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ABC CORDOBA 19-09-2004 página 33
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ABC DOMINGO 19 9 2004 Internacional 33 Masjádov y Basáyev Próceres de Chechenia Independiente y los dos forajidos más buscados de Rusia LA SEMANA INTERNACIONAL Acusados por Moscú del infanticidio de Beslán, los ex dirigentes chechenos rivalizan ya con Bin Laden en el ranking de las recompensas INOPORTUNO ANNAN Se agradece la franqueza de un funcionario internacional de cuya alta responsabilidad habría cabido esperar una mayor contención EDUARDO SAN MARTÍN Megalómanos en el avispero POR FRANCISCO DE ANDRÉS Juntos o separados. Vivos o muertos. El Kremlin, a través de su agencia de Inteligencia- -el FSB, ex KGB- -ha ofrecido por las cabezas de dos prominentes chechenos la mayor recompensa de su historia. El ex presidente de la levantisca república de Chechenia, Masjádov, y su ex lugarteniente, Basáyev- -los dos acusados por la Fiscalía rusa de ser responsables de la matanza de la escuela de Beslán- se han incorporado a la galería de personajes siniestros de los umbrales de siglo, junto al saudí Bin Laden. Masjádov, un ex coronel del Ejército soviético, fue jefe del Estado Mayor de las fuerzas separatistas durante la primera guerra de Chechenia (1994- 96) Fue él quien preparó y dirigió la toma de Grozni en 1996, punto de inflexión en esa primera campaña. El presidente Yeltsin retiró sus tropas, se firmó la paz y Masjádov fue elegido presidente de la república en unos comicios aparentemente limpios. El estatus de independencia de Chechenia se dejó en el limbo, y la pequeña república caucásica vivió su único y fugaz periodo de autonomía plena. El lugarteniente de Masjádov, Basáyev, destacó desde el primer momento como cabecilla de acciones terroristas audaces dentro de territorio ruso. En junio de 1995, durante la primera guerra, entró a sangre y fuego en la ciudad rusa de Budionovsk, donde se atrincheró en un hospital con un millar de rehenes. Basáyev exigió el fin de los bombardeos sobre Chechenia y el comienzo de las negociaciones de paz. El presidente Yeltsin se plegó a sus exigencias y la derrota del Ejército ruso se plasmó sobre el papel unos meses más tarde. Algunos observadores internacionales atribuyen al fanático Basáyev la islamización de la causa independentista chechena. Desde los primeros momentos de la independencia de facto las normas de la Sharía se introdujeron de una manera radical y ajena por completo a la tradición chechena. En su mayoría musulmanes, los chechenos han seguido siempre la corriente sufí del islam, Basáyev, Masjádov y Putin moderada y mística, frente al radicalismo formalista e intolerante de la secta saudí wahabí, importada del Golfo por los sectores más fanatizados de la rebelión chechena. El pistoletazo para la brutal represión rusa lo protagonizó el propio Basáyev. En 1999, el segundo hombre fuerte checheno invadió con sus guerrilleros la vecina república rusa de Daguestán, con la intención de provocar una revolución y proclamar allí una república islámica independendiente. La acción, disparada con la cobertura de una serie de atentados terroristas chechenos en Rusia, precipitó la segunda guerra de Chechenia el 1 de octubre de ese año. Los blindados rusos aplanaron casi literalmente la república. Chechenia se convirtió en un cementerio habitado por refugiados, con un Gobierno títere de Moscú que hoy se reparte el dinero del tráfico del petróleo junto a los maquis de las montañas. El escaso periodo de independencia chechena fue un espejismo roto por los delirios de grandeza de los líderes de la revuelta. Con su proyecto de creación de un gran Estado caucásico de corte integrista, que trascendía las estrechas fronteras chechenas, Masjádov y Basáyev ignoraron no sólo las raíces culturales de su propio pueblo sino la idiosincrasia de los pueblos vecinos, que han sabido estar unidos sólo bajo la bota de Rusia. La región que corta como una naranja la cadena montañosa del Cáucaso, vital en la geoestrategia del gas y del petróleo, es un avispero, un mosaico de pueblos, etnias y lenguas, donde cristianos y musulmanes conviven con tolerancia, y donde sólo el clan y los lazos de sangre son sinónimos del poder. El escaso periodo de independencia chechena fue un espejismo roto por los delirios de grandeza de los líderes rebeldes ofi Annan duda de que en Irak se puedan celebrar elecciones en enero y sostiene que la guerra llevada a cabo por las fuerzas anglonorteamericanas fue ilegal Se agradece la franqueza de un funcionario internacional de cuya alta responsabilidad habría cabido esperar una mayor contención, pero lo que sí es seguro es que los martillazos verbales del secretario general de la ONU no van a ayudar a legitimar el esfuerzo de las naciones que, por mandato expreso, no se olvide, de la misma organización que preside el locuaz Annan, se esfuerzan en la pacificación del país. La legalidad de la intervención armada en Irak es, como bien sabe el secretario general, cuestión sujeta a debate, por mucho que el bando de quienes sostienen la vulneración del derecho internacional pueda ser mayoría. En lugar de lamentarse de una supuesta ilegalidad, alineándose de paso con una de las interpretaciones en conflicto, el árbitro que debería ser Annan podría haber intentado evitar en su momento que el juego de tahúres en que se convirtió la negociación de las resoluciones del Consejo de Seguridad, hace ahora dos años, alumbrara la ciénaga de ambigüedad en la que naufragaron todos los intentos por lograr la unidad de acción del Consejo. Si la guerra fue ilegal, ¿quién puede argüir entonces en contra de quienes se alzan en armas para combatir a aquellos que emprendieron una invasión injusta? Y si toda guerra, en los tiempos presentes, desconoce cualquier límite de medios, ¿quién les negará legitimidad a quienes los emplean sin distinción ni escrúpulos para la expulsión de los intrusos? La legalidad internacional no es el Código Penal; se trata de un corpus no sistematizado de resoluciones cocinadas en la rebotica de un organismo viciado en origen por el egoísmo de aquellos estados que disponen del poder de paralizar las decisiones comunes en defensa del interés propio. ¿Por qué ningún conspicuo funcionario internacional alzó su voz en contra de la intervención de la OTAN en Kosovo en 1999, decidida en abierta oposición a un Consejo de Seguridad bloqueado por la amenaza del veto ruso? Porque la diferencia entre ambas intervenciones no fue el respeto a una evanescente legalidad que cada cual interpreta a su antojo a partir de una ambigüedad pactada en los textos, sino la adecuación a criterios de oportunidad y eficacia. Dejemos a los exégetas del derecho internacional decidir sobre la legalidad de la intervención militar en Irak. Lo que sí se puede decir sin ninguna duda es que la guerra emprendida contra el régimen de Sadam fue un tremendo error de cálculo, en claro contraste con la campaña militar de la OTAN en Kosovo. Esa es la diferencia que importa. La supuesta legalidad vulnerada ya no puede ser restituida. Dejémosla, pues, al margen. La pacificación de Irak y un proceso de reconstrucción que proporcione legitimidad a un gobierno que ahora no la tiene es la única forma posible de reparar aquella equivocación. Cualquier otra alternativa sería como arrojar napalm a las llamas. Nadie puede negar a Kofi Annan el derecho a albergar una opinión sobre la legalidad de la guerra; en calidad de máximo responsable de la institución que ampara, ahora legalmente, la dificilísima tarea de pacificar Irak, el secretario general podría haberse mordido la lengua antes de hacer públicas sus opiniones. K

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