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ABC CORDOBA 30-01-2012 página 13
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ABC CORDOBA 30-01-2012 página 13

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ABC LUNES, 30 DE ENERO DE 2012 abc. es opinion OPINIÓN 13 EL CONTRAPUNTO ISABEL SAN SEBASTIÁN RUFINO O LA DESVERGÜENZA En los Años de Plomo los portavoces de ETA tuvieron más protagonismo que sus víctimas. La Historia se repite H E tenido que combatir las náuseas para no vomitar leyendo las declaraciones de Rufino Etxeberría, terrorista condenado en firme por pertenecer a ETA, hoy elevado a la categoría de la voz más autorizada de la izquierda abertzale por la desmemoria, ignorancia, estupidez, inmoralidad o cobardía de una buena parte de la profesión periodística. Clama al cielo, a la razón y a la decencia que sea él, precisamente él, quien asuma el papel de interlocutor político, habida cuenta de que fue él, precisamente él, quien redactó desde Herri Batasuna la célebre ponencia oldartzen que, a mediados de los noventa, supuso una condena a muerte para decenas de políticos asesinados a sangre fría por no ceder a las exigencias separatistas de este sujeto y sus compinches. Decía así su sentencia sumarísima: El día que un tío del PSOE, PP o PNV va al funeral de un txakurra (perro, policía o guardia civil, según la jerga etarra) o cien y se le llena la boca de palabras de condena y lágrimas de cocodrilo, no ven en peligro su situación personal y asume este tipo de ekintzas (acciones, atentados) pues están hechos una piña en contra de nuestros derechos como Pueblo. Pero el día que vaya al funeral de un compañero de partido, cuando vuelva a casa quizás piense que es hora de encontrar soluciones o quizás le toque estar en el lugar que estaba el otro, en caja de pino y con los pies por delante Dejando al margen el nivel educativo e intelectual que refleja ese lenguaje, el texto deja en evidencia el espíritu democrático que inspira a este matón del hacha y la serpiente, ahora rehabilitado por la ceguera colectiva de una sociedad hastiada de sangre, cuya resistencia a la intimidación parece haber cedido antes que la determinación asesina de los sicarios de la banda aleccionados por Rufino. El PP no quiere aceptar el nuevo tiempo político que vive el país... Sigue atrincherado en el pasado y no quiere abordar el nuevo tiempo de soluciones que demanda la sociedad vasca nos dice hoy este apóstol del tiro en la nuca, revestido nuevamente de legitimidad merced a la traición de un Partido Socialista, que ha actuado exactamente como Etxeberría previó que haría. ¡Gran noticia! Menos mal que al menos algunos (el PP, UPN y UPyD) se niegan a inclinar la cabeza ante los servidores del terror. Esperemos que su perseverancia no se vea traicionada nuevamente en el futuro por la debilidad de un Ejecutivo dispuesto a hincarse de hinojos ante una banda mafiosa y, en el mismo gesto, poner de rodillas a España. Durante aquellos Años de Plomo cuyo verdadero rostro, el de las víctimas abandonadas a su suerte, retraté en un libro que marcó mi compromiso imperecedero con ellas, los portavoces de ETA disfrutaron de un protagonismo muy superior al de las viudas y los huérfanos. Hoy la AVT, Covite, el Foro de Ermua y todos los que individual o colectivamente nos manifestamos contrarios a esta farsa del proceso somos tachados de intransigentes, revanchistas imbuidos de odio y enemigos de la paz Ellos, en cambio, gobiernan ayuntamientos como el de San Sebastián, predican en todas las plazas su fórmula para la resolución del conflicto político y hasta pueden ganar las próximas elecciones vascas. La Historia se repite. UNA RAYA EN EL AGUA IGNACIO CAMACHO LAS ALAS DE ÍCARO Spanair, Ciudad Real, Castellón: el sueño de la razón autonómica engendra monstruos voladores con alas de cera D MÁXIMO EBE de tratarse de una fijación emparentada con el mito de Ícaro. Si el sueño de la razón engendraba, según Goya, monstruos voladores, el delirio de grandeza de la reciente clase política española ha generado fracasados caprichos simbólicos extrañamente relacionados con la aeronáutica. A la obsesión de ciertos virreyes territoriales por construir aeropuertos en lugares que no los necesitaban se ha sumado la frustrada estrategia catalana de poseer una suerte de compañía de bandera cuando Europa las ha suprimido bajo la ley de la libre competencia. Al final, unos y otros desvaríos han acabado descalabrados al derretirse por el roce con la realidad sus frágiles alas de cera. La quiebra de Spanair es el último testimonio de esa quimérica enajenación evaporada. Ciento cincuenta millones perdidos han convencido al presidente de la Generalitat de la inviabilidad de un proyecto estéril ideado por su antecesor Montilla- -al que nadie va a pedir cuentas- -al calor de su fantasía identitaria. Al menos hay que reconocerle a Mas su sentido pragmático: aunque ha reaccionado tarde y a la fuerza, ha sabido aceptar el fracaso de una idea mal concebida y peor desarrollada. Antes de la renuncia, el Gobierno catalán intentó pasar el platillo a los empresarios del régimen, pero ha llegado un momento en que no le quedaba más remedio que admitir que el juguete estratégico no funcionaba porque traía una avería de fábrica. De la fábrica en que se construyen los desengaños. No hay mucha diferencia entre los aeropuertos vacíos de Ciudad Real, Huesca o Castellón y el malogrado hub de El Prat que alguien planificó sobre una compañía en quiebra irrescatable. Los tres carísimos fiascos son productos de una idea megalómana del poder local a contramano de la tendencia de los tiempos. Un concepto viciado del papel de las instituciones públicas que en el caso de Cataluña se ha mezclado con el recurrente imaginario nacionalista, capaz de supeditar recursos imprescindibles a la voluntad de hacer país a base de levantar símbolos. En descargo de Mas hay que anotar que la iniciativa no fue suya. Correspondió a un socialista cordobés enajenado por el ensueño de atribuirse un pedigrí de soberanismo postizo. La decisión de dejar caer Spanair- -paradójico nombre heredado para un empeño catalanista- -es correcta más allá de la pésima gestión del fulminante cierre, que ha atrapado a miles de viajeros como rehenes de un shock empresarial precipitado. Sin dinero para mantener abiertos los quirófanos, la Generalitat no podía inyectar combustible financiero en el caprichoso emblema de una empresa de aviación propia. La lección consiste una vez más en que son los ciudadanos quienes pagan despropósitos que no han cometido. Éste además tiene agravantes de aventurerismo político: el un oportunismo antojadizo que ha interpretado de forma incorrecta el concepto de la autonomía de vuelo.

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