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ABC CORDOBA 27-03-2012 página 13
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ABC CORDOBA 27-03-2012 página 13

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ABC MARTES, 27 DE MARZO DE 2012 abc. es opinion OPINIÓN 13 MONTECASSINO HERMANN BENDITA ISLA AFORTUNADA Lo sucedido es una desgracia porque añade otra anomalía más a la larga serie de problemas que España tiene T IENE guasa todo este improbable coro de la reacción lampedusiana, entusiasmado con los resultados del domingo en Andalucía, propagando la bendita nueva de que nosotros somos bien diferentes y se van a enterar los enemigos de la humanidad, los políticos títeres de la derecha los mercados y el capital No sólo en La Moncloa, no, sinoen Bruselasy enParísy, por supuesto, en Berlín. Se va a enterar la Merkel, esa facha de lo que vale un peine. Pero ante todo Rajoy. ¡Que se habría creído! Que por ganar unas elecciones por mayoría absoluta podía ponerles patas arriba forma de vida, negocietes y cañas. Los más claros y más matoneshansido unavezmás losdospadrinosdelsindicalismo patrio, Toxo y Méndez. Advierten a Rajoy que aún está a tiempo de retirar la reforma laboral. Que se la envaine ya y se vaya a Bruselas a decirles que los españoles no queremos ser esclavos como todos esos miserables trabajadores holandeses, alemanes, suecos, daneses o austriacos. Nosotros somosmuy nuestros y no toleraremos ni para el más triste de nuestros peones ese infame trato que reciben los empleados, trabajadores y funcionarios de todos esos países donde se han aplicado reformas similares. Nosotros tenemos derechos, irrenunciables, inalienables, in- discutibles. Aunque vivamos en algunos rincones en niveles tercermundistas. Aunque la pobreza irreversible, el paro irremediable, la desidia, la ignorancia, el fracaso escolar, la falta de expectativas, el deterioro generaldelentorno, losrasgosinequívocosdelamiseria puedan parecer un panorama de espanto, lo cierto, nos dicen los orgullosos adalides de la revuelta patria, es que los españoles gozan de unos derechos que jamás lograrán arrebatarles los sicarios del capital, los Gobiernos de los 27 y la Comisión europea. Bendita isla afortunada. Raro que no nos envidien por esto quese defiende aquí con tanto ahínco. Sorprendeque no haya movimientos migratorios de trabajadores cualificados alemanes o daneses o austriacos que huyan de las condiciones infrahumanas que les han impuesto en sus pobres y vapuleadas patrias con índices de desempleo del 4 o del 5 Resulta chocante que no hagan cola para refugiarse en esta isla afortunada. Si no fuera por sus amenazas, por su prepotencia y la coacción anunciada para el jueves, nuestros sindicalistasy los más tremendistasde los socialistas y comunistas harían hasta gracia. Parecen dispuestos a autoinfligirse una derrota de la que no se recuperarán. Porque se abrazan a una opción que no existe. Los sindicalistas están librando su última batalla con sus organizaciones clientelares de agitación política. Saben que esta reforma será el final de su negociado. Serían capaces de todo para evitarlo. Y todo es todo. Pero como existe un Estado de derecho, tendrán que aceptar las reformas y eso será el fin de su inmensa trama parasitaria. Este país respirará liberado cuando quede sellada su acta de defunción. Las reformas se harán y se cumplirán por la sencilla razón de que todos los españoles quieren cobrar a fin de mes. Y si noqueremoselingresoenÁfrica, asífuncionan lascosas. Lo sucedido es una desgracia porque añade otra anomalíamás a la larga serie de problemas que España tiene. Pero tiene poco recorrido. En Andalucía podrán pretender un inmenso campo temático de una economía intervenida, centralizada o sovietizada. Querepartasubsidiosal margende laeconomía europea, de los mercados y de la economía española. En realidad, el éxito de los comunistas que salva el negociado de momento a los socialistas en Andalucía es un brindis al sol. No hay pasta ni pa coca. Y los andaluces se darán cuenta bien pronto. UNA RAYA EN EL AGUA IGNACIO CAMACHO REALISMO MÁGICO El régimen andaluz sólo envejece en las encuestas; el PSOE se ha desgastado menos en treinta años que el PP en tres meses C MÁXIMO UANDO el PSOE empezó a gobernar en Andalucía, Felipe González ni siquiera era aún presidente del Gobierno. Lady Thatcher había mandado invadir las Malvinas, el malvado JR dominaba el interés de la televisión y el padre de Xabi Alonso jugaba todavía en la Real Sociedad. Desde entonces los socialistas han puesto y quitado a cinco líderes a tenor de sus vaivenes internos, pero ninguno ha dejado el cargo por culpa de las urnas; hubo uno que llegó a regañadientes, forzado por Alfonso Guerra, y se quedó dieciocho años como el que no quiere la cosa. Entre todos han administrado la autonomía como si fuese un predio hereditario o un monopolio de poder, y la han convertido en un parque temático de la izquierda en el que suceden prodigios propios del realismo mágico: el régimen sólo envejece, como el retrato de Dorian Gray, en la realidad virtual de las encuestas y el PSOE se ha desgastado menos en treinta años que el PP en tres meses. En las entrañas de ese limbo blindado no logra penetrar la ciencia demoscópica, una forma ingenua de conocimiento que se basa en la candorosa premisa de que los ciudadanos dicen la verdad a los encuestadores. Los sociólogos han diseñado mecanismos de cálculo para corregir la posibilidad de que les mientan pero no cuentan con la sofisticada modalidad de coqueteo que ha desarrollado el electorado andaluz: después de tanto tiempo la gente se ha acostumbrado a sus gobernantes y les advierte de mentirijillas en los sondeos para que espabilen, pero luego los vuelve a votar con la inercia rutinaria de siempre. En las elecciones del domingo se observó un inédito efecto de mímesis al otro lado del espectro político: a los votantes del centro derecha, supuestos interesados en alterar el statu quo, también les da pereza consumar el romance. Habituados al paisaje institucional se quedaron sus casas con la apatía contemplativa del que teme desequilibrarse por un sobresalto. Ese trantrán conformista ha devenido en una especie de seña de identidad colectiva. Acunados por un sector público complaciente que se alimenta con transferencias de renta externa, los ciudadanos se dejan mecer en una enorme hamaca de proteccionismo clientelista y no quieren que nadie los despierte con sacudidas aventureras. La corrupción es un lejano y tolerable zumbido de fondo y el paro una molestia estructural con la que se han acostumbrado a convivir. No se trata de una existencia rutilante pero tampoco está sometida a excesivas zozobras; llegado el momento de elegir cómo solucionar los inevitables problemas, prefieren dejarlos en manos de los mismos que los han generado, que tal vez por eso sean quienes mejor los conocen. Para entender sin perplejidad este comportamiento de raíz estoica conviene recordar los dos principios más antiguos de la democracia: que el pueblo nunca se equivoca y que por tanto siempre procura los gobiernos que se merece.

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