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ABC CORDOBA 13-05-2012 página 5
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ABC DOMINGO, 13 DE MAYO DE 2012 abc. es opinion LA TERCERA 3 F U N DA D O E N 1 9 0 3 P O R D O N T O R C UAT O L U C A D E T E N A EN UNA TIERRA BALDÍA POR FERNANDO GARCÍA DE CORTÁZAR Uno de los factores más relevantes de la crisis que hoy nos asfixia, y lo que explica el grado de angustia social que ha creado, es esta pérdida de sentido de la historia. La crisis no es solo el malestar económico, sino la imposibilidad de reconocer los elementos de quiebra de civilización que manifiesta queelhombrepleno, elhombrelibre, elhombreenfrentado con su imagen y semejanza de Dios a ese mundo antes oscuro, creyera que su razón le permitía ordenar el mundo y comprenderlo. Llegó a pensartambién que el mundoera en sí mismo, razonable. Nos sentíamos a salvo. Nuestras impresiones eran la realidad misma. En los tiempos de radicalesincertidumbres, como lasque iniciaron el pasado siglo, asistimos al enfrentamiento entre utopíasque deseabanconstruir un mundo nuevo yseñalaban los instrumentos de ingeniería social o de adicciones míticas para hacerlo. Cuando el hombre temblaba ante la Historia no lo hacía a solas, sino sumergiéndose en el entusiasmo frenético de las creencias terrenales, de las ideologías que respondían a todas las inquietudes, del perfecto acoplamiento entre la inseguridad del individuo y la solemne promesa de una redención generacional. Después de la segunda de las guerras mundiales, pudoapreciarsehasta dóndehabíallegadolacapacidad de gestación de monstruos por la excitación sonámbula de la razón. Desde entonces fuimos más prudentes. La libertad auténtica nos hizo humildes, porque la lucidez del ser libre es averiguar los límites de su voluntad. El trance había sido tan doloroso, el precio pagado había sido tan alto, que la creenciafanáticanocedió siemprepaso alaconvicción moderada, sino que se llegó a considerar posible y benefactora una vida sin principios, una existencia sin elcompromisoesencial con nuestro destino, sin la conciencia de nuestra condición, sin la tensión permanente entre nuestra libertad y nuestra responsabilidad al ejercerla. Llegó a pensarse que un mundo sin creencias sería más amabley, sobretodo, más cómodo. Perdimosla necesidad de ese significado último de las cosas, que había alentado en el corazón de nuestro modo de ser hombres y nos había permitido gestionar nuestra existencia. Uno de los factores más relevantes de la crisis que hoy nos asfixia, y lo que explica posiblemente el grado de angustia social que ha creado, es esta pérdida de sentido de la historia. La crisis no es solo el malestar económico, sino la imposibilidad de reconocer los elementos de quiebra de civilización que manifiesta. Nuestras palabras no aciertan a definir lo que ocurre, solo evocan nuestra aflicción ante la imposibilidad de comprenderlo. Este inmenso silencio del mundo, falsificado por rumores sin sentido y por presuntuosos recetarios que cifran el sufrimiento humano, expresa nuestra indefensión. La crisis ha actuado como una infección oportunista sobre un cuerpo debilitado. El hombre puede sufrir, pero no como un animal. Necesita entender cuáles son las causas de su dolor, necesita comprender cuáles son las razones de un mundo que le atormenta. Lo que nos abruma no es el dolor, sino su opacidad. Lo que nos desorienta y nos enfurece es esa caída en la escala de la creación que nos reduce a seres que sufren a solas con su propia herida. El hombre puede asumir las condiciones de su infortunio, pero necesita poder expresarlo. Pero la ausencia de esas palabras indispensables, que solo se aprecian cuando el bienestar es sustituido por la adversidad, se ha convertido ya en un rasgo de nuestra época. acediez años, cuandoel terrorismo abofeteó la siesta de nuestra sociedad satisfecha, intuimos que no podíamos seguir viviendo tan frívolamente. Rebuscamos en nuestros recuerdos comunes aquellos conceptos oxidados, que hablaban del mal y del bien, del caráctersagradodelavidaydelaarrogancianihilista. Volvimos avalorar el rigor deuna cultura basada en la libertad sustancial del hombre y en la justificación universal de su existencia. Estuvimos a punto de descubrir de nuevo lo mejor de nuestra tradición: aquella fibra capaz de amargar la fiesta de quienes creían que el mejor mundo posiblees el que carece derequisitos morales. Estuvimos a punto de devolver la fertilidad a una tierra baldía. Pero quizáfue unespejismo, una desfigurada evocación, como la nostalgia de la salud cuando sufrimos una enfermedad sin importancia. El punto más hondo de esta depresión debería ofrecernos la posibilidad del rescate de nuestra concienciade hombres. El sufrimiento deahora es una afrenta que desguaza nuestra posibilidad de sentirnos miembros de una misma civilización. Pero su gravedad es también la ocasión de una esperanza, querequiere buscar lasraíces deestedesorden en instancias de las que los desequilibrios económicossonunaamarga eintolerablemanifestación. Deberemos hacer que la realidad sea reconocible de nuevo. Deberemos devolver elsentido a las palabras con las que una vez pudimos interpelar al mundo. Deberemos restaurar el valor de nuestraexperiencia dehombres. Y, en nuestra cultura, eso significa seres creados en libertad, inclinados al bien, cuya dignidad solo se alimenta en el respeto a la dignidad de todos. Desde hace dos mil años, esa idea del hombre ha sido nuestra identidad, por encima de las circunstancias variables de la Historia. Acecha en el fondo de cada uno de nosotros, en lo más hondo de nuestra memoria común, en los últimos pliegues de nuestra conciencia. No nos señala el camino más difícil. Nos indica, de hecho, el único camino. FERNANDO GARCÍA DE CORTÁZAR. DIRECTOR DE LA FUNDACIÓN DOS DE MAYO, NACIÓN Y LIBERTAD L OS hechos son poca cosa: solo le confiaré impresiones Las palabras de la enigmática protagonista de El hotel encantado, de Wilkie Collins, revelan los atajostomados por nuestraconciencia para adueñarse de un mundo inteligible y acogedor. La existenciaes soportablesi los hechos tienen sentido, si la historia se desenvuelve a la medida de nuestra capacidad de comprenderla. Creíamos que el primer derecho del hombre consistía en alcanzar la felicidad, pero hoynosdamos cuentadeque determinadas circunstancias alteran esa jerarquía. El primero, el más esencial de nuestros derechos, es conseguirla comprensión deloque nosocurre. Estamos más dispuestos a aceptar el impulso de una desgracia que a dejarnos llevar por la inercia de una tragedia. En los orígenes del mundo clásico, los hombres aceptaban la arbitrariedad de los dioses y las aciagas disposiciones de un destino que no podía intentar quebrantarse sin castigos ejemplares. Durante el medioevo, la Humanidad admitióla existencia del mundo como creación ordenada, sometida a una voluntad e inteligencia suprema, que los hombres reconocían en su implacable o misericordiosa autoridad. El desarrollo de la modernidad ofreció una autonomía del individuo que establecía las condiciones de su liberación. Pareció una ruptura, pero fue un reencuentro, una reconciliación con el principio mismo de nuestra era. Porque es imposible comprender la obra del catolicismo refundado en los siglos XVI y XVII sin considerar la enérgica defensa de la responsabilidad del hombre en su salvación. La Reforma católica solo puede entenderse como la construcción de un hombre moderno, afirmado sobre su tradición más honda, la que sale al paso de su propio destino, lo fabrica con sus actos y lo inspira con su fe. Se trata de un hombre cuyas creencias deben ser el origen de su conducta y el cimiento de su libertad, nunca un factor que destituya la plenitud de su existencia en la Tierra, convirtiéndola en un peregrinaje compungido. Elhombremodernohalló antesusojosun mundoaconquistar, unavidaacomprender. Lanaturaleza y la historia fueron abiertas a sus ojos, y su afán de proyectar su razón sobre las criaturas del mundo y sobre su propia experiencia social llegó a extremos de una indudable ingenuidad o de una peligrosa arrogancia. Pues no se trataba solo de H ES TIEMPO DE ESCRIBIR SU BIOGRAFÍA Escritura de Memorias y Biografías Tratamiento de archivos, documentos y fotografías Libros conmemorativos Edición y publicación fielmemoria gmail. com Un valioso legado para su familia Mayte Durán Escritora Tel. 658 06 2000

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