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ABC CORDOBA 10-05-2012 página 96
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ABC CORDOBA 10-05-2012 página 96

  • EdiciónABC, CORDOBA
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JUEVES 10.5.2012 Editado por Diario ABC, S. L. San Álvaro, 8, 1 3, 14003 Córdoba. DiarioABC, S. L. Reservados todos los derechos. Queda prohibida la reproducción, distribución, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta publicación, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa. Número 35.196 D. L. I: M- 13- 58 Apartado de Correos 43, Madrid. Publicidad 957 497 675 Suscripciones 901 400 900 Att. al cliente 902 530 770. Precios de ABC en el extranjero. Alemania: 2,30. Bélgica: 2,20 Francia: 2,30 Irlanda: 2,30 Italia: 2,00 Holanda: 2,20 Portugal Cont. 1,50 Reino Unido: 1,40 LE. Marruecos: 18 Dh. 12194 8 424499 000020 EL PULSO DEL PLANETA El gusto de cenar a ciegas A los dueños del restaurante berlinés Nocti Vagus se les ocurrió hace diez años una idea contagiosa: dar de comer sin luz. Su éxito lo han copiado otros VISTO Y NO VISTO POR IGNACIO RUIZ- QUINTANO TUNOS S JOSÉ- PABLO JOFRÉ CORRESPONSAL EN BERLÍN S olo con el corazón se puede ver bien- -se despide el Zorro del Principito- Lo esencial es invisible para los ojos El Zorro da al sentido de la vista un papel secundario en esta coreografía de la vida, la más visual de nuestra historia. Sería impensable, por decir algo, un marketing literario sin portadas análogas a carteles de cine (que los editores de poesía tomen nota) Y no pasa nada. No es una catástrofe; simplemente: las cosas cambian. Como cenar en absoluta oscuridad para recordar que existen otros sentidos y empatizar al mismo tiempo con la experiencia de la ceguera. No hace mucho una vela encendida era toda la iluminación para la comida de la tarde, hoy sin embargo comer en total oscuridad es un invento contemporáneo: al restaurante berlinés Nocti Vagus se le ocurrió la idea hace exactamente diez años y otros le han seguido, como la cadena francesa Dans le noir y su franquicia barcelonesa. En un rincón extrañamente silencioso para la agitada vida de Alexanderplatz se encuentra Nocti Vagus donde no están permitidos los móviles, ni las cámaras, ni los relojes con luz o reflectantes, nada que fisure la total negrura de la sala. Todas las puertas, accesos y ventanas están milimétricamente sellados comenta el maître mientras bajamos las escaleras hasta un zaguán semioscuro donde se nos indica el nombre de nuestra camarera: Silvia, con ceguera total, será la encargada de servirnos esta noche. Una última indicación, a la camarera hay que llamarla por su nombre si acaso queremos algo más de pan o de vino o ir al lavabo. Silvia toma la mano de mi acompañante, yo cojo su hombro y entramos así en la más absoluta oscuridad: ni un filón de luz, una oscuridad que en la naturaleza no existe sino sólo en aquellos con ceguera total. Ya sentados, la búsqueda comienza: el tacto es el primer sentido que se activa para buscar servilleta y cubiertos. Luego el oído: por la voz del resto de los comensales, de la camarera o del acompañante podemos imaginar La camarera del Nocti Vagus que sirve a los comensales es invidente Se activan los sentidos En el restaurante están prohibidas las cámaras y los móviles. Una vela es toda la iluminación una arquitectura de las distancias. Todo es abstracto, no hay referencia visual a partir de la que imaginar. No hay colores ni formas definidas. Es como participar en el Dogville de Lars von Trier pero en una versión muda y en blanco y negro. Llega la comida y el olfato se auto- proclama protagonista, junto al tacto: hay que saber las dimensiones del plato, su cercanía de nosotros, la temperatura de los alimentos. La guerra comienza, el tenedor tiene cada vez menos sentido, pero ayuda, también el cuchillo: mejor cortarlo todo, a lo bestia. Y llega el turno del gusto: con el risotto nos reconocemos que contrasta con las setas y su textura que a su vez dan la bienvenida a un pavo ahumado y poderoso. La conversación fluye en las otras mesas y en la nuestra como el vino que hay que medir introduciendo un dedo en la copa. El postre es un descanso, ya sabemos de qué va: olfato, tacto y gusto celebran el helado de turrón y cardamomo, la salsa de cerezas y los higos caramelizados. El vino, un largo día detrás, la comida y la oscuridad embriagan en un sueño peligroso. El café mejor a la luz. Gracias por todo, Silvia El Zorro tiene razón. e dice que la Historia evoluciona sin programa de mano. Que Petrarca no hizo rueda de prensa para advertir: Atención, señores, que conmigo está empezando el Renacimiento Pero eso era antes. Hoy nos adentramos en otro Renacimiento y todo Madrid lo sabe. San Isidro le pone una carpa a Hemingway, de quien Borges pudo decir: Fue medio compadre y terminó matándose porque se dio cuenta de que no era un gran escritor. Eso lo salva Y los jefes de los estudiantes le preparan un mayo francés al Gobierno, con los apuntes por adoquines. A nuestros estudiantes les pasa lo que a nuestras liebres, según Dumas: se mueren de viejos. Estudiar es su oficio de por vida. Antes se metían en la tuna y ahora se meten en el sindicato: han cambiado las cintas de la capa por la pañoleta palestina. Ninguno de esos líderes estudiantiles que salen en los papeles ha terminado sus estudios (entre todos no sacaríamos ni para un graduado escolar) y ya suman más años que una bandada de loros. Para épater le bourgeois se declaran castristas, a sabiendas de que el castrismo no les conviene nada: Castro te despacha la carrera en un santiamén (ahí está Llamazares, recibido de doctor en una vacación en La Habana) y luego no te deja montar mayos franceses en su empedrado. No sabría decir qué me produce más alipori, si un viejo con capa de tuno estudiantil cantando Clavelitos o un viejo con kefiya de sindicalista estudiantil jugando a fascista por la jeró. Añoro a Jon Manteca, aquel cojo de España, el cojo de Quevedo llevando a hombros al ciego, que era Gonzalón, otro que tal bailaba. Y baila.

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