ABC CORDOBA 03-12-2004 página 28
- EdiciónABC, CORDOBA
- Página28
- Fecha de publicación03/12/2004
- ID0005788388
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28 Internacional VIERNES 3 12 2004 ABC EL FUTURO DEL SAHARA AHMED BUJARI. Representante del Frente Polisario ante Naciones Unidas l artículo del ex embajador español en Marruecos, Arias- Salgado, publicado por ABC Un futuro democrático para el Sáhara Occidental en su edición del 26- 11- 2004, constituye una contribución, a mi modo de ver honesta, a un debate sobre un tema que interesa en primer lugar al pueblo saharaui pero también a la antigua potencia colonial, al Magreb y a las instancias internacionales. El calibre y experiencia del autor realzan la importancia de las reflexiones e ideas articuladas mediante una técnica de deducción aristotélica cuyas premisas iniciales son objetivamente irrefutables pero, dada la falta de consistencia de la premisa intermedia, los resultados finales a que llega el espléndido ejercicio mental son discutibles. Es cierto que no cabe duda de que la legalidad internacional reconoce y garantiza el derecho a la libre determinación del pueblo del Sahara Occidental Es cierto también que, a pesar de ello, el conflicto no ha sido todavía resuelto. El Consejo de Seguridad, por influencia directa de Francia, se opuso a la solicitud expresa realizada por Baker de elevar el grado de presión mediante el recurso al Capítulo VII de la Carta de la ONU a fin de hacer más viable y creíble el avance hacia el referéndum de autodeterminación. Ahora bien, el proceso no ha avanzado en la dirección que debería hacerlo no porque Marruecos ha ganado la guerra ni porque, en base a la declaración cuanto menos procaz de Fehri a la que Arias- Salgado hace referencia, el problema sigue radicando en la definición del cuerpo electoral. La visión de Arias- Salgado sobre los dos elementos- -premisa intermedia- -no es evidentemente una visión propia pero la incorpora a título de apoyo básico al conjunto del análisis dándole un valor cercano a la santidad de los hechos lo que le empuja a acariciar la idea de volver a recurrir al Tribunal de La Haya para resolver un problema que en realidad está resuelto. No es la primera vez que oímos los saharauis aquello de Marruecos ganó E la guerra La afirmación envuelve un argumento que conlleva implícitamente la invitación a la rendición Nadie ha ganado la guerra ni hay solución militar al conflicto. Los saharauis podríamos decir que la hemos ganado al haber impedido que Marruecos- -una gran potencia militar, cambiando lo que hay que cambiar- -obtuviese una victoria total y decisiva. Los muros defensivos son el reflejo de una incapacidad de llegar a ella. Su ejército está estancado en una inmensidad desértica y su sola intendencia exige a un país catalogado por la ONU en el puesto 126 en la lista de desarrollo un drenaje de medios difícil de mantener. No lo decimos. Decimos simplemente que hay un alto el fuego propuesto por la ONU, que hemos aceptado y respetamos como primer paso hacia un referéndum, pero cuya consistencia está en relación directa con la solidez del proceso político hacia la solución de un problema de descolonización. Ningún problema de descolonización fue resuelto por medios militares. Indonesia había creído en los efectos irreversibles de su superioridad militar respecto a los limitados y mal equipados efectivos del Fretelin. Francia así lo creyó, tras la terminación de la línea Maginot, muros de alambradas eléctricas y campos minados, respecto al FLN de Argelia. La Sudáfrica del apartheid exhibió con arrogancia sus poderosos músculos militares frente a la Swapo de Namibia. Todo conflicto de descolonización es un problema que sólo puede ser resuelto por medios pacíficos que den cabida plena al derecho del pueblo colonizado a la libre determinación. Esto puede no lograrse ahora en el Sahara. Tal vez hará falta una década. Quizás más. No obstante, la dinámica está ahí. Los saharauis no pueden ni quieren ser la excepción a la regla general en virtud de la cual todos los pueblos coloniales tienen derecho a elegir libremente su destino. Marruecos puede y debe renunciar al Sahara Occidental y no por ello dejará de existir. Los saharauis no podemos renunciar a nuestra independencia nacional. Dejaríamos de existir. Mas nuestra existencia no significa dar la espalda a un vecino que está ahí, en nuestras fronteras. Nos hubiera gustado que fuese otro, pero no podemos cambiar la geografía. En cuanto al censo, este elemento no puede ser hoy alegado como el problema esencial. El plan de arreglo de 1990- 91 lo había resuelto con el consentimiento de Marruecos. Era el censo español de 1974 efectuado en el Sahara antes de la Marcha Verde. Las modalidades y condiciones del referéndum habían sido igualmente definidas, con el consentimiento de Marruecos. Más tarde, de ruptura en ruptura de sus compromisos, Marruecos fue paralizando el proceso. Baker se encontró con el problema y lo resolvió en 1997 en Houston. Mas, cuando la ONU finalizó en enero de 2001 la operación de la elaboración del censo y el referéndum estaba al alcance de la mano, Marruecos planteó objeciones a través de los recursos de apelación, con los que inundaría las oficinas de la Minurso. De nuevo, y tras una paralización larga del proceso, Baker elaboraría el llamado Plan Baker II. Es una modificación de todos los anteriores y recoge y acepta la demanda marroquí de incluir, de un plumazo, en el censo de votantes a todos los colonos que residieron en el Sahara desde la invasión del territorio hasta diciembre de 1999, colonos a quienes la Minurso había rechazado la condición de saharauis. Nuevamente, Marruecos rechaza no ya la nueva versión del censo introducida por Baker, sino la idea básica misma sobre la cual está asentada la doctrina de la ONU, cual es el derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación. Según Baker, el rechazo marroquí a su última propuesta fue algo que nunca pudo entender. Todo conflicto de descolonización sólo puede ser resuelto por medios pacíficos que den cabida al derecho a la libre determinación La rigidez de la posición marroquí, al cerrar la puerta a la vía pacífica establecida por la comunidad internacional con su acuerdo inicial, posterga de forma peligrosa la solución del conflicto y obstruye la realización de un interés regional estratégico como es la configuración del Magreb. Parece querer privilegiar el statu quo, pero al mismo tiempo es consciente de que éste, a la larga, como sucedió en Indonesia, puede conducir a una implosión interna o a una reconsideración del alto el fuego o a su ruptura inopinada, ya por parte saharaui, ya por parte marroquí, para cuya lógica la guerra continuaría la política del rechazo. Los riesgos en el horizonte son reales y la aceleración hacia dichos riesgos está siendo alimentada por la actitud de laissez faire adoptada por ciertas capitales europeas ante la falta de éxito de algunas de sus tentativas de cerrar en falso la herida. Si la fuerza debe rendir homenaje a la razón, el conflicto del Sahara ha encontrado ya un camino razonable que debe y puede ser recorrido por las dos partes implicadas. España y la UE pueden y deben hacer mucho para convencer a su socio del sur de abrazar la razón. Si el régimen marroquí quiere convencer sobre la seriedad de sus credenciales democráticas, tiene la posibilidad de hacerlo a través de una cooperación sincera con Naciones Unidas, ya vía Plan Baker, ya vía plan de arreglo. Todo los países magrebíes y la UE, y en particular Francia y España, podríamos aunar esfuerzos para ayudar a nuestro vecino a amortiguar el impacto benéfico del cambio. Si, por el contrario, la razón ha de sucumbir a la fuerza en un mundo que quiere regresar a la ley de la jungla, me parecería difícil de imaginar que algunos piensen todavía en que se podrá llegar lejos por esta vía ignorando a los saharauis, la legalidad internacional y la posición inequívoca de otros actores fundamentales para la región. La visita del presidente saharaui a Madrid es importante. Marruecos desearía que España se desembarazara de todo compromiso con el pueblo saharaui y que permanezca en la órbita de los acuerdos tripartitos de Madrid. España podría efectivamente desembarazarse de todo, menos de su propia conciencia.