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ABC CORDOBA 26-01-2012 página 46
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46 ESPAÑA Fin al caso de los trajes en Valencia JUEVES, 26 DE ENERO DE 2012 abc. es españa ABC POOL SEGUNDO VEREDICTO El fallo sobre Costa se hizo esperar y elevó más la tensión M. C. S. VALENCIA Manifestantes en favor de Garzón que insultaron a Camps PONCE SOLSONA Imágenes de Camps, Costa y Rus EFE Alegría, gritos y malos modos BSimpatizantes de Garzón aprovecharon para increpar a Camps y a Costa MANUEL CONEJOS VALENCIA embargo, el grupo de manifestantes que ya increpó a Camps al entrar subió el tono de sus ataques y derribó las vallas de protección que había colocado la Policía. Al final, el vehículo del ex presidente de la Generalitat tuvo que ser custodiado, lo que no evitó que recibiera el impacto de huevos y cubos de agua (efectos sin duda poco habituales si se hubiera tratado, como decían los convocantes, de una protesta pacífica) Fue colofón a tres años de un juicio que ha estado acompañado en todo momento por la crispación, que parece previsible que ahora disminuya en vista del veredicto. El ex secretario general del PPCV Ricardo Costa hubo de esperar más de diez minutos entre que se conoció el veredicto de absolución de Francisco Camps y el suyo. El desalojo de la sala por los gritos de júbilo le dejó solo sin el apoyo de su novia, Laura Chorro, que ha sido su gran bastón durante las siete semanas de juicio junto a su secretaria María José y su amigo más fiel, David. Todo ellos tuvieron que vivir la lectura del veredicto en otra sala del TSJCV y rompieron en lloros y abrazos al conocer que Costa había sido absuelto. Era el espaldarazo que esperaban. El juicio del denominado caso de los trajes nació y murió politizado y con una carga mediática indudable. Ayer, un grupo nutrido de manifestantes se congregó frente a las puertas del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana para criticar que el juez Baltasar Garzón esté sentado en el banquillo de los acusados. Pero al llegar Francisco Camps al Palacio de Justicia sus gritos cambiaron de dirección y le dedicaron graves insultos como ¡chorizo! o ¡corrupto! Dentro, numerosos familiares y dirigentes del PP dieron su apoyo a los dos acusados y profirieron expresiones de alegría al oír la absolución, dentro de la sala de vistas. Este alboroto obligó al magistrado Juan Climent a desalojar la sala de vistas y sólo cuando los dos acusados firmaron el acta pudieron volver a animarlos con cánticos. IGNACIO CAMACHO E EL CUBO DERRAMADO nimia, insustancial, baladí, de haberse dejado regalar unos trajes. Su carrera política está arruinada, su cargo amortizado, su prestigio arrasado, su reputación cuestionada. Todo en balde. No culpable. Libre de cargos, pero ya no de afrentas ni de perjuicios. Nadie puede recoger la totalidad del agua de un cubo derramado. Es sencillo: in dubio pro reo. La acusación y la fiscalía plantearon su incriminación a partir de una inversión elemental de las premisas jurídicas: era a ellos a quienes correspondía demostrar que el expresidente no había pagado la ropa, no a Camps probar que sí lo había hecho. Para subvertir ese Apoyo a la mujer La primera en salir fue la esposa del ex presidente valenciano, Isabel Bas, que fue recibida al grito de ¡Isabel! ¡Isabel! lo que hizo que se emocionara. La salida de los acusados fue multitudinaria, rodeados de cámaras de televisión, fotógrafos y micrófonos, aunque optaron por la prudencia. Sin L veredicto es de no culpabilidad; inocentes son los niños que aún no han vivido el amargo despertar de las realidades, y después de todo lo vivido Francisco Camps podrá conservar ya cualquier cosa menos la inocencia. Pero al cabo de un mes de vista oral televisada, de casi tres años de una investigación exhaustiva con todos los recursos de policía y la justicia, de un escrutinio con rectoscopio en su intimidad, sus costumbres y sus charlas telefónicas, y de cuatrocientos mil euros gastados en un juicio propio de un delito de Estado, ha quedado exonerado de culpa. De la culpa elemental principio acusatorio han arrastrado la fama del político y han escarnecido su intimidad hasta extremos degradantes. Un proceso mayor, desproporcionado, para un presunto delito insignificante. No se juzgaba la ética ni las amistades, manifiestamente inapropiadas, del procesado. Se juzgaba su conducta y no ha habido modo de encontrarla punible. Ni siquiera por un jurado popular presumiblemente más permeable que un tribunal a las condiciones emotivas de la causa. Pero a Camps nadie le devolverá ya la Presidencia valenciana, ni su trayectoria pública truncada por sospechas indemostrables. Aunque su empeño de inocencia parecía desquiciado, ha acabado recuperando la cuestionada honorabilidad que tiene derecho a reivindicar. Ha salido vivo de una emboscada, pero no indemne. Y ese daño gratuito debería motivar una reflexión sobre el uso partidista, torcido, envenenado, de la última ratio de la justicia.

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