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ABC CORDOBA 23-06-2012 página 5
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ABC SÁBADO, 23 DE JUNIO DE 2012 abc. es opinion LA TERCERA 3 F U N DA D O E N 1 9 0 3 P O R D O N T O R C UAT O LU C A D E T E NA EL RESCATE DE NUESTRA DEMOCRACIA POR IGNACIO CAMUÑAS La urgencia y el dramatismo alcanzados por la dimensión de nuestra crisis económica no deja ver a nuestros gobernantes, y a una gran mayoría de ciudadanos, que la crisis política e institucional que padecemos está condicionando, a su vez, la superación de la propia crisis económica de por momentos apoyo y popularidad, y la oposición no puede de hecho comparecer porque es presa de su fracaso manifiesto a lo largo de la gobernación de los últimos ocho años. Así como para resolver la angustiosa situación económica que padecemos hemos encontrado la ayuda de nuestros socios europeos, para superar la crisis política e institucional que denunciamos nadie nos va a poder ayudar, sino nosotros mismos, y siempre que acertemos a tomar las medidas necesarias para superar las deficiencias y los errores que hemos venido acumulando. E S imposible sustraerse en estos días al magnetismo y la popularidad alcanzados últimamente por la palabra rescate en nuestro país. Todo ello, a cuenta de la situación angustiosa de nuestras finanzas públicas y el no menos lamentable estado en que se encuentra una gran parte del sistema financiero español, con las antiguas Cajas de Ahorro a la cabeza. Lo cierto es- -dejando polémicas terminológicas al margen- -que España finalmente no ha podido digerir por sí sola la crisis que atraviesa y ha tenido que pedir ayuda a Bruselas con el visto bueno de Alemania. Todo el mundo sabe que el que ayuda y presta dinero en algo acaba mandando. Me temo que en mucho, más en todo caso que lo que trata de aparentar el que recibe el dinero, esto es, el Gobierno español. Pero con eso ya está dicho todo y no es menester que sigamos enzarzados en la cuestión. Lo que hoy me importa destacar es otro asunto. Por un lado, el manejo de los tiempos en la resolución de esta clase de crisis, y por otro, la naturaleza del problema que se pretende abordar. Es obvio que el plazo transcurrido desde que se advirtieron los primeros problemas de nuestra economía hasta hoy ha sido excesivamente largo. Esto es, hemos reaccionado tarde y mal. El final de etapa de Zapatero negando la crisis y el arranque excesivamente lento y confuso de Rajoy nos han costado a los españoles muchos millones de euros y un descenso notable en nuestro nivel de vida y en nuestro prestigio internacional. La política, una vez más, manda y condiciona al final todos los procesos económicos y sociales. Y de política, precisamente, es de lo que querría tratar en estas breves líneas. La urgencia y el dramatismo alcanzados por la dimensión de nuestra crisis económica no deja ver a nuestros gobernantes, y a una gran mayoría de ciudadanos, que la crisis política e institucional que padecemos está condicionando, a su vez, la superación de la propia crisis económica. Y es que, si maltrechas se encuentran nuestras finanzas, no es menos cierto que España afronta una crisis institucional sin precedentes. Detengámonos, pues, por un instante, en lo que me parece más sustancial y necesario resaltar en estos momentos. El funcionamiento del Tribunal Constitucio- nal- -ayuno por desgracia de prestigio y respeto y sobrado de ingerencias partidistas- -resulta en el mejor de los casos manifiestamente mejorable. El propio Consejo del Poder Judicial anda a la greña y preso de banderías políticas con un presidente sometido a una campaña de desprestigio que parece haberse ganado a pulso y que ha acabado con su dimisión. La situación de nuestras comunidades autónomas, por otra parte, no puede ser más preocupante. La corrupción alcanza a todos los par- N tidos con responsabilidades de gobierno y es, precisamente, en la mayoría de autonomías donde se han conocido los casos más flagrantes y escandalosos en estos últimos tiempos. L os órganos de control y vigilancia de la Administración Central, tan esenciales en todo régimen democrático, no funcionan como sería de desear porque carecen de la independencia y el rigor debidos. Lo sucedido en el Banco de España últimamente pone de manifiesto que los mencionados órganos de control son en buena parte responsables de lo que está ocurriendo. A esta preocupante situación hay que añadir el que tenemos que soportar chantajes y amenazas de los sectores nacionalistas radicados en Cataluña y el País Vasco que debilitan a nuestro país y generan desconcierto y pérdida de influencia en nuestras relaciones exteriores. Por otra parte, y como viene siendo recogido en la mayoría de las encuestas que conocemos, la desafección hacia la clase política sigue creciendo, mientras el Gobierno actual pier- ecesitamos, muy en primer lugar, abrir un debate sincero sobre la viabilidad de nuestro actual Estado Autonómico, que es caro, complejo y confuso. Precisamos, asimismo, renovar una clase política que se manifiesta incapaz de afrontar con decisión la situación que estamos describiendo. La reforma de la Ley Electoral, en este sentido, puede ser la pieza clave para conseguir dicha renovación y facilitar al mismo tiempo la debida conexión entre representantes y representados, que hoy se encuentra tan deteriorada. Por otra parte, la financiación de los partidos debe ser pensada de nuevo, pues en la actualidad nuestros partidos viven cómodamente a expensas del Estado y encima mantienen una total y absoluta falta de transparencia y control en el desempeño de sus actividades. La partitocracia que hoy impera en España esté devorando a la propia democracia, falseándola y desprestigiándola injustamente. Es urgente también abordar la despolitización de la Justicia, de tal forma que los partidos dejen de condicionar el funcionamiento de los órganos de gobierno de la misma. Es la hora, pues, de la sociedad civil porque los partidos y la clase política han puesto ya de manifiesto su incapacidad y nula voluntad para la reforma. La sociedad civil, que debe articularse debidamente, tiene que alertar a la opinión pública sobre los problemas reales y acuciantes del país y proceder en consecuencia a ofrecer alternativas válidas y medidas concretas que busquen resolver de la mejor forma posible la situación que denuncia. Tratemos de conseguir, en fin, que la sociedad civil abandone su tradicional pasividad y pierda el miedo, poniendo el coraje necesario para tratar de revertir la situación. El tiempo apremia y, si no hacemos nada para remediarlo, un día también estallará la burbuja política con la que venimos conviviendo. No hay tiempo que perder. IGNACIO CAMUÑAS PRESIDENTE DEL FORO DE LA SOCIEDAD CIVIL

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