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ABC CORDOBA 27-02-2004 página 21
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ABC VIERNES 27 2 2004 Nacional 21 elecciones 14 m ANTE LA VIII LEGISLATURA Política exterior TIEMPO DE CONSOLIDACIÓN El creciente peso de la marca España en la esfera internacional amplía sus retos exteriores: el reparto de poder en la UE, el apoyo al vínculo atlántico y la atenta mirada a Iberoamérica están en la agenda ble que España menguase su papel especial en Iberoamérica en un momento de avance de la democracia y de apertura de mercados. Ahí tiene parte de su espacio esa nueva área de cooperación económica esbozada en algunas intervenciones de José María Aznar como presidente del Gobierno. A política exterior de España en el inicio de este siglo ha consistido en la sustantivación de sus posiciones geoestratégicas y en un proceso de mutación intensiva en los ritmos de visualización de esa nueva realidad. La España que, después de la trabajosa transición democrática, pasó por el larguísimo proceso de integración en la Comunidad Europea y por una accidentada inserción en la Alianza Atlántica es ahora un actor desacomplejado en sus foros naturales y en la defensa de sus intereses. Sin duda, es una política exterior que ha ganado en horizonte y en envergadura, no sólo físicos, sino también políticos. En consecuencia, y dado lo vasto y trascendente de sus objetivos, no le es ajeno el riesgo. El crecimiento económico activado por las dos últimas legislaturas nutre otro componente esencial de la política exterior en la era de las relaciones económicas globalizadas. En fechas recientes, el semanario Newsweek ha elogiado las lecciones españolas como capacidad de crecimiento. Todos los factores actúan ya al mismo tiempo: la deslocalización industrial, el hecho migratorio o la seguridad nacional. La potencia y la musculatura económicas intensifican por lo general el papel y el discurso de cada uno en el concierto de las naciones. L SOS serán los desafíos para la política exterior en la nueva legislatura que se abre a partir de las elecciones de marzo, frente a un tablero europeo en el que serán visibles no pocos realineamientos y partidas simultáneas como resultado, tanto de las consecuencias institucionales y políticas del big bang de la ampliación de la UE hacia el Este, como de la constatable erosión del eje París- Berlín, piedra de toque de la política exterior de España en el pasado, convertida hoy, más bien, en un obstáculo. Ahí queda pendiente la solución hábil y efec- E tiva del contencioso sobre poderes decisorios en la Unión. La solución, en cualquier caso, debe pasar por el futuro casi inmediato, con el fin de solventar el histórico fracaso de la Cumbre de Bruselas, que fue incapaz de aprobar la Constitución Europea. En esa partitura resulta más conveniente y benéfico que la política exterior de España peque de una persistencia incómoda que de una dejación acomodaticia y complaciente con unos intereses ajenos. Una Europa ampliada hacia el Este requiere, además, de hondas reformas económicas que atajen el desnivel actual con los Estados Unidos y la inminente incorporación competitiva de los gigantes que comienzan a despertar por Oriente: China y la India. En este aspecto, la voluntad de una zona económica atlántico- europea parece ser el elemento de roturación más pragmático y a mano para convertir lo que confronta en complementario. A la vez, todas las incógnitas sobre el futuro de la Alianza Atlántica convergen en la constatación de que la defensa de la Unión Europea es algo indisolublemente ligado a los Estados Unidos. Desde Europa, casi todos los reproches al posible unilateralismo de Washington pudieran verse en el espejo de la propia falta de fortaleza y de criterios sólidamente comunes: es así que la idea de una defensa europea conjunta y autónoma entra en términos de contradicción. Es de más consistencia específica que España debiera estar en la apuesta por un liderazgo colectivo de la UE PROPUESTAS 1. Vínculo atlántico 2. Iberoamérica La defensa de Europa es algo indisolublemente ligado a los EE. UU. España debiera estar en la apuesta por un liderazgo colectivo de la UE desde la noción y experiencia del atlantismo. Nuestro país debe incrementar su papel especial en Iberoamérica en un momento de avance de la democracia y de apertura de mercados. La diplomacia española debería aprovechar su papel moderador para acortar las distancias entre Washington y Bruselas en la herida sangrante de Oriente Próximo. En los primeros pasos de la reforma de la ONU parece sensato no saltarse el viejo concepto de soberanía. 3. Oriente Próximo 4. Nuevo orden mundial 5. La marca España Perseverar en el aumento de la potencia económica, pues, por lo general, intensifica el papel y amplifica el discurso de un país en el concierto de las naciones. desde la noción y experiencia del atlantismo. Las críticas a una dependencia atlantista de los gobiernos de Aznar- -fuese por su actitud inmediatamente después del 11- S o por la aquiescencia a la intervención militar en Irak- -acumularon un cierto estrépito pero carecían perceptiblemente de un sustrato de reflexión, parte ineludible de la política exterior, tan precaria si sólo se atiende al día a día, como hemos experimentado en otras décadas. Para la seguridad de España, el acierto concertado en las políticas de lucha contra el terrorismo no deja el menor margen a la irresponsabilidad o a lo frívolo. Frente a la Europa que se arrima a los po- pulismos y vive temerosa del Islam radical, el incremento de la seguridad colectiva demanda como garantía permanente de la sociedad abierta una modernización en curso del Ejército español. D Para la seguridad de España, el acierto concertado en las políticas de lucha contra el terrorismo no deja margen a la irresponsabilidad o a lo frívolo ESPUÉS de unos inicios de década planteados con sentido de futuro, inclusos dos factores fijos de nuestra política exterior pueden ser remozados y reconvertidos en incremento beneficiario de interés nacional. Es el caso de Iberoamérica y del Magreb, concretamente, del Reino de Marruecos, una relación en proceso de mejora pero que difícilmente perfila una plena estabilidad. De una parte existe el marco del diálogo y la cooperación en el Mediterráneo y de la otra, una ingeniería de puente colgante entre Iberoamérica y la Unión Europea que no es incompatible con las prioridades de la estrategia española en el Viejo Continente. La ortodoxia fiscal de la UE y el modelo de crecimiento europeo de la España actual son hoy más referente que nunca a lo largo y ancho de los países iberoamericanos. Resultaría incomprensi- UEDA en suspenso el conflicto de Gibraltar, al modo de una constante residual de lo histórico y de la Europa de siglos pasados. En otro paisaje, prosigue la segunda intifada suerte de guerra velada entre un liderazgo palestino en estado terminal y una sociedad israelí concentrada en su seguridad y en su supervivencia. Ahí la diplomacia española ha tenido sus más y sus menos: por el instante se tratará de mediar en lo irresoluble, pudiendo contribuir a urdir una trama plausible que acorte las distancias entre Washington y Bruselas en Oriente Próximo. Es la definición de una coexistencia. También es posible la aportación de matices respecto a los talantes de Siria o Irán. En el contexto de los nuevos órdenes mundiales, abundan los proyectos para una reforma de las Naciones Unidas. Los primeros pasos coincidirán muy probablemente con la nueva legislatura española y sería deseable que los criterios de España sean realistas y en línea con nuestros propios intereses y valores. No parece lo más sensato saltarse el viejo concepto de soberanía para abrazar de forma ingenua un mundo excelsamente kantiano de justicia y paz universal. Con sus auges y eclipses, la política exterior de España ha acumulado una experiencia constatada para bien en las últimas vicisitudes de la vida internacional. La mejoría internacional de la marca España es un capital a gestionar de la forma más seria posible, sin contribuir a aventuras ni a transformaciones puramente verbales. A la larga, lo que da rango en la escena internacional son la responsabilidad, el esfuerzo y la defensa denodada de lo que es propio de cada uno. Q

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