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ABC CORDOBA 21-04-2012 página 3
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ABC SÁBADO, 21 DE ABRIL DE 2012 abc. es opinion LA TERCERA 3 F U N DA D O E N 1 9 0 3 P O R D O N T O R C UAT O L U C A D E T E N A CATÁSTROFES Y CONTRATIEMPOS POR EUGENIO TRÍAS Un realizador como Ingmar Bergman que lleva a cabo alrededor de 50 películas, algunas de ellas grandes creaciones, hace más difícil la provisión de una idea que permita la visión panóptica de toda su filmografía. Sus películas parecen agruparse de manera espontánea en trilogías dó dañada en la pierna derecha (necesita la ayuda de un bastón para caminar) Andreas Winkelman, el vecino de Anna, se llama como su marido; aquí Bergman juega con esa sinonimia. Anna y Andreas inician una relación. La voz en off va notificando sobre los avatares de ese romance moderadamente feliz Pero Andreas W. es un personaje atormentado. Padece un sentimiento de humillación ante el mundo. En el inicio de la película aparece reparando el tejado de su casa. En otra secuencia sale al jardín a cortar leña; con un hacha parte en dos los troncos de madera por allí esparcidos. En ese momento llega Anna y le recuerda: Esto es el fin. Ya no soporto más tus mentiras. No te soporto. Nos vamos a separar. Eres un personaje despreciable Él levanta el hacha y la arroja hacia ella sin puntería. Quizás sin pretender otra cosa que asustar. Pero no rehuirá la violencia: abofetea a Anna una y otra vez, hasta dejarla en el suelo con la nariz ensangrentada. Ella logra incorporarse, vuelve a la casa y se arremolina en el edredón de su lecho. Más tarde espera a Andreas en su coche. A pesar del contratiempo, él responde a sus reproches. Quiero estar solo, quiero vivir yo solo. Yo también estoy harto de tus mentiras. Pobre Anna, tienes mala suerte con los hombres, o los hombres contigo Siguen en el automóvil. Cae aguanieve, el suelo de la carretera está resbaladizo. El coche parece deslizarse sin control. Andreas II se alarma y, rememorando lo que ya sucedió, le arrebata el volante. Todo parece ser la trágica repetición de la catástrofe anterior (la que sucedió fuera de campo Andreas II le grita a Anna: ¡Estás completamente loca! ¿Quieres que nos vuelva a suceder lo que ya te pasó? ¿Has perdido definitivamente la cabeza? Y le pregunta: ¿Por qué me pediste que viniese, y te viera una vez más? ¿Qué querías de mí? ¿Por qué no me dejaste en paz? ¿No te dije que quería estar solo? ¿Qué no tenía ningún interés en verte? Ella contesta: Te quería pedir perdón Andreas II sale del coche, mientras ella sigue su camino. Se queda allí, desconcertado, en la fangosa carretera, empapado por la lluvia. Da vueltas y más vueltas sobre el mismo perímetro, hasta que la imagen cinematográfica, en una portentosa elipsis visual, se desintegra en grumos astillados de color, como si fueran diminutas piezas de un mosaico, y la película termina. Un realizador como Ingmar Bergman, que lleva a cabo alrededor de 50 películas, algunas de ellas grandes creaciones, hace más difícil la provisión de una idea que permita la visión panóptica de toda su filmografía. Ingmar Bergman se diversifica en muchas vertientes: hilarantes comedias (El ojo del diablo, sobre el mito de Don Juan; Una lección de amor; Sonrisas de una noche de verano; El rostro) comedias dramáticas (Sueños de mujer; En el umbral de la vida) dramas, tragedias, retablos históricos; incluso hace una incursión sorprendente en el cine de terror (La hora del lobo) us películas parecen agruparse de manera espontánea en trilogías, como la primera que le dio fama y reconocimiento internacional. Se trata de la escenificación de leyendas y baladas medievales, como El séptimo sello, El manantial de la doncella, o una deliciosa comedia Fresas salvajes, que es contemporánea. Esta primera trilogía se inaugura con la portentosa puesta en escena de la jugada de ajedrez entre el caballero cruzado, que vuelve de sus aventuras, y la Muerte (Bengt Ekerot) que le espera en un recodo del acantilado, en El séptimo sello. El caballero, Antonius Blok (Max von Sydow) sabe que La Muerte es aficionada al juego del ajedrez y le reta a una partida. Si le gana se lo llevará con ella. La película está jalonada de episodios que van configurando un ambiente de peste negra en la Baja Edad Media: tabernas cuyos clientes ebrios obligan a un titiritero al baile del oso, jóvenes muchachas acusadas de brujería que van a ser quemadas, flagelantes que cantan el Dies irae y un entremezclado ambiente de penitencia y Carpe Diem. En otras muchas películas de Bergman se marca una inflexión de su ritmo argumental a partir de una Catástrofe; o, cuando menos, de un importante Contratiempo. Hay películas en las que la catástrofe domina de principio a fin: la peste negra en El séptimo sello, una abstracta guerra civil en La vergüenza. Un trágico accidente marca el ritmo de películas como Juegos de verano o Hacia la alegría. Otras donde la catástrofe se dibuja con cruel perfil, como en El manantial de la doncella, o en la gran película de madurez de Bergman, Gritos y susurros, toda ella centrada en la agonía y muerte de Agnès (Harriet Andersson) acompañada por sus hermanas y su asistenta. EUGENIO TRÍAS FILÓSOFO E N las películas de Ingmar Bergman se celebra, al fin, un festival de grandes mujeres, casi siempre más interesantes, más bondadosas y más complejas que los hombres. En algunas ocasiones las mujeres son las únicas protagonistas del film, como en Persona, o en Gritos y susurros; en estas películas los hombres aparecen en papeles secundarios o decorativos. En Persona, 1966, una catástrofe de índole formal marca un punto de inflexión. Responde a un importante contratiempo argumental. En el momento de máxima tensión (la película inicialmente se iba a llamar Cinematographe) se quema la cinta que está rodando y se interrumpe, por tanto, la proyección. Desde las primeras imágenes se sugieren todos los dispositivos de una proyección cinematográfica; se evocan escenas de humor del cine primitivo, se intercala un potpurrí de imágenes impactantes: un falo erecto, un cadáver, una mano de Cristo en cuya palma se martillea un clavo; mientras que el niño, hijo de la actriz, recorre con sus manos el rostro confuso de su madre (que ocupa toda la pantalla) A mitad de película la tensión entre las dos mujeres, Elizabeth (Liv Ullmann) y Alma (Bibi Andersson) llega a ser insoportable. Y, como para dar realce a ese clímax, la cinta que se está proyectando se incendia. Hasta ese momento reinaba una relación armónica y amistosa entre las dos; Alma, la enfermera, encargada por la doctora para asistir a la paciente: Elizabeth Vogler, la actriz que, interpretando Electra, se quedó callada y lleva tres meses sin pronunciar palabra. La catástrofe, en Pasión, 1969, ha tenido lugar fuera de campo antes de iniciarse los hechos que relata la película. Nos vamos enterando poco a poco y por indicios: por la cojera de Anna Fromm (Liv Ullmann) que le obliga a llevar bastón; por los relatos de sus amigos. Salió en coche con su marido y el hijo de ambos. Llovía, el suelo de la carretera tenía hielo. Ella quiso conducir, pero el coche se le iba de las manos. En un momento decisivo su marido Andreas le arrebató el volante, pero era demasiado tarde. Chocaron contra una tapia, el marido y el hijo murieron en el accidente y ella que- S

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