos los derechos. Queda prohibida la reproducción, distribución, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta publicación, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa. Número 35.274 D. L. I: M- 13- 58 Apartado de Correos 43, Madrid. Publicidad 957 497 675 Suscripciones 901 400 900 Atención al cliente 902 530 770. LIBRO DE VIAJES VISTO Y NO VISTO POR IGNACIO RUIZ QUINTANO CORTIZONA C Ibiza, un paraíso con dos millones y medio de turistas; debajo, una bellísima puesta de sol ABC Ibiza, la industria del placer El mar en calma, como escribió Pla, agrada en la isla, sobre todo cuando parece un espejo SERGI DORIA IBIZA A ntes del people from Ibiza esta isla fue agrícola, bohemia, hippy y psicodélica. Y antes de ser cristiana en 1235 había sido musulmana, bizantina, vándala, romana y fenicia, hasta meternos en la noche de los tiempos megalíticos. Cada visitante dejó su rastro para que no los olvidemos entre el estruendo de las fiestas discotequeras que hoy monopolizan la toponimia ibicenca. Ibiza atesoró durante siglos lo que el ensayista francés Yves Michaud denomina individualismo autárquico que le permitió conservar la memoria de los siglos y le permite seguir siendo eterna bajo el fragor del turismo masivo. Una visita a la cueva de Can Marçà, de cien mil años de antigüedad, a la necrópolis de Puig des Molins, con sus tres mil tumbas, o al poblado fenicio de Sa Caleta nos nutre del ingrediente numinoso que debió seducir a los extranjeros que arribaron a la isla en los años treinta. Como subraya Michaud en su ensayo Ibiza mon amour la isla era un refugio para personajes a la deriva o personas inquietas, pero también un paraíso pobre y digno, que todavía conservaba algo de la pureza primitiva del mundo mediterráneo Datos útiles Dónde comer: en el restaurante S Ametller podemos saborear el recetario balear: pocas mesas y buenos platos. Pere Francès, 12. Tel. 971 131178. Para ver: tomar una golondrina y pasar por el Freu Grande entre la isla de Es Penjats y la de Pou con sus faros e islotes. Formentera nos espera. Dónde dormir: Hotel Mirador de Dalt Vila. Un hotel con vistas desde la historia ibicenca. Plaza España, 4. Tel. 971 303045 info miradoribiza. com Dos décadas después, los campesinos y aquellas mujeres vestidas de negro empezaron a acoger a los náufragos de la tragedia europea. Hasta entonces, su sino era protegerse de las invasiones como demuestra el recinto amurallado del barrio de Dalt Vila cons- truido por Carlos I y Felipe II para proteger la ciudad de la piratería otomana. Una combinación que otorga encanto a la isla: de una parte, la piedra recia y defensiva; de la otra, la sencilla belleza rústica de las casitas encaladas que, como constató Josep Pla en los años cincuenta, fueron valoradas por el turismo europeo, precisamente, por su funcionalismo. Pero ese estilo exportable enmarcó un decorativismo caprichoso: Fuera de Ibiza, el funcionalismo ibicenco ha sido muy poco funcional remata el ampurdanés. De los catorce mil turistas de 1955 se ha pasado a los dos millones y medio actuales y del mito del paraíso natural que nutrió el hippismo y la psicodelia, como subraya Michaud en su libro, a la industrialización del placer De Walter Benjamín a los DJ, pasando por aquellos tiempos sinfónicos de Pink Floyd en la película de More (1969) y las islands de los no menos míticos King Crimson. Aunque todavía es posible conjugar la casa de pescadores con la moda adlib cuando uno se pasea por el barrio de la Marina puede percibir, así lo constató Pla, una misteriosa afinidad entre el pasado y el presente. El mar en calma, anotó, agrada, sobre todo, cuando parece un espejo Y ese espejo en el que nos reflejamos cuando estamos en soledad puede dar lugar a un auténtico psicodrama que podría culminarse con una travesía en barca por el paso de Es Freus que comunican Ibiza con Formentera, la isla más aislada de lo que fue el auténtico movimiento hippie cuando el músico Pau Riba mezclaba las corcheas con los sonidos del silencio. Antes del people from Ibiza ortizona, del socialista Cortizo, es el extracto ibérico de un axioma de Murphy según el cual la política es el dulce arte de conseguir los votos de los pobres y los fondos para la campaña de los ricos prometiendo protegerles a unos de otros. Rato en el Congreso, y Cortizo soltando chascarrillos de tiburones financieros para dar pie a la imagen tremenda del tiburón en un banco de besugos. Un vecino mío jura haber visto a Rato comprando fruta en bermudas, esa prenda de la socialdemocracia matritense. En el Congreso llevaba los pelos de Eduardo Arroyo y la perilla de Edward G. Robinson en El rey del juego Hagan juego, señores. Pero allí sólo jugaban las señoras, y eso que María del Carmen Chacón no abrió la boca, acaso cohibida por la americana arlequinada con pajarita negra de su compañero Antonio Hurtado, un Premio Azahar, que, a su lado, parecía aquel señorito inglés que arrojó en una botella al mar un mensaje escrito en una servilleta: No encuentro otro papel. Me hundo con el Lusitania Adiós. Al Lusitania lo torpedearon los alemanes, que hoy tienen a frau Merkel para guardarles los torpedos, aunque en la Comisión que había de ser la hoguera de Rato hay dos o tres señoras de egregia ignorancia que podrían volverla loca. Así, una canaria que dice chachi O la representante de ese partido que hace demagogia de peluquería en sábado de boda y que ayer quiso consagrarse como la Hernández Moltó de Rato ¡míreme a los ojos, señor Rubio! que, miren por dónde, no es Mariano Rubio. Usted, señor Rato, produce insomnio. Pida perdón a España. Esa mujer habla como San Pablo, a quien seguramente no conozca. O mejor, pues tratamos de dinero: habla como si fuera la prima de riesgo.

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