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ABC CORDOBA 28-10-2007 página 44
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ABC CORDOBA 28-10-2007 página 44

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42 CÓRDOBA ContraMiradas DOMINGO 28 s 10 s 2007 ABC Necesito el miedo: me va la marcha Alfonso González Chiquilín s Matador de toros Tocó la gloria con sus manos y tuvo que dejar el toreo por una mala corná en Mallorca. Pero Chiquilín sigue teniendo arte, ya no en la plaza, sino en su forma de encarar la vida y en rememorar aquellos años de grana y oro. Aquí está la prueba TEXTO: ARISTÓTELES MORENO FOTOS: RAFAEL CARMONA CÓRDOBA. Ya estaba advertido de que un torero de los de antes calibra el tiempo de manera distinta. Y así fue. Alfonso González Chiquilín (Córdoba, 1933) apareció a la cita 57 minutos después de lo previsto. Pero lo hizo con ese porte enhiesto y señorial como sólo los matadores románticos y de otra época pueden hacerlo. Chiquilín era un niño muy alto y notablemente delgado, por lo que se ganó el apodo de largo Por su estampa y su forma de entender el arte taurino se le asoció con Manolete, que era tío de Rafael Soria Molina Lagartijo pariente también suyo. El memorable torero cordobés formó parte de su infancia y de su adolescencia, emparentado como estaba con su familia. En cierta ocasión, se encontraba el joven Chiquilín entrenando en el patio de la casa donde Manolete vivió en la Lagunilla, cuando apareció el matador para visitar a sus hermanas. Manolete se detuvo en la puerta a contemplar a la joven promesa, embutido en su ya legendaria chaqueta cruzada y su adusto semblante, y dijo: Chiquilín, como sigas así me echas a los albañiles No le faltaba razón al maestro de la Lagunilla. Chiquilín tuvo una ascensión meteórica y en pocos años se convirtió en uno de los matadores más cotizados del país. En 1958, ya se embolsaba 200.000 pesetas por una tarde de toros, cuando el salario mensual apenas superaba entonces las mil pesetas. me faltaba algo, parecía que había cometido un pecado. Volvía a las 10 y me iba a entrenar con el Córdoba. Me tenían reservada mis botas y mi camiseta, con el número 6, por que decían que era muy batallador. Por la tarde me iba a la plaza a practicar toreo de salón Y agrega: Yo, a veces, de lo bien que he estado he llorado. Yo era un torero de sentimiento. Toreaba despacito. Y con la forma mía y el temple, ahí estaba derecho como un árbol. Así me cogían los toros, por que me ponía en el sitio donde me podían coger MANOLETE Torero sin ídolo- ¿Quién era su referente? Un día estaba yo entrenando en la casa de la Lagunilla donde nació. Apareció, se quedó mirándome y me dijo: Chiquilín, como sigas así, me echas a los albañiles -Mi ídolo no era nadie. Me sentía mejor que todos. Si no, te comen. En el paseíllo me decía a mí mismo: A estos les voy a dar un jabón que los voy a encender ¿Qué queda de aquella Córdoba torera, maestro? -Era más taurina y más hombría. Ibas por la calle y la gente se paraba, sabía que eras torero, por que ibas vestido con traje, los pantalones perfectamente planchados y los zapatos muy limpios. Ahora, los toreros van con vaqueros y la camisa por fuera. Chiquilín probó la gloria en los años de oro del toreo y supo lo que era salir por la puerta grande aupado por un remolino de aficionados que lo llevaban en volandas desde aquella plaza de toros de Ronda de los Tejares hasta la puerta de su mismísima casa de Santa Marina, patria de la torería. Allí nació Alfonso González Olmo, como no podía ser de otra manera, aunque su familia provenía del Campo de la Merced, otro barrio torero. Se crió en una familia de matadores, emparentada con Lagartijo, el primer Califa, y los Zurito, de manera que respiró capotes y muletas desde que abrió los ojos al mundo. Su abuelo fue banderillero, igual que su padre, y con sólo 9 años ya mató a su primer novillo, cuando la ley aún no había decretado restricciones de edad para coger la espada. En aquellos años ya era todo un ídolo en los Salesianos, donde estudiaba cuando el toro se lo permitía. Era una cosa muy bonita. La escuela me daba permiso para ir a las corridas, y si no, me daba igual: yo me iba. Venía de torear novilladas en Cabra o Belmez y me llamaban el director y los maestros para que les contara cómo me había ido en la plaza ¿Qué es el miedo para Chiquilín? ¿Cómo ve su arte? -Si yo iba a una taberna y me daba fatiga entrar solo. No es tanto como la gente se cree. Había que cuidarse. Los toreros tenían novias pero más callaítos que ahora. -Necesito algo que me dé miedo. Me va la marcha. -De pellizco. Sentir al toro y no ser un pegapases ni un albañil del toreo. -Finito ha triunfado, hombre. Tiene un arte sensacional y no le hace falta pegarle 40 muletazos a un toro. ¿Y esa leyenda de noctámbulos y vividores? ¿Qué le ha faltado a Finito para triunfar? EDAD DE ORO ¿Cómo recuerda aquella época? Aquella Córdoba era más taurina y más hombría. Ibas por la calle y la gente se paraba, sabía que eras torero. Ahora, los matadores van con vaqueros y la camisa por fuera -Ser torero es lo más grande que ha habido para mí. Y si volviera a nacer siete veces, siete veces que sería torero. Chiquilín adorna el relato de sus recuerdos con un golpecito seco en la mesa como para enfatizar aquellos años de celebridad, que le han acompañado siempre. Aún saborea aquel paseíto que daba desde Santa Marina cuando subía al centro a comerse un platito de gambas los días que no toreaba. Tardaba más de una hora, de tanto saludar a gente y firmar autógrafos rememora. En 1958 tomó la alternativa de mano de Antonio Ordóñez y al año siguiente se confirmó en Madrid. Yo era un torero muy responsable y he hecho mucho deporte. Iba a las Ermitas a correr todos los días que estaba en Córdoba. Y si no iba ¿Qué le diría usted a un antitaurino? ¿Quiere que se lo diga? -No, pero ha bajado. Antes se llenaban las plazas. ¿La fiesta se extingue? -Si es muy duro, no. Paseíllo hasta el centro -Eso no es de compañeros. Ponce me dijo ayer por la semana pasada Yo no esperaba esto de José Tomás Los toreros no estamos conformes con lo que ha dicho. Ponce lleva 18 años de figura del toreo y aquí no te da nadie nada. ¿Usted también cree que Enrique Ponce se esconde? -De su madre para arriba. ¿Qué me dice de José Tomás? RETIRADA -En la plaza, la cabeza está para algo. No se puede salir para arrollar la razón. A mí me da miedo verlo. Pero a la gente, como no le gusta nada más que las tragedias, llena las plazas. Un torero bravo como Chiquilín ha tenido una vida jalonada de percances. En Valencia, un toro le afectó un riñón; en Granada se partió la clavícula, igual que le sucedió en Cádiz, En Mallorca sufrí una corná muy gorda y me tuve que retirar. Es lo peor que me ha podido pasar en mi vida. Mejor hubiera sido haberme muerto

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