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ABC CORDOBA 22-07-2012 página 15
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ABC CORDOBA 22-07-2012 página 15

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ABC DOMINGO, 22 DE JULIO DE 2012 abc. es opinion OPINIÓN 15 EL RECUADRO UNA RAYA EN EL AGUA ANTONIO BURGOS LA TIJERA DE MORENÉS Ha anunciado Morenés ni más ni menos que el comienzo de la retirada militar de España en las mal llamadas misiones de paz M editaba yo aquí el domingo pasado sobre el absurdo de que anduviéramos recortando por acá y por allá, del Rey abajo, todos, y que mientras tanto, como si el Ministerio de Defensa no se hubiera enterado de nada, mantuviese la presencia de nuestras gloriosas tropas en esas extrañas y contradictorias misiones de paz donde matan a nuestros soldados cada lunes y cada martes, de modo que según los datos del Tribunal de Cuentas en 2011 nos habíamos gastado en estos territorios donde no se nos ha perdido absolutamente nada la cantidad de 2,35 millones de euros al día, que son casi 400 millones de pesetas a cada toque de diana e izado de la bandera de la Patria. Principio quieren las cosas, que dijo Don Quijote cuando salió de la venta, y si no lo dijo, lo debió decir, porque a mí me vendría aquí ahora divinamente. Del mismo modo que Johnny cogió su fusil, don Pedro Morenés, ministro de Defensa, ha cogido ya la tijera militar que yo pedía el otro día y ha anunciado que nos retiramos del Líbano, que el repliegue previsto del 20 por ciento de los 1.100 soldados, clases, oficiales y jefes que tenemos allí se va a incrementar este año hasta el 50 por ciento. Traduzco: ya hemos retirado del Líbano 250 hombres y nos traeremos de regreso a la Patria a otros 300 en noviembre. ¿Por qué? Pues Morenés lo ha dicho, tijera en mano: que España tiene que ahorrar y que recortar gastos, y que en 2011 nos gastamos en El Líbano 196 millones de euros, que se dice pronto, con la falta que harían esos 196 millones de euros aquí para no quitarles la paga de Navidad a los funcionarios, ¡la inquietud que les iba a entrar otra vez a los pavos de Pascuas, pero lo contentos que se iban a poner los fabricantes de mantecados de Estepa y a los de seguimos queriendo turrón, turrón, turrón... Y ha dicho Morenés algo más realista: seis años después de iniciarse esa misión en El Líbano, ya se han cumplido sus objetivos y allí no pintamos nada. Y hay más tijeretazos a toque de corneta ordenados por don Pedro Morenés, que por lo menos confortan ante tanto derroche y tanta locura vestida con la dignidad del uniforme caqui. De Afganistán también parece que estamos dispuestos a venirnos. En Afganistán tampoco estuvo mal la cosa de tirar el dinero que no tenemos. En 2011 nos gastamos allí 450 millones de euros, que se dice pronto. ¿Cuántas pensiones podíamos haber dejado sin recortar con los 450 millones de euros tirados, sí, tirados, en Afganistán, conflicto que, insisto, ni nos va ni nos viene ni nos reporta beneficio alguno? ¿O es que estamos en Afganistán porque les vamos a vender un Ave, asunto que todo lo justifica en política anterior, la colocación de un Ave a quien sea? Echo en falta, empero, lo de siempre: la política informativa de este Gobierno que aún no ha conseguido comunicar que todos los males presentes devienen de que están tratando de remediar el desastre al que nos llevó Zapatero y su mariachi, así como su conjunto de derrochonas señoritas vicetiples colocadas ahora todas con sueldazos de ensueño en la ONU e islas adyacentes, tras la preparación artillera de las morteradas que tuvimos que pagar para asegurarles el porvenir. Cuanto ha anunciado Morenés, que es ni más ni menos que el comienzo de la retirada militar de España en las mal llamadas misiones de paz, ha habido que buscarlo casi en la letra chica de los periódicos. Y vuelvo a lo de siempre: anda que si es Zapatero el que repliega las tropas para evitar dispendios, o Rubalcaba mismo, aquí se entera hasta Cascorro en su estatua del Rastro... (Por cierto, Cascorro lleva una lata de gasolina, de la misma marca que están echando las turbas en las calles españolas, con lo cara que está la gasolina... IGNACIO CAMACHO EL PROTOCORRUPTO Juan Guerra reaparece como un fósil de la Atapuerca del pelotazo, un homo antecessor de la cleptocracia nacional A reaparecido Juan Guerra en los juzgados, sin expectación ni alharaca, como uno de esos fantasmas shakespeareanos que vuelven de la bruma del tiempo y la memoria, proclamándose no ya inocente sino perjudicado, tal que el padre de Hamlet, por la insistencia de una justicia impotente que en 22 años de pleitos y querellas apenas si ha logrado molestarle en la siesta. Mantiene el hermanísimo ese porte desafiante y esa mirada torva que impedían aceptar su coartada moral de pícaro simpático, de rinconete contemporáneo, de espabilado sablista. Pero no cabe duda de que él mismo es consciente de cómo su figura emergente de pionero del trinque, de protocorrupto, de epítome primigenio del tráfico de influencias, se ha difuminado como una gota de lluvia en la cascada torrencial de toda la posterior delincuencia de cuello blanco hasta convertirlo en una especie de menestral del cohecho, de jornalero de la mangancia. En el esplendoroso museo de la corrupción española, junto a albertos y condes, junto a olleros y roldanes, junto a malayos y urdangarines, junto a las tribus enteras de saqueadores de cajas de ahorros, junto a las bandas de la Gürtel, Filesa o los ERE, su cráneo calvo y su barba algo agreste lucen apenas como un remoto e impune antepasado antropológico, un fósil de la Atapuerca del pelotazo, el convoluto y la mordida. Una reliquia arqueológica. Juan Guerra fue el precursor tosco y algo palurdo de la moderna cleptocracia nacional, el adelantado autodidacta de una forma de degradación política que ha acabado convirtiéndose en un sistema. Montó en su huerto del asistente un primitivo despacho de influencias que allanaba trámites y lograba permisos al amparo o la sombra del poder, y su escándalo provocó algunos cambios legales de tipificación de delitos y la caída de quien entonces era el hombre más influyente de España. Pero visto con perspectiva su lucro apenas fue el de un desclasamiento rápido y desahogado, con un entramado artesanal de empresillas que ni siquiera funcionaron y un pasar cómodo amasado a base de cierta zafia compraventa de favores y chivatazos. Lo que ha ocurrido después, la catarata de fortunas milmillonarias aventadas en majestuosos golpes de ventajismo o la creación de redes y hasta partidos enteros dedicados al saqueo de las arcas públicas, ha reducido su aventura a la mera condición episódica de un homo antecessor relegado a los anaqueles del simbolismo pretérito. Quizá ni él mismo, cuando justificaba sus andanzas con la atrabiliaria reivindicación del presunto derecho a robar de los pobres, podía imaginar que su zafio método de explotación del apellido o la familia iba a acabar reproducido en el mismísimo entorno de la Corona. Y hoy, cuando reaparece en los juzgados con su oblicua mirada del Siglo de Oro, ya no se sabe si merece que lo metan en la cárcel o le den una subvención al patrimonio histórico. H MÁXIMO

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