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ABC CORDOBA 04-04-2012 página 50
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ABC CORDOBA 04-04-2012 página 50

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50 CÓRDOBA MIÉRCOLES, 4 DE ABRIL DE 2012 cordoba. abc. es ABC TRIBUNA ABIERTA ANDALUCÍAS VARIAS POR JULIO ALMEIDA ¿Qué significa la abstención estupefaciente del 25- M? Era una ocasión de oro para cambiar, aunque habrá otras. ¿Dónde se sitúan los miles de andaluces que se abstuvieron? E L chasco del 25 de marzo sorprendió a todos, pero a mí me habría sorprendido más la mayoría absoluta del Partido Popular, que muchos deseaban y algunos temían. Las encuestas se equivocaron con unanimidad, en parte debido a que Javier Arenas se las creyó, y al publicarlas: a) se confió y desanimó a muchos de sus potenciales electores, que- -creyendo la mayoría segura- -se quedaron en su casa, y b) al propio tiempo movilizó a los tradicionales electores del PSOE, no pocos de los cuales, si no mintieron al declarar sus intenciones de voto, lo cambiaron luego (tapándose la nariz ante los escándalos de la corrupción, que afecta a todos los partidos, como opina el vulgo a bulto) y mantuvieron su fidelidad a un partido que parece hecho para mandar en Andalucía. Esto es fácil decirlo ahora, post factum, pero mis alumnos me lo oyeron decir ante factum, antes del 25- M, en varias ocasiones, a propósito de la torpe encuesta que falló asombrosamente en 1932 en Estados Unidos cuando los americanos respondieron por teléfono que votarían a Hoover y después ganó Roosevelt. En 1932, 1936, 1940, 1944. Hay que tener cuidado con las profecías, porque tanto se cumplen como se modifican y hasta se destruyen. Por lo demás es evidente que hay gente para todo y para muchas narices el olor de la corrupción es muy grato. Andalucía no es de izquierda, como se dice, pero tampoco de derecha (digo Andalucía no los andaluces, cada uno como quiera) no hay tal disyuntiva, sino más bien una gente de centro, ¿decente? que vota a uno o a otro, si no se queda en su casa o en el bar. ¿Qué significa la abstención estupefaciente del día 25? Era una ocasión de oro para cambiar, aunque habrá otras. ¿Dónde se sitúan los cientos de miles de andaluces que se abstuvieron, que dejaron opinar a los demás? Es otra forma de absentismo (los hispanoamericanos, más lejos del latín, dicen ausentismo) que hace pensar en el laboral y en otros silencios tan estentóreos como indisculpables. Lo que hemos visto en esta elección autonómica son encuestas científicamente irreprochables, anotaciones sinceras o apresuradas que después cada uno ha interpretado a su manera; yo les dediqué el tiempo que se tarda en pasar la página, las páginas de los periódicos. Y así, en unas horas, los siete puntos de las encuestas se convirtieron en uno modesto, que es una gran victoria después de treinta y tantos años de hegemonía socialista, que nos han colocado en la vanguardia del paro y del fracaso escolar, pero una victoria tan mínima, tan absentista y tan abstrusa, que pone de manifiesto cuán varias Andalucías puede haber porque somos ocho millones de habitantes. Una que prefiere el PP para gobernar la nación, otra que votaba (en Córdoba, un tiempo) Izquierda Unida, otra que mantiene su devoción por la subvención; y una gente numerosa que se inhibe a la hora de la verdad, acaso por un quítame allá ese ajuste, aunque desoriente al español del norte con su estudiada desinhibición. En un artículo de juventud, Ortega escribió sobre Las dos Alemanias y lo hemos recordado no hace mucho cuando los italianos se debatían entre un vergonzoso capitán Schettino y el lúcido comandante de la Guardia Costera de Livorno, Gregorio De Falco. Lo ha contado en XL Semanal Arturo Pérez- Reverte, como él sabe: hay italianos e italianos. Un sociólogo de allá estimó que en Italia hay más compatriotas parecidos a Silvio Berlusconi que a Mario Monti. Y si ayer se dijo con ambigüedad incalculable que España es diferente y hoy Cataluña se empeña en el suyo, Andalucía no iba a ser menos. Con su he- cho diferencial como escribe Ignacio Camacho, yo diría que más que de la izquierda o de la derecha, hay una Andalucía europea, de clases medias urbanas que se esfuerzan y trabajan tan bien como en Alemania o en Finlandia; y hay una gente que, quizá llamándose progre, es retardataria y tira hacia atrás y hacia abajo con abulia tenacísima, como comprobamos todos los días y no sólo el de la huelga general, que fue más bien de juerga particular y de trabajo más duro. Cuando ni los andaluces ni los otros españoles salimos de nuestro asombro (era de ver el rostro de Griñán) nos sorprende Damasio afirmando que le cuesta aceptar que la sorpresa figure en esa lista. ¿Pero cómo no mirar y ver lo que pasa ante nuestros ojos? ¿Cómo no sorprenderse, por ejemplo, de unos bedeles que, después de ser tratados de usted, tutean a los profesores doctores de la casa de la Educación con unánime malhumor? ¿O será el malhumor un gen de esa raza española que igual prefiere mandar en su hambre? JULIO ALMEIDA ES PROFESOR DE SOCIOLOGÍA DE LA EDUCACIÓN EN LA UCO

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