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ABC CORDOBA 16-04-2012 página 86
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86 CULTURA LUNES, 16 DE ABRIL DE 2012 abc. es cultura ABC lio y demolición del monasterio de Óvila tuvo lugar en la convulsa primavera de 1931. Dos mil toneladas de piedra fueron transportadas a San Francisco y abandonadas en un parque durante décadas. Ahora se ha reconstruido parte 1931 El expo- El expolio que renace en California BLos monjes de una abadía recomponen parte del puzle de un monasterio expoliado en la Alcarria hace 80 años por W. R. Hearst William Randolph Hearst Magnate y expoliador Ciudadano Kane perdido en Xanadú W. R. Hearst, el magnate estadounidense, fue el modelo del Ciudadano Kane de Orson Welles. Con ayuda de su marchante en España, Arthur Byne, despojó a nuestro país de numerosos monumentos. Compró el monasterio de Sacramenia en 1925 por 40.000 dólares y el de Óvila en 1931 por 85.000 (97.000 más la comisión de Byne) Se llamó Mountolive a la operación para camuflarla de las autoridades de patrimonio. Tras la triste demolición, las piedras del claustro, la sala capitular, el refectorio y el dormitorio se embarcaron rumbo a San Francisco por el canal de Panamá en 11 cargueros. España declaró BIC el monasterio en julio de 1931, demasiado tarde. Y Hearst no llegó a ponerlo en su castillo, por los costos del proyecto, un millón de dólares. E CONCHA BALENZATEGUI l impresionante techo abovedado de la reconstruida sala capitular española puede verse finalmente en todo su esplendor. Los equipos han quitado el apuntalamiento y andamiaje antes del Domingo de Pascua Son las frases que el 5 de abril escribió un monje de la abadía de New Clairvaux, en California, en el blog del proyecto Sacred Stones o Piedras sagradas, como se denomina la operación de reconstrucción de una parte del monasterio de Óvila, expoliado en Guadalajara en 1931. Comienza así a escribirse el epílogo de una apasionante historia con dos vertientes, la de la vergonzosa destrucción de un conjunto arquitectónico del siglo XII en el corazón de la Alcarria, y la del empeño de un grupo de monjes cistercienses- trapenses por ponerlo en pie, 80 años después, a 10.000 kilómetros de distancia. La demolición de Santa María de Óvila, en Trillo, es uno de los más graves saqueos a cielo abierto registrados en la historia española junto al del monasterio de Sacramenia de Segovia, actualmente en Miami. Detrás de ambos está la mano negra de William Randolph Hearst, el magnate de los medios de comunicación norteamericano retratado crudamente por Orson Welles en Ciudadano Kane. Fue el gran acaparador como lo denomina el arquitecto José Miguel Merino de Cáceres, profesor titular de Historia de la Arquitectura en la Universidad Politécnica de Madrid y supervisor de la reconstrucción de la sala capitular. Hoy, los monjes de New Clairvaux preparan la ceremonia de albricias, fiesta que se hacía antiguamente tras la retirada de los andamios, en la que se ofrecía un alboroque o convite a los obreros. Faltan aún tareas como sellar las juntas, solar el recinto y aplicar una lechada a las piedras para paliar el contraste entre las originales y las añadidas. Pero se ya se ve el final de una obra que ha atravesado mu- chas incertidumbres económicas y no poca complejidad técnica. Detrás quedan años de empeño de una comunidad de apenas 30 de monjes que soñaban con hacer resonar entre las sagradas piedras los capítulos de la regla de San Benito, como había ocurrido seis siglos antes en España. Pero también un minucioso trabajo para rescatar y recrear un conjunto arquitectónico del que no existían planos detallados, cuyas únicas pistas eran sillares deteriorados. En realidad, sólo el 40 por ciento de la materia prima de las columnas, arcos y bóvedas que hoy exhiben con orgullo los monjes son piedras originales que salieron de Trillo, primero en camiones hasta Madrid, después por ferrocarril a Valencia, y finalmente en cargueros hasta San Francisco. Cuenta Merino de Cáceres, que ha dedicado media vida a estudiar los sucios manejos del tándem Hearst- Byne en España, que un centenar de peones de Trillo trabajaron en el desmontaje de la sala capitular y la iglesia, que el megalómano millonario quería erigir en su residencia estadounidense de Wyntoon. El extravagante proyecto de Hearst se vio truncado por las dificultades económicas subsiguientes al crac del 29, y las piedras acabaron extendidas a la intemperie en el parque Golden Gate de San Francisco, donde fueron pasto de pillajes, incendios y el castigo de la climatología.

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