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ABC CORDOBA 19-05-2012 página 3
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ABC CORDOBA 19-05-2012 página 3

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ABC SÁBADO, 19 DE MAYO DE 2012 abc. es opinion LA TERCERA 3 F U N DA D O E N 1 9 0 3 P O R D O N T O R C UAT O L U C A D E T E N A PENSANDO LO IMPENSABLE POR JOSÉ MARÍA CARRASCAL ¿Continuar la ayuda a Grecia? ¿Salida de ésta del euro? ¿Vuelta a las monedas nacionales? La crisis ha tomado unas dimensiones que todo es posible, incluido lo que ayer resultaba inimaginable L mayor peligro para el euro no viene de Grecia. Viene de un posible divorcio franco- alemán. Grecia es un pequeño país, y si sus socios se pusieran de acuerdo, el problema podría arreglarse. Lo malo es si Alemania y Francia no están de acuerdo, lo que dificultaría enormemente el arreglo. Una posibilidad que ha llegado con la elección de François Hollande, cuya visión del problema es distinta a la de Angela Merkel. El nuevo presidente francés defiende el crecimiento aunque signifique aumentar el déficit. La canciller alemana sigue dando prioridad a los ajustes esto es, al recorte del gasto, con todos los sacrificios que significa para una población ya con el agua al cuello. Ambos, con el entero aparato funcionarial de Bruselas detrás, dicen que es posible compaginar ambas cosas. Para cualquier observador imparcial resulta, no ya problemático, sino imposible. Apretar el freno y el acelerador al mismo tiempo, eso que los aficionados al volante llaman el trompo es una maniobra tan difícil como arriesgada, al peligrar la vida del conductor. La cosa empezó hace diez años, al introducirse, con toda fanfarria, el euro, una operación más política que económica, ya que, como nos cuenta Paul De Grauwe, de la London School of Economics, a los que mostraron dudas no se les invitó. El Gobierno británico, tras examinar el proyecto, dijo No, gracias ¿Por qué? Pues por considerar que no reunía las condiciones para mantenerse. Una moneda común necesita una política, una fiscalidad, un desarrollo, una productividad, una legislación, un banco común. Pero nada de eso se daba en el club euro, donde cada miembro mantenía su hacienda, sus leyes y su banco nacional. Lo que no impidió que se lanzasen a la piscina, sin importarles que estuviera medio vacía. De entrada, fue un éxito, como todo lo que se basa en ilusiones. La ilusión en este caso era una falsa riqueza. Todos los países que adoptaron el euro empezaron a creer y a actuar como el más rico, Alemania. Grave error. El euro alemán tenía detrás una potencia económica mucho mayor que la de los demás euros. Lo que no impidió que los demás empezaran a gastar como si fueran alemanes. Llegándose a la paradoja de que griegos, italianos, irlandeses, españoles, portuguesEs encontrasen Nueva York barato. Algo que va contra todas las reglas económicas. El espejismo ha durado una década. Lo que duró el boom del euro, que ha coincidido con el de los valores subprime en Estados Unidos y el del ladrillo en España. Pura basura ambos. En los tiempos de las monedas nacionales, cuando se había gastado más de lo que se producía, los gobiernos tenían un arma contundente contra el dispararse del gasto: devaluar la moneda. Eso significaba empobrecer a su población de golpe, al costarle más todo, pero al mismo tiempo se abarataban los productos domésticos, fomentándose la exportación de los mismos, hasta lograr el equilibrio presupuestario. Pero esa fórmula quedó descartada con la introducción del euro, que sólo puede imprimir Bruselas. Ante lo que gobiernos, bancos, instituciones y ciudadanos del exclusivo club decidieron no frenar su consumo, sino endeudarse cada vez más, lo que condujo a una deuda cada vez mayor y más cara, conforme aumentaban las dudas sobre si podrían devolver ese dinero. Hasta que la situación se ha hecho insostenible, como ha ocurrido en Grecia, Portugal, Irlanda, y amenaza a España e Italia. Ha querido arreglarse aquel pecado original del euro a posteriori, lo que es siempre complicado, ya que los ajustes nunca pueden compensar los defectos de fábrica. Los recortes han surtido ciertos efectos en Irlanda, apenas en Portugal y nulos en Grecia, por la sencilla razón de que los griegos se niegan a aceptarlos. Extendiéndose la conmoción al resto de los países, donde el descontento general está derribando gobiernos tanto de derecha como de izquierda, pues todo el mundo comprende que hay que hacer ajustes, pero quiere que los hagan los demás, no él. Con lo que seguimos donde estábamos, sólo que peor. Mientras cobra fuerza la política de reactivación la vieja fórmula keynesiana de que los gobiernos nos saquen del pozo fomentando el empleo con sus inversiones, imprimiendo más dinero. Y dado que ahora no pueden hacerlo, que lo haga el Banco Central Europeo, ya con billetes, ya con eurobonos. Es lo que sostiene, junto a toda la izquierda, el nuevo presidente francés, y a lo que sigue oponiéndose la canciller alemana, que, como la mayoría de sus conciudadanos, sabe que tendrán que ser ellos quienes tengan que pagar la factura. Reactivación, dicen, sí, pero primero los ajustes, porque sin ajustes no habrá reactivación sino inflación, algo que temen más que nada, por haberla sufrido en sus carnes en dimensiones siderales. En estas estamos, con los optimistas, ¿o habrá que llamarles ilusionistas? diciendo que pueden compaginarse ambas medidas. Algo, repito, imposible al ser opuestas. Recuerden el principio de contradicción: algo no puede ser y no ser al mismo tiempo. Por lo menos, tiene que haber una prioridad. Que no se da en este caso. Nada de extraño que empiece a hablarse de una salida griega del euro, si bien con el rechazo inicial de todos, por los daños que causaría, parecido al del desligamiento peso- dólar en Argentina: bancarrotas por doquier, desplome de los salarios, dispararse el paro, miseria de la población. Aunque también es verdad que, una década después, Argentina vuelve a crecer, mal que bien. De ahí que el mayor temor sea el aumento de la presión sobre el resto de los países amenazados, con el peligro de que se produzca una reacción en cadena que se lleve a todos por delante. E Q uedando la otra salida, la que se conoce como bomba de hidrógeno económica, la disolución del euro, la vuelta a las monedas nacionales. Hace un año, en otra Tercera de ABC, les hablé con detalle de los dos intentos europeos que hubo en la segunda mitad del siglo XIX: uno, entre los países escandinavos, otro, en Centroeuropa. Ninguno duró más allá de quince años, y se trataba de menos países envueltos y bastante más homogéneos que los que han adoptado el euro. Nadie quiere hoy plantearse esa posibilidad por los efectos de terremoto o tsunami que tendría: el colapso de compañías, instituciones financieras, gobiernos, posiblemente el del proyecto de la Comunidad Europea, junto a un descenso en picado del nivel de vida. Siendo muy posibles los disturbios sociales. Algunos piensan que no puede ocurrir porque Alemania estaría entre las que más perderían, al ser la más beneficiada en sus intercambios comerciales con el resto de sus socios europeos. En lo que pueden estar equivocados: hoy, Alemania vende ya más fuera de la zona euro que dentro. Sus exportaciones a ésta se han reducido a la mitad en el último año, mientras las exportaciones fuera de esa zona se han doblado. Acelerándose ambas tendencias en los últimos meses. E incluso hay algo más amenazador: crece el rechazo al euro, y con él a Europa. De momento, sólo en los extremos, tanto de la derecha como de la izquierda. Marine Le Pen habla ya de la Unión Soviética Europea y los comunistas, del dictado capitalista desde Bruselas y los mercados Pero las dudas empiezan a llegar al centro, que ve apagarse ese Estado de Bienestar al que se había acostumbrado y al que no quiere renunciar. Muy humano. Pero resulta que ese bienestar se fundaba en datos falsos. Tendremos que seguir hablando de ello en los próximos tiempos. Espero que no dentro de otro año, porque entonces sería demasiado tarde. JOSÉ MARÍA CARRASCAL PERIODISTA

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