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ABC CORDOBA 17-05-2012 página 15
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ABC CORDOBA 17-05-2012 página 15

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ABC JUEVES, 17 DE MAYO DE 2012 abc. es opinion OPINIÓN 15 EL CONTRAPUNTO ISABEL SAN SEBASTIÁN DEL IMPUESTO A LA EXACCIÓN El Gobierno está liquidando a las clases medias, blanco de ese voraz apetito recaudatorio T ENGOsobre mimesadoscartasdel Ayuntamientode Madrid, áreade Medio Ambiente, Seguridad y Movilidad. Son dos respuestas a sendos recursos interpuestos contra otrastantas multas dediferente naturaleza, formuladosen términos distintos. No vienen al caso los detalles, aunque sí decirque enuno de los escritos dedescargo adjuntaba yo un certificado médico acreditativo de la existencia de una lesión causante de la presunta infracción, cosa que no hacía en el otro. Pues bien, después de tomarme muchas molestias en recurrir, previo pago de las sanciones pecuniarias correspondientes, me encuentro con dos textos idénticos, fruto de una plantilla que imagino de aplicación sistemáticaentodoslossupuestos, seacualsea laalegación del ciudadano. Dos documentos en los que el consistorio, haciendo uso de un lenguaje prefabricado e impersonal, desestima mis recursos porque no he aportado pruebas suficientes que desvirtúen las existentes ¿cuáles? y porque mi presunción de inocencia, reconocidaenla Constitución, escompatible dicen, con un real decreto en el que se otorga a los agentes de circulación el poder de denunciar a cualquieraporcualquier hecho, concediendo asupalabra mayor valor que la del denunciado y presu- miéndoles una imparcialidad que en mi caso, desde luego, estuvo muy lejos de quedar acreditada, dada la hostilidad manifiesta que me demostró la agente en cuestión nada más verme la cara. Y a mí esto del ciclostil, la verdad, me parece una tomadura de pelo con alevosía y recochineo. Un insulto a mi inteligencia. Si se trata de recaudar, que es de lo que se trata, que nos ahorren al menos la pérdida de tiempo. Que a cada uno de los conductores se nos promedie un númerode multas al año necesarias para cuadrar las cuentas municipales y se nos detraiga su importe de la cuenta corriente, que en el fondo viene a suponer lo mismo que el teatrillo vigente, conmenos palabrería. Al fin y al cabo será sólo un manotazo más de los muchos que sufrimos en la cartera los que aún llevamos algo en ella y no la hemos escondido. Noshan subido elIRPF, que es el impuestoa la nómina; no al trabajo. Antes que eso subieron la luz, el gas, la gasolina y diversas tasas por servicios cuyo coste real hay que sufragar, de acuerdo, aunque anteshabríaquediscutir sirealmenteson todosnecesarios. Se anuncia ya en el futuro inminente otra subida del IVA, que es tanto como decir una carga añadida a los presupuestos más ajustados, toda vez que grava el consumo hasta de lo imprescindible. Y encima ni siquiera lo explican. Recurren a eufemismos enrevesados con tal de evitar mojarse o bien empleanunostérminos que auna mayoría, en la queme incluyo, le resultan incomprensibles. Es cierto que este Gobierno se ha encontrado una situación mucho más dramática que la peor de sus previsiones y que está viéndose obligado a hacer lo que a nadie le gustaría. No lo es menos que en su desesperación está liquidando a las clases medias, blanco de ese voraz apetito recaudatorio. Porque para el común de los mortales, para quienes sostienen con sus tributos a este Estado elefantiásico cuya expansión desmesurada no entendemos ni nosotros, ni mucho menos quienes han de prestarnos el dinero para seguir gastando lo que no tenemos, el concepto de contribución está derivando en exacción O sea, que Hacienda ya no somos todos, sino unos seresamenazadores, concarade administraciónpública, que confiscan el fruto de nuestro sudor con el fin de alimentar a un monstruo insaciable e inútil. UNA RAYA EN EL AGUA IGNACIO CAMACHO CUADRO DE DESALIENTO Nadie responde ahí fuera. Las medidas de choque se disuelven en horas como las ondas de una pedrada en un estanque L MÁXIMO A economía española atraviesa en términos técnicos una fase de recesión pero en el plano emocional estamos ante un cuadro depresivo, un trastorno psicopatológicocuyos efectoshan comenzado a provocar un bloqueo de la política. El Gobierno, con su presidente ala cabeza, ofrece una sensación palmariade abatimiento, un estado de ánimo mustio y descorazonado ante la constataciónde algo muy parecido al fracaso. Los mercados financieros no reaccionan a ninguna señal y las medidas de choque, supuestos revulsivos, se disuelven en horas como las ondas de una pedrada en un estanque. Rajoy parecía ayer unhombre sobrepasadopor la melancolía deun esfuerzo inútil. Lleva cuatro meses empeñado en reparar un motor que no arranca y da la impresión de estar a punto de tirar las herramientas por el aire. Ha seguido al pie de la letra el manual de instrucciones pero el mecanismo sigue inerte. Los ministros son la viva imagen del decaimiento. No comprenden qué pasa ahí afuera, por qué los inversores no aplacan el castigo y las autoridades europeas guardan ese silencio atroz, esa indiferencia palmaria. Nos tratan como a los griegos, en el mismo paquete de desconfianza y desprecio. Cada viernes el Gabinete la emprende a hachazos contra las estructuras del Estado sin encontrar un ápice de empatía ni una brizna de alivio. Han subido impuestos, bajado salarios, reformado leyes, intervenido bancos. Han revocado sus propios principios y se han tragado promesas y discursos en un ejerciciode pragmatismosuicida. Nada: no hay respuesta. Se sienten agotados de apretar sin saber muybien para qué y han empezado a implorar ayuda. Si el lunes fue Guindos quien se arrodilló ante los eurócratas como los fusilados goyescos del 3 de mayo, ayer le tocó al mismo presidente lanzarla penúltima bengala de socorro. La mañana pintaba de oscuro; la prima de riesgo estaba en la estratosfera y la credibilidad del país en una fosa tectónica. El mensaje fue diáfano: esto no da más de sí. O interviene el BCE o tendrá que venir la troika de intervención a hacerse cargo de la emergencia. En algunos miembros del Gobierno el pesimismo ha cundido hasta el punto de la quiebra moral; empiezan a susurrar sin que los oiga el jefe que para esto más valdría llegar al rescate. Se les ha empantanado el espíritu presa de un ataque de desaliento. En la calle están a punto de correrlos a gorrazos- -a algunos presidentes autonómicos ya les han querido pegar- -y en Europa no encuentran ni una mirada cómplice. Pensaban que esa superioridad despectiva y gélida era un reflejo de la liviandad de Zapatero, una respuesta a la frívola inconsistencia de un gobernante sin crédito, pero se empiezan a dar cuenta de que se trata de algo mucho peor, más peligroso y difícil de contrarrestar: un defecto de marca. De la marca España.

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